“COMUNISTA, DEMAGOGO Y LIBERTINO”. Así lo catalogaban los militares brasileños. Para la Iglesia, podría ser beato. Dom Hélder Câmara, el obispo de las favelas, hacia los altares

Dom Helder Camara con madre Teresa en 1985
Dom Helder Camara con madre Teresa en 1985

La prensa local brasileña informa que la causa de beatificación del amado arzobispo de Recife, Dom Hélder Câmara (Fortaleza, 7 de febrero de 1909 – Recife, 27 de agosto de 1999) ha recibido en el Vaticano una primera opinión favorable, abriendo así el camino hacia la beatificación. Después de cumplir las formalidades necesarias, en 2014 el arzobispo de Olinda y Recife, Dom Fernando Saburido, entregó a la Congregación para la Causa de los Santos toda la documentación requerida junto con una solicitud de Nihil Obstat. El 13 de febrero el cardenal Prefecto Angelo Amato envió al arzobispo una carta en mérito al estado del proceso de beatificación del Siervo de Dios Dom Hélder, comunicándole que había recibido, en el mes de junio de 2014, la solicitud de Nihil Obstat para dar comienzo a la causa a nivel diocesano, y que en consecuencia se encontraba “a la espera de la opinión de varios Dicasterios para avanzar en el proceso de beatificación de este Siervo de Dios”.

Dom Hélder – así llamaban todos al pequeño y frágil sacerdote, querido y famoso en toda América Latina- nació en 1909 en una modesta familia y era el undécimo de 13 hijos. Entró en el seminario muy joven y fue ordenado sacerdote cuando tenía 22 años (15 de agosto de 1931). Durante cinco años estuvo muy cerca de instituciones y asociaciones religiosas y laicales conservadoras e incluso de signo integrista. Es un período de su vida que el mismo Dom Hélder consideraba “un error de juventud, fruto de pasiones y no de razonamientos”.

El cambio comenzó en Rio de Janeiro, ciudad donde Pio XII lo nombra obispo auxiliar el 3 de marzo de 1952 (tenía 43 años), recibiendo la ordenación episcopal el 20 de abril de 1952. Aquí, como él mismo recordó muchas veces, el nuevo obispo “descubre no tanto la pobreza cuanto los pobres”. Y de este “encuentro con los pobres”, relatará después, nació la idea del Banco de la Providencia de San Sebastián, que ayudaba precisamente a los pobres, marginados y descartados. En Río, capital de Brasil en esa época, organizó el 36º Congreso Eucarístico Internacional y la Conferencia Nacional de los Obispos Brasileños (CNOB), de la cual fue un activo Secretario general. Participó en el Concilio Vaticano II ofreciendo notables aportes en el ámbito de la promoción humana y después, en América Latina, sus reflexiones teológicas y pastorales fueron decisivas para la definición de la opción preferencial por los pobres.

Fue nombrado arzobispo de Olinda y Recife el 12 de marzo de 1964 por Pablo VI, diecinueve días antes del atroz golpe militar brasileño que cambió para peor por lo menos durante dos décadas el rostro de toda la región latinoamericana. La reacción del nuevo arzobispo fue perentoria y decidida: manifestó públicamente un fuerte apoyo a la Acción Católica diocesana que había condenado el golpe y eso, obviamente, le valió de inmediato la acusación de “comunista, demagogo y libertino” de parte de las nuevas autoridades militares. El gobernador local prohibió a Dom Hélder hablar en público fuera de las paredes de la iglesia, y cada vez que predicaba, sus homilías eran grabadas impúdicamente por la policía política, que se ubicaba con el grabador bien a la vista cerca del arzobispo. Dom Hélder eligió entonces una nueva vía: escribir y dar conferencias en el exterior. Publicó 23 libros traducidos a más de 20 idiomas. Tomó parte en decenas de encuentros y conferencias en todo el mundo y en 1970, en París, tuvo el coraje de denunciar el uso sistemático de la tortura en su país así como la existencia de miles de prisioneros políticos, muchos de los cuales se encontraban en el anonimato.

Dejó la diócesis el 2 de abril de 1985 porque había alcanzado el límite de edad, pero siguió viviendo en la casa popular -donde se había mudado al comienzo de su ministerio episcopal-, en Recife hasta su muerte, el 27 de agosto de 1999, cuando tenía 90 años.

Dom Hélder escribió más de dos mil breves pensamientos poéticos, entre ellos:

-Si le doy de comer a los pobresme dicen que soy un santo. Pero si pregunto por qué los pobres pasan hambre, me dicen que soy comunista.

- Si no tienes una tabla para tirar al agua, sé tú mismo una tabla viva para tus hermanos náufragos.

- Cuando sueñas solo, sólo es un sueño; cuando sueñas con otros, es el comienzo de la realidad.

- Feliz el que entiende que es necesario cambiar mucho para ser siempre el mismo.

- Estoy seguro que ciertos pasajes del Evangelio serían censurados. Por ejemplo, el canto revolucionario del Magníficat. El Magníficat es inquietante, es grave, ¡es sedicioso! Está en contra del orden establecido por los ricos y los poderosos.

- Sin humildad y sin amor no se puede dar un solo paso en el camino del Señor. Con las pequeñas cosas Cristo hace grandes cosas. Sin humildad, se mira hacia abajo desde lo alto de la propia perfección y no se comprenden, no se imaginan siquiera las maravillas que Cristo saca de la debilidad humana, y eso es ridículo.

- Hay que amar las pequeñas humillaciones. Una pequeña humillación, por ejemplo, es cuando uno pone en un trabajo todo su esfuerzo, toda su inteligencia, todo su amor y ese trabajo es recibido con indiferencia, fríamente, como si uno no hubiera puesto todo el corazón. Ocurre. El Señor me ha hecho descubrir que no se llega a la verdadera humildad sin grandes humillaciones, sin humillaciones inmensas.

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