No, no se encaminan hacia la extinción, como las crónicas fragmentarias y fuera de contexto llevan a creer. Los nativos, los descendientes de las poblaciones autóctonas de América Latina, van en aumento. A esa conclusión llega el informe que presentó la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en la Conferencia mundial sobre los pueblos indígenas de las Naciones Unidas, que acaba de terminar en Nueva York. Se estima que en el continente están presentes 826 pueblos originarios con un total de 45 millones de personas, que en términos de porcentaje constituye el 8,3% del total de la población. En la relación anterior del año 2007, el respetado organismo con sede en Chile calculaba que el número de autóctonos a fines del 2000 era de 30 millones, agrupados en 624 pueblos. Traducido en porcentajes, el aumento es del 49,3% en poco más de una década.
Brasil es el país con mayor número de pueblos indígenas, aproximadamente 305 (900 mil personas, el 0,5 por ciento de la población), seguido por Colombia (102), Perú (85), México (78) y Bolivia (39).
Entre las principales razones del crecimiento, la CEPAL señala un mayor acceso de los indígenas a los servicios de salud, a la educación y a la tierra, aunque eso sea relativo si se lo compara con el desarrollo y la difusión que esos servicios han registrado en su conjunto. Para la Comisión, las desigualdades siguen siendo profundas y la conflictividad elevada. El mismo informe, titulado “Los pueblos indígenas en América Latina: avances en el último decenio y retos pendientes para la garantía de sus derechos”, identifica 200 conflictos sociales y ambientales en los territorios indígenas, relacionados con el sector minero y la extracción de hidrocarburos entre 2010 y 2013.
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