ARGENTINA: LLEGA EL “NIETO RECUPERADO” NÚMERO 119. La madre está viva y lo encontró 38 años después de su nacimiento. Fue secuestrada en junio de 1975 y puesta en libertad dos años después

Mario Bravo en la conferencia de prensa el martes 1 de diciembre
Mario Bravo en la conferencia de prensa el martes 1 de diciembre

Es el quinto caso en la historia tan argentina de los “nietos recuperados”, como llaman las indomables Abuelas de Plaza de Mayo a los hijos de sus hijas o hijos que fueron secuestrados en los años de la dictadura militar y de los que nunca más se supo nada. Un destino que tuvieron miles de argentinos entre 1976 y 1983. Esta vez –la número ciento diecinueve- no fue igual que las 118 anteriores. Mario Bravo recuperó a su madre a los 38 años. Y delante de los ojos llenos de lágrimas de los que asistían a la escena, dijo pocas palabras, de esas que se graban en la memoria del que escucha: “Tengo la suerte de haber encontrado a mi mamá viva. Ese es un milagro”, dijo el hombre de 38 años, que transcurrió la mayor parte de su vida en Las Rosas, un pueblo de la provincia de Santa Fe a seiscientos kilómetros de Buenos Aires. “Y cuando te encontrás con tu mamá, es emocionante. Y pensás que también te buscaban, que le faltaste a esa familia durante todos esos años”, siguió diciendo. Tiene una mirada llena de esperanza en el futuro: “Ahora hay que ser positivo, pensar para adelante. Lo que pasó es muy feo pero ya está”.

Las Abuelas de Plaza de Mayo contaron la historia de Sara, su madre, en su página web. En 1975 trabajaba en un hotel de la ciudad de Tucumán, en el norte de Argentina, donde vivía con sus dos hijas, de uno y tres años. Una mañana de julio, cuando volvía del trabajo, la interceptó un auto en la puerta de su casa. La obligaron a subir y la llevaron a una comisaría para trasladarla después a la Jefatura de Policía de la Provincia. Finalmente terminó en la cárcel de Villa Urquiza. Sara estaba embarazada de pocas semanas, pero eso no cambió su suerte. Entre mayo y junio de 1976 nació su hijo en la enfermería de la cárcel. Solo pudo conservar el recuerdo de un llanto. Mario le fue quitado inmediatamente y ella siguió en la cárcel como detenida-desaparecida cinco meses más. Fue liberada en noviembre de 1976 junto a un cañaveral y desde allí caminó hasta el Hospital del Carmen, donde permaneció internada hasta que pudo volver a su casa.

Pasaron los años y en 2004 una persona conocida la puso en contacto con la Secretaría de Derechos Humanos de Tucumán. Posteriormente intervino la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y allí comenzó a actuar la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI). Este organismo, cuya función es la búsqueda de desaparecidos, abrió una investigación y tomaron muestras de su sangre. La muestra fue depositada en el Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG). Sara siguió su vida normal, sin saber nada de su hijo. Al mismo tiempo, Mario comenzó su propia búsqueda. Sospechaba que los padres que lo criaron no eran los biológicos. El certificado de nacimiento fechado en 1977 en una localidad de la provincia de Santa Fe no lo convencía. En febrero de este año se puso en contacto con la filial de Abuelas de Plaza de Mayo de Rosario, la segunda ciudad del país, ubicada entre la capital Buenos Aires y Santa Fe. Las Abuelas reunieron toda la información sobre su caso y lo presentaron ante la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad. En agosto tomaron una muestra de sangre entrecruzando luego los datos genéticos obtenidos con los que están depositados en el Banco Nacional de datos genéticos. El 19 de noviembre llegó la confirmación sobre la identidad de su madre.

“Ahora tengo seis hermanos, sobrinos… y mucho gasto para Navidad”, bromea Mario, haciendo referencia a las dos hermanas de sangre y los cuatro “adoptivos”. A una radio local le dijo que en estos días había hablado con su madre: “Está rememorando momentos muy duros y me cuenta que recuperó la libertad después de dos años de cautiverio, pero siempre amenazada para que mantenga silencio sobre lo ocurrido”. “Ella me dijo: “Hoy escucho tu voz, y cuando naciste sólo escuché tu llanto, no sabía si eras varón o nena”.”

Sara viajó a Buenos Aires sin haber visto todavía a su hijo. Llegó el lunes después de 20 horas de ómnibus para recorrer 1300 kilómetros. “Le tiene pánico a los aviones”, explicó su hijo. De la suerte del padre no se sabe nada.

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