PABLO VI SOBRE LA MESA DE LUZ DE ROMERO. El retrato del Papa que acaba de ser beatificado se encontraba en el dormitorio del obispo salvadoreño. Una amistad que se remonta a la década del cuarenta.

Aquella foto sobre la mesita de noche... Romero con Pablo VI en el Vaticano. Foto: Roberto Valencia.
Aquella foto sobre la mesita de noche... Romero con Pablo VI en el Vaticano. Foto: Roberto Valencia.

No se trata solo del  destino en común de los “beatos” -recién proclamado el primero, próximo a serlo el segundo – lo que une a Pablo VI y a Óscar Arnulfo Romero. Como afirma el diario salvadoreño El Faro, entre ellos hubo también y sobre todo una relación personal de larga data, que se remonta a los años cuarenta -cuando Romero estudiaba en Roma- y que duró hasta la muerte del Papa Montini.

Algunos afirman que Pablo VI desconfiaba del sacerdote latinoamericano: demasiado cerca de la Teología de la Liberación, demasiado incómodo en cierto modo. Pero no debe haber sido así, considerando que fue precisamente Montini quien nombró a Romero arzobispo de El Salvador, en 1977.

Se encontraron por última vez el 21 de junio de 1978, un mes y medio antes de la muerte del Papa. Monseñor Romero, en su diario, recordó aquel encuentro con especial afecto. El Papa fue con él “cordial, generoso, la emoción de aquel momento no me permite recordar palabra por palabra”. Montini le dijo: “Comprendo su difícil trabajo. Es un trabajo que puede no ser comprendido, necesita tener mucha paciencia y mucha fortaleza. Ya sé que no todos piensan como usted en su país, (…) proceda con ánimo, con paciencia, con fuerza, con esperanza”. Le prometió también rezar por la causa de Romero: “Me prometió que rezaría mucho por mí y por mi diócesis. Y me pidió que hiciera todo esfuerzo por la unidad”.

Al año siguiente Romero volvió a Roma. En esa ocasión tuvo una áspera discusión con el nuevo Papa, Juan Pablo II. Visitó la basílica y oró delante de la tumba de Montini. “Me ha impresionado, más que todas las tumbas, la sencillez de la tumba del papa Pablo VI”, anotó en su diario. “Sentí especial emoción al orar junto a la tumba de Pablo VI, de quien estuve recordando tantas cosas de sus diálogos conmigo, en las visitas que tuve el honor y la dicha de ser admitido a su presencia privada”.

Una admiración de la que existen pruebas hasta la actualidad. En la casita donde Romero transcurrió los últimos años de su vida, que hoy es un museo, todavía está, sobre la mesita de noche, un pequeño retrato del Papa Pablo VI, tal como Romero lo había dejado.

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