CUBA ES EL ADVERSARIO NÚMERO 1 DE LA MARIHUANA. El Gobierno está muy lejos de liberalizar el consumo. Y se opone al “mito de la droga liviana sin efectos relevantes de dependencia”

Aeropuerto internacional José Martí
Aeropuerto internacional José Martí

A esta altura ya resulta muy claro. La histórica aversión del gobierno cubano por la marihuana (y a las drogas en general) ha resultado incluso más fuerte que el encono contra su ex archienemigo del norte. Es evidente que en el tema de la marihuana no se perfila ninguna apertura, todo lo contrario. Según las autoridades de la isla, la marihuana sigue siendo una droga pesada con efectos devastadores y es un grave error liberalizar el consumo de la misma (o tener la intención de hacerlo).

El órgano de prensa oficial Granma publicó las declaraciones del presidente de la Comisión Nacional de Ética Médica, el doctor Ricardo González: “La marihuana es una droga dura que se incluye junto al alcohol y otras, entre las primeras sustancias psicoactivas capaces de transformar notablemente el comportamiento humano”.

González – médico con treinta años de experiencia en el tratamiento de adictos y que en Cuba es considerado una autoridad en la materia- arremetió contra todos aquellos que luchan por la legalización de la droga. “Quienes proponen la legalización, no pueden, por su perfil profesional, valorar la repercusión en el hogar, laboral y comunitaria de los efectos cerebrales de esta droga, al bloquear el cerebro racional y liberar las estructuras y funciones más primitivas”, explica. Y sigue diciendo: ““Hay hoy suficientes informaciones científicas actualizadas sobre el desencadenamiento de esquizofrenia, deterioro cognitivo, acción cancerígena y violencia sorpresiva a consecuencia la marihuana”. Por esa razón, afirma el Dr. González, “debe caer el mito de que es una droga blanda sin efectos determinantes de adicción y dependencia”.

Ni siquiera la decisión del ex presidente uruguayo Pepe Mujica –que goza de gran popularidad en la isla- de liberalizar en 2013 la marihuana pudo hacer cambiar de idea al gobierno cubano y sus expertos. Y probablemente tienen buenas razones, porque en Cuba el consumo de drogas, aunque no constituye un problema social como ocurre en gran parte de los países de América Latina, ha ido creciendo en los últimos años. Aunque el control de puertos y aeropuertos es extricto y la venta y cultivo están severamente prohibidos, grandes cantidades de droga ingresan al país, a menudo como un efecto colateral de la intensa actividad del narcotráfico en la ruta que une Estados Unidos y Sudamérica. Un problema que no habrá que perder de vista y uno de los tantos que será necesario monitorear en esta nueva fase de las relaciones entre los dos países.

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