El sábado 10 de enero, en la sala Pio X del Vaticano y por deseo del Papa Francisco, se llevará a cabo una Jornada para recordar el quinto aniversario del terremoto que devastó la isla de Haití y provocó no solo daños materiales sino más de 220.000 muertos, sobre todo en las regiones más pobres. El encuentro organizado por la Pontificia Comisión para América Latina y el Pontificio Consejo “Cor Unum”, en colaboración con los obispos locales, será una buena oportunidad para hacer un balance sobre la reconstrucción y especialmente sobre la ayuda solidaria, de Caritas diocesanas y nacionales y de misma Santa Sede, que, aunque silenciosa, nunca se ha interrumpido.
Expresión de esta solidaridad fue la reciente visita a la isla, entre el 25 y el 29 de noviembre, del presidente del Pontificio Consejo “Cor Unum”, el cardenal Robert Sarah. “El objetivo principal del viaje –decía el comunicado del dicasterio al informar sobre el viaje- es llevar un signo concreto de cercanía espiritual a las personas que todavía se enfrentan a la fase de reconstrucción, e inaugurar la escuela “Notre Dame des Anges” (Nuestra Señora de los Ángeles) en Leogane, construida gracias a la labor de la Iglesia local y a la coordinación de la Nunciatura apostólica”.
Durante su estadía el purpurado se entrevistó con los representantes de Caritas Haití, monseñor Erick Touissant (presidente) y el padre Hervé François (director), y asistió a la inauguración del colegio “Notre Dame des Anges” en Léogane, administrado por la Compañía de Jesús y construido con fondos que envió directamente el Santo Padre durante los cinco años siguientes al terremoto. Por último, el cardenal Sarah se reunió también con la Conferencia Episcopal Haitiana (28 de noviembre) y los sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos “que prestan su ayuda no solo en la labor de reconstrucción de la infraestructura sino también en el desarrollo humano integral de la población”. La Santa Sede, en efecto, se ha mostrado siempre atenta y sensible a la situación de las regiones afectadas por los violentos terremotos que sembraron muerte y destrucción. En el pasado fue Benedicto XVI quien debió hacer frente al drama haciendo un llamamiento a la comunidad internacional y solicitando a todos una concreta solidaridad y generosidad para responder al dolor y las necesidades de las poblaciones afectadas. Hoy el Papa Francisco continúa con el mismo compromiso asumido por la Iglesia hace casi cinco años.
A esta Jornada por Haití fueron invitados los Superiores de los Dicasterios de la Curia Romana, Obispos haitianos, Representantes de algunas Conferencias Episcopales (México, Estados Unidos, España, Francia, Alemania, Bélgica, Italia y otras), embajadores ante la Santa Sede, Superiores y Superioras Generales de varias congregaciones religiosas y Representantes de agencias eclesiales de ayuda y cooperación.
El 24 de febrero del año pasado el Santo Padre recibió en audiencia, en el Palacio Apostólico Vaticano, al Presidente de la República de Haití, Michel Joseph Martelly, quien se entrevistó también con el Secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, y con monseñor Dominique Mamberti, Secretario para las Relaciones con los Estados. En los encuentros se puso de manifiesto la “complacencia por las buenas relaciones entre Haití y la Santa Sede”, con particular referencia a “la valiosa contribución social que la Iglesia brinda al país, especialmente en los campos educativo y sanitario, así como en el de la caridad”. Durante la conversación –como informa una nota publicada por la Sala de Prensa del Vaticano- el Papa y el presidente haitiano destacaron “la importancia de proseguir en el compromiso de reconstrucción del país y de impulsar el diálogo sincero entre las diversas instancias institucionales para la reconciliación y el bien común, en los ámbitos del interior y del exterior”. Se debe recordar también que el 12 de enero de ese mismo año, casi como una forma de atestiguar la cercanía de la Iglesia Universal a la Iglesia de Haití, después del Ángelus el Papa había anunciado sorpresivamente que uno de los nuevos cardenales que crearía era el haitiano Chibly Langlois, quien se convirtió en el primero purpurado de la historia de Haití. “Tuve que consultar la web de la Santa Sede para asegurarme de que era verdad”, confesó poco después el futuro nuevo cardenal. Ordenado sacerdote hace 26 años, Langlois es obispo desde hace 11 y celebrará el primer aniversario de su creación cardenalicia precisamente en el curso de la Jornada convocada para los próximos días.
El 12 de enero de 2010 perdieron la vida 22 mil personas, se relevaron más de 300 mil heridos y un millón y medio de haitianos quedaron sin techo. Frente a esas cifras aterradoras y como respuesta al llamamiento internacional de Benedicto XVI, la Iglesia puso en marcha a través de sus instituciones caritativas una obra de socorro a la población haitiana. Se registró también una poco común solidaridad internacional de parte de numerosos gobiernos, organismos internacionales y de todas la iglesias latinoamericanas, sumadas a las de otros continentes. A consecuencia del sisma perdieron la vida numerosos sacerdotes, seminaristas, religiosos y religiosas, entre ellos monseñor Josep Serge Miot (1946 – 2010), arzobispo de Puerto Príncipe, que fue encontrado bajo los escombros de la catedral el 13 de enero. El comunicado de prensa del Vaticano del 15 de enero de 2010 señalaba que “como en el pasado con ocasión de otras tragedias de este tipo, los católicos ya están presentes con su asistencia concreta y diversas agencias católicas están trabajando y enviando personal”. El Pontificio Consejo “Cor Unum” se puso en contacto directo con el Catholic Relief Services, la agencia humanitaria de los Obispos de Estados Unidos, que comenzó a coordinar la ayuda. Un año después del terrible terremoto, Benedicto XVI envió a Haití al cardenal Robert Sarah, presidente del Pontificio Consejo “Cor Unum”, como portavoz de un mensaje personal suyo y de una ayuda económica de 1,2 millones de dólares estadounidenses para la población gravemente afectada. El cardenal Sarah volvió a Haití en representación del Papa Francisco en noviembre de 2014 para encontrarse con los obispos y religiosos de la isla e interiorizarse de los aspectos más relevantes del lento pero significativo progreso.
Haití sigue siendo un país frágil, con un índice de desarrollo bajo y una pobreza muy dinfundida, expuesto a la inseguridad alimentaria y a las catástrofes naturales. Las consecuencias del sisma todavía son evidentes en los centros urbanos haitianos, pero sin embargo en los últimos tiempos se pueden detectar señales de una tímida recuperación, especialmente en la actitud de la gente, que impulsada por la esperanza y el deseo de construir un futuro para sus hijos pone en juego una fuerza de voluntad y una determinación que son propias de quien ha debido afrontar una tragedia de tales dimensiones.