NARCOTRÁFICO PARA LA JIHAD. Informe sobre los negocios entre los narcos mexicanos y los grupos islámicos más extremistas

Ismael “El Mayo” Zambada, jefe del cartel de Sinaloa. /Archivo Proceso.
Ismael “El Mayo” Zambada, jefe del cartel de Sinaloa. /Archivo Proceso.

“Los nexos entre el tráfico de drogas y el terrorismo (narcoterrorismo) siguen creciendo y no es una tendencia nueva.”. La afirmación es de la DEA, la agencia antidroga estadounidense, y se encuentra en un reciente informe -del que la revista mexicana Proceso publica amplios extractos- titulado “Combatiendo el crimen organizado transnacional”. La organización criminal más involucrada en negocios con terroristas islámicos del occidente africano –entre ellos Hezbollah y Al-Qaeda- sería el cártel mexicano de Sinaloa, en combinación con socios colombianos.

El documento, elaborado por los expertos del Centro de Operaciones contra el Narcoterrorismo (CNOC) de la División de Operaciones Especiales de la DEA (entidad creada después de los ataques terroristas del 11 de septiembre), describe el mecanismo de funcionamiento de la siguiente manera: los mexicanos venden la droga a los terroristas, que a su vez la revenden para financiar la jihad internacional. “Las ramas del terrorismo dedicadas al narcotráfico llevan a cabo actividades criminales alternativas para obtener más recursos: lavan dinero, secuestran, extorsionan y contrabandean”. Pero eso no es todo. De los 51 grupos clasificados como terroristas por el Departamento de Estado, casi la mitad –unos 20, y entre ellos Al Qaeda en el Magreb y Hezbollah en Líbano- estarían vinculados al narcotráfico colombiano y al mexicano. Al Qaeda controla el tráfico en la región del Sahel, en África Occidental, y Hezbollah está “involucrado de manera significativa en el tráfico de cocaína y el lavado de dinero entre Sudamérica, el oeste de África, Europa y Medio Oriente”.

Los expertos de la DEA explican la aparición del cártel de Sinaloa en el mercado de las drogas de África occidental por el declive del consumo de cocaína –y en consecuencia del precio- en Estados Unidos. “Mientras en Europa, Medio Oriente y África la cocaína sigue subiendo de precio y cada vez se hace más popular entre la población de esta región del mundo”.

¿Pero cómo se llevan a cabo concretamente los negocios entre narcotraficantes latinoamericanos y grupos islámicos radicales? Según el informe, las primeras operaciones del Cártel de Sinaloa en tierra africana comenzaron hace solo diez años atrás. Sin embargo, los mexicanos no envían a sus hombres a negociar a África de manera directa, sino que lo hacen mediante sus socios colombianos, sobre todo miembros de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), calificada por Washington como “agrupación narcoterrorista”. A éstos se suman otros intermediarios –que la DEA llama “facilitadores sombra”- que por lo general son los traficantes internacionales de armas, líderes del crimen organizado del continente. Según el informe, los “facilitadores sombra” ofrecen a los narcotraficantes y a los terroristas servicios de reciclaje de dinero, contrabando, falsificación y control de rutas para el desplazamiento de drogas y armas. El rol que cumplen estos sujetos es tan importante que muchas organizaciones de narcotraficantes y de terroristas “comparten los servicios de un mismo facilitador sombra, por lo cual la captura de alguno de ellos representa un fuerte golpe a la criminalidad transnacional”.

Y realmente “transnacional” parece el término más apropiado para describir la naturaleza de este crimen cada vez más globalizado. Entre los más conocidos o buscados “facilitadores sombra” (algunos ya fueron capturados) hay un sirio, un ruso, un sueco, un griego, un estadounidense y un afgano.

Son muchos y en distribuidos en todo el mundo los que se reparten una torta sustanciosa como pocas: según los cálculos de la ONU, el tráfico de drogas genera en el mundo ganancias que rondan los 320 mil millones de dólares al año.

Torna alla Home Page