REHABILITACIONES BRASILEÑAS: EL PADRE CÍCERO, DE IMPOSTOR A SANTO. Parolin: “Una fe simple en sintonía con su pueblo”. Boff: “Un modelo de santidad en la línea de Romero”.

Indígenas de la etnia pankarau en peregrinación con el retrato del padre Cícero a Juazeiro do Norte, en Brasil - Foto AP Leo Correa
Indígenas de la etnia pankarau en peregrinación con el retrato del padre Cícero a Juazeiro do Norte, en Brasil - Foto AP Leo Correa
Tuvieron que pasar muchos años para que cicatrizara la herida abierta por la suspensión del padre Cicero Romao Batista, pero la rehabilitación llegó a la diócesis brasileña de Crato el domingo 13 de diciembre de 2015. Durante la homilía en la catedral de Cariri, el obispo, monseñor Fernando Panico, declaró: “Hoy, en ocasión de la apertura solemne de la Puerta Santa de la Misericordia en esta Catedral de Nuestra Señora de la Peña, quiero anunciar con alegría un gesto concreto de misericordia, de atención y de cariño del Papa Francisco para con nosotros: la Iglesia Católica se reconcilia históricamente con el padre Cícero Romao Batista”.
Me entrevisté con Leonardo Boff, uno de los principales representantes de la Teología de la Liberación, para preguntarle qué piensa de esta decisión: “La rehabilitación vaticana solo fue posible gracias al Papa Francisco. Para el pueblo y para los pobres el padre Cícero es un santo y como tal lo veneran. Él vivió siempre apoyando a los pobres, de manera especial contra los poderosos de aquel tiempo. Se dedicó completamente a una pastoral popular, no tanto sacramental cuanto rica de consejos y de consuelo para las víctimas. Y eso forma parte de la manera de entender el Evangelio que tiene el Papa Francisco. No tantas doctrinas sino misericordia y ternura para los pobres”.
La memoria del padre Cícero, dice la carta firmada por el cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado de la Santa Sede, recuerda su obra pastoral de evangelización popular. Y agrega: “Es innegable que el padre Cicero a lo largo de su existencia vivió una fe simple, en sintonía con su pueblo, y por esa razón desde el principio fue comprendido y amado por ese mismo pueblo”. ¿Entonces por qué su persona creaba problemas a la Iglesia Católica? “Ese es un tema muy importante –explica Boff. El padre Cícero no era un sacerdote convencional y dedicado solo a la sacramentalización del pueblo cristiano, como era práctica común hasta Pío X. Para el padre Cícero lo importante era estar junto a los pobres, escucharlos, hacerles sugerencias, sostenerlos en la esperanza. Vivía el ideal del sacerdocio que propone el Papa Francisco: hacer la revolución de la ternura, vivir la fe como un encuentro con los otros y llevarlos a Cristo”.
El padre Cícero llegó a Juazeiro do Norte, en el noreste brasileño, en 1871. Muy pronto se convirtió en el referente espiritual de esa población, conquistó la amistad de la gente y se comprometió en la lucha contra el alcoholismo y la prostitución ampliamente difundidos. También organizó un grupo de oración con las mujeres piadosas. En 1889, mientras repartía la comunión, brotó una partícula de sangre cuando se la estaba dando a María de Araujo. El hecho se repitió varias veces e inmediatamente la gente empezó a hablar de milagros. El obispo suspendió al joven sacerdote. A pesar de su viaje a Roma, el padre Cícero fue condenado a no poder celebrar misa y denunciado como impostor. Pero él no se detuvo y siguió sus actividades fundando escuelas y horfanatos. Recibía el apoyo de mucha gente y donaciones que él siempre convertía en obras de misericordia. El pueblo consideraba que había sido injunstamente castigado y posteriormente asumió un rol social y político convirtiéndose en alcalde de Juazeiro en 1913. Hasta la actualidad una multitud de peregrinos acuden devotamente a visitar su tumba. Le pregunto a Boff si esta rehabilitación todavía molesta a alguien.
 “Creo que ahora la situación ha cambiado. El padre Cícero es tan importante para el pueblo que se ha convertido en un símbolo nacional. Los obispos también lo defienden y lo proponen como un sacerdote que se adecúa al tipo de cultura popular, especialmente en el noreste, pero también para el que quiere trabajar con los pobres. Todos están contentos de que Roma haya comenzado un nuevo camino y  retirado los obstáculos que eran de orden político más que de orden doctrinal. Es un modelo de santo que Francisco quiere señalar a la Iglesia, en la misma línea que el obispo Romero y el obispo de Chiapas, monseñor Samuel Ruiz, cuya tumba irá a visitar el Papa en su próxima visita a México. Samuel Ruiz fue un obispo perseguido por el Vaticano, sobre todo por los dos últimos Papas. El amaba y vivía para los indios y los pobres. Había encarnado la evangelización y la liturgia en la cultura indígena, y para Roma, totalmente eurocéntrica, era un escándalo”.
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