La foto del cura mexicano con chaleco antibalas dio la vuelta al mundo y habla más claro que un ensayo de mil páginas sobre la situación del gran país centroamericano con la frontera terrestre más extensa en común con Estados Unidos. O por lo menos la de una región, el estado sureño de Michoacán, donde actualmente se enfrentan las tropas del ejército regular, las milicias civiles y los sicarios del cartel de los Templarios.
Gregorio López, el sacerdote en cuestión, es párroco en Apatzingán, una de las ciudades más violentas de Michoacán. En la fotografía se lo ve cubierto con un chaleco antibalas de tipo militar, y a su lado el crucifijo y un cuadro con la foto de Juan Pablo II ya anciano, cuando lo recibió en audiencia hace diez años. El Padre “Goyo”, como lo llama la gente del lugar, empezó a usar el chaleco en octubre del año pasado, un poco para llamar la atención pero también como verdadera protección personal, después que recibió amenazas de los grupos criminales locales. Por otra parte, no resulta sorprendente cuando se lo escucha hablar. Ha lanzado severas acusaciones contra los Caballeros Templarios, que actúan a su antojo en toda la zona, publicando sus crímenes y atropellos con informaciones que solo puede llegar a conocer un párroco de pueblo. “Yo sé cómo mastica una iguana, y sé cómo corre el agua”, dice con lenguaje colorido para dar a entender que “sabe muy bien lo que está ocurriendo”.
Su fuente de información “es la gente”, a través de ellos conoce “cuántos muertos y cuántos secuestros hay, cuántos ranchos han robado y qué ministerios, estudios notariales y policías están de parte” de los delincuentes. Es comprensible que su vida, con solo 46 años, no pueda ser tranquila, si es que alguna vez lo fue. “Tienen poder para decidir quién puede trabajar para el Gobierno y hasta quién puede cortar los limones”. El padre López no se calla ni siquiera con las autoridades, a las que acusa de haber permitido que “el crimen controle todo”.
Se coloca el chaleco antibalas antes de celebrar la misa, y sobre éste los ornamentos. Después controla que sus guardaespaldas se encuentren ubicados en el lugar correspondiente. No quisiera que transformaran su protesta en un show mediático, pero sabe que es lo mismo que pedir que una iguana pase desapercibida en una cristalería.
Las palabras del “cura con chaleco antibalas”, como ya se lo conoce en todas partes, encuentran eco en el diagnóstico que acaba de difundir las Naciones Unidas “sobre el estado de la seguridad en América Latina”. El estudio, presentado ayer en Guatemala por el director de la Agencia para América Latina y el Caribe, Heraldo Muñoz, pone en evidencia que los países que han optado por políticas prevalentemente represivas para combatir la criminalidad –México, Brasil, Guatemala, El Salvador y Honduras- son aquellos donde más se han incrementado la violencia y los asesinatos, y más se han consolidado los grupos criminales organizados”. El informe cita en contraste las experiencias de “prevención” y “reinserción” adoptadas por países como Colombia y República Dominicana, “donde se ha registrado una sensible disminución de actos criminales”.