CARDENAL, CON LA SOTANA DE SU ANTECESOR. Aquel sábado, hace 14 años, cuando Bergoglio recibió el capelo

De un papa a otro
De un papa a otro

Mons. Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francesco, que mañana sábado 21 de febrero recuerda los 14 años de su capelo cardenalicio, fue designado por san Juan Pablo II como arzobispo coadjutor de Buenos Aires el 3 de junio de 1997. Siete meses después,  tras la muerte del cardenal Antonio Quarracino, arzobispo de la capital argentina, el 28 de febrero de 1998 mons. Bergoglio pasó a ser arzobispo titular de Buenos Aires y primado de la Argentina., Ordinario para los fieles de Rito oriental residentes en el país y Gran Canciller de la Universidad Católica.

La primera y única reacción del futuro cardenal Bergoglio el 21 de enero de 2001, cuando el Papa Wojtyla anunció la creación de 42 purpurados, entre los cuales estaba él, fue un breve comunicado del arzobispado: “Ser cardenal”, decía la nota, “es una cercanía mayor con el Papa, colaborando con el Sumo Pontífice en el servicio de la Iglesia Universal. Es el Papa quien los elige y en este caso estoy absolutamente seguro de que se trata de una especial consideración y cariño hacia la sede de Buenos Aires, (…) son todos los fieles de esta ciudad que están bajo la mirada del Santo Padre, y por ser ésta la capital del país, se hace extensiva a todos y cada uno de los argentinos. El Papa Juan Pablo II quiere mucho a la Argentina. Todavía recuerdo su voz vibrante y alentadora durante su visita (al país): ‘¡Argentina, levántate!’, y sigue muy de cerca los problemas de nuestra patria con un corazón paterno”.

Después de eso, J.M.Bergoglio acentuó aún más su conocida reserva y discreción. No concedió ni siquiera una entrevista y no aceptó festejos o eventos para celebrarlo. Ni siquiera después, cuando volvió al país con el capelo y el anillo recién recibidos. Continuó con su trabajo pastoral como todos los días, sin cambiar ni una letra de su intensa agenda de compromisos. El futuro cardenal tampoco quiso comprar vestiduras cardenalicias e hizo adaptar a su talle las de su antecesor, el cardenal Quarracino, mucho más robusto que él. A un grupo de fieles que anunciaron su intención de acompañarlo a Roma para el Consistorio del 21 de febrero de 2011, mons. Bergoglio les rogó encarecidamente que no lo hicieran y destinaran el dinero a obras de ayuda a los más necesitados.

En 2011 J. M. Bergoglio era una figura eclesiástica argentina y latinoamericana de gran prestigio y relevancia. Quizás un poco menos en el ámbito internacional, aunque en las esferas eclesiales era muy conocido. Se hablaba de su discreción y sobre todo de su singular capacidad para combinar una severidad tierna con una poco común humanidad y participación. Se recordaba a menudo también su completa y continua cercanía con sus sacerdotes, y en ese sentido hoy se conocen algunos comportamientos suyos más únicos que raros, como visitar de noche a sacerdotes enfermos o moribundos. Incluso después de su nombramiento como cardenal, Bergoglio siguió haciendo lo que hacía siempre. El kioskero que le vendía el diario –Luis Del Regno- recuerda que todas las mañanas, de lunes a sábado, lanzaba detrás del portón de hierro de la casa donde vivía el cardenal una bolsa de plástico con los principales diarios y revistas sujetas con una banda elástica. “A fin de mes el cardenal pasaba a pagar y me traía exactamente las treinta banditas”, cuenta Del Regno, y agrega: “Los domingos, a las 5.30, él pasaba por el kiosco, compraba el diario, charlaba unos diez minutos y se tomaba el colectivo 28 para ir a Lugano a dar mate cocido a chicos y a gente enferma”.

El 18 de marzo de 2013 el Papa Francisco hizo un llamado telefónico desde Santa Marta a Luis Del Regno, pero el diariero no se encontraba en ese momento y por eso habló con su hijo Daniel. Éste creyó que la persona que decía ser el “cardenal Jorge” era un amigo que le estaba haciendo una broma. “En serio, soy Jorge Bergoglio, te estoy llamando desde Roma”, escuchó que le decía la voz desde el otro lado, y después agrega: “Me preguntó por nosotros, por cada una de las personas de la familia, sobre todo por papá. Me pidió que rezara por él y al final me dijo que no le lleváramos más el diario porque… vos sabés lo que pasó…”.

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