HAITI. EL ÚLTIMO DE LOS ÚLTIMOS. De crisis en crisis, esperando al Papa Francisco. Entrevista a Fiammetta Cappellini, de la organización no gubernamental italiana AVSI

Fiammetta Cappellini
Fiammetta Cappellini

Está por cumplirse el tercer aniversario y en la agenda oficial y oficiosa de viajes papales no figura Haití, el más castigado y desamparado de los países de América Latina. ¿Alguna noticia al respecto? “Todavía no, lamentablemente, ¡pero nos gustaría mucho! ¡Los haitianos estarían felices!” exclama Fiammetta Cappellini, 42 años, responsable del proyecto de la Ong italiana AVSI, que se radicó en el castigado país del Caribe en 2006. Ya había estado antes, en una etapa exploratoria, con las hermanas de la Madre Teresa de Calcuta.. El 13 de enero de 2010, cuando se produjo la primera sacudida del terremoto que prácticamente arrasó Port-au-Prince, la capital, Fiammetta estaba en su oficina, y ya nunca más se fue de Haití. En aquel momento la ex colonia francesa y una de las primeras naciones de América que declararon su indenpendencia, estaba gobernada por el ex sacerdote Jean Bertrand Aristide. Ha pasado mucha agua bajo el puente, pero no lo suficiente para limpiar la espesa costra de miseria que convierte a Haití en el más pobre de los países pobres del mundo. Es verdad que desde el principio de su pontificado el Papa argentino estuvo atento a la situación del país. “Haiti recibió con entusiasmo la elección de monseñor Langloise como cardenal, que el Papa Francisco anunció el día del cuarto aniversario del terremoto. ¡Monseñor Laongloise es el primer cardenal haitiano de la historia de la Iglesia! Los haitianos saludaron con entusiasmo y grandes festejos esta elección. Consideran que es un signo tangible de la atención que presta el Papa a su tierra. Desde entonces, el nuevo Papa está en sus corazones.

A ti personalmente, ¿qué es lo que más te ha impactado en estos tres años?

La reflexión que hice más a menudo en estos tres años es que verdaderamente el Espíritu sopla: hemos recibido el regalo de un Papa que sabe dar a la Iglesia y a todos los creyentes lo que realmente necesitamos. Hace tres años había cientos de hipótesis, infinitas discusiones. En determinado momento parecía que la elección del nuevo Papa era una cuestión de equilibrios de poder, de votos y de negociaciones. En cambio, comenzó un pontificado inesperado, que no deja provocar asombro y de dar mensajes llenos de coraje. Creo que es un signo muy grande e importante para todos nosotros, para todos los fieles.

Personalmente no dejan de impresionarme día tras día las enseñanzas y el mensaje de humildad que vienen de este Papa, la invitación a volver a los orígenes y a las verdades más profundas de nuestra fe.

Terremotos, epidemias, huracanes, y ahora la sequía…

Lamentablemente Haiti es un país que sufre, hoy como ayer. A veces realmente parece que la naturaleza se ha ensañado contra esta tierra. Pero sería un error pensar que es la naturaleza o la suerte la causa principal y la razón de tanta pobreza. Lamentablemente hay que admitir que una gran parte de la responsabilidad se debe imputar a los seres humanos, al egoísmo de una administración que no da suficiente importancia a la protección de la población y del país, que no apunta al futuro y que permite que prevalezcan intereses personales por encima del bien común. Hoy Haití es un país que continuamente debe hacer frente a nuevas dificultades, pero también es un país que todavía no ha encontrado dirigentes capaces de encaminarlo hacia un futuro mejor.

Ya pasaron seis años desde que ocurrió el terremoto, uno de los más devastadores de este siglo en América Latina. Tú te encuentras en Haití desde hace diez años, has vivido el antes y el después, y sigues estando. ¿Qué se ha hecho? ¿Cuán profundas son todavía las heridas?

La solidaridad de la comunidad internacional y el gran coraje de los haitianos para afrontar la catástrofe del terremoto de 2010 permitieron salir adelante después de una destrucción tan tremenda. Las consecuencias materiales y más visibles del terremoto tuvieron una respuesta y se puede decir que Haití fue reconstruida. Sin duda se hizo muchísimo y sin duda también se podría hacer más y mejor, pero de todos modos el país volvió a ponerse de pie. Los problemas que hoy afligen a la población son más bien herencia de una situación que ya era muy difícil antes del terremoto, y no una consecuencia directa de la catástrofe. Pero las heridas del alma no son tan fáciles de curar. En la conciencia de los que vivieron los días terribles del terremoto queda un quiebre, una fractura que tal vez no sane nunca del todo.

¿Por qué Haití no logra tener un presidente?

La situación política es muy compleja. En este caso, la dificultad para elegir un nuevo presidente está relacionada con la impugnación de los resultados electorales de la primera vuelta. Los problemas principales y más generales se deben a la debilidad del sistema electoral y a la falta generalizada de transparencia. Para los haitianos el Presidente de la república es una figura importantísima y no están dispuestos a aceptar un resultado electoral poco confiable y que parece manipulado, así como no están dispuestos a aceptar una segunda vuelta con un candidato único. La solución de este impasse no será rapida.

¿De qué manera influye la inestabilidad institucional en la vida del país?

La situación de inestabilidad tiene efectos graves en la situación económica y en la situación social. Los indicadores económicos están sufriendo una flexión importante, la moneda pierde valor continuamente y Haití importa prácticamente todo del exterior, por eso los precios suben progresivamente, empobreciendo a la población. La inseguridad ha crecido muchísimo y se han multiplicado los episodios de violencia y de delincuencia. La población padece esta situación, sobre todo las franjas más débiles y vulnerables.

¿Puedes explicar a un lector de manera comprensible la crisis con República Dominicana?

En las últimas décadas la presión de la inmigración de los haitianos hacia República Dominicana fue progresivamente en aumento. Los dos países comparten la misma isla, pero tienen una historia muy diferente, lengua y tradiciones muy distintas y una trayectoria de desarrollo que no tiene casi ningún punto en común. La República Dominicana ha tenido en los últimos 30 años un fuerte desarrollo relacionado principalmente con el sector turístico, que la alejó más todavía de Haití y sus problemas. Los episodios de hostilidad entre las dos poblaciones siempre fueron frecuentes, los haitianos acusan a los dominicanos de maltratar a los inmigrantes de origen haitiano, reduciéndolos a condiciones de semi esclavitud, y de hecho segregándolos y explotándolos; los dominicanos acusan a los inmigrantes haitianos de inmigración ilegal, de delincuencia y de no buscar la integración; de bajar la calidad de vida y de comprometer la seguridad del país.

Hace más de un año la República Dominicana modificó la legislación sobre la nacionalidad, que antes se definía por el derecho de suelo, revocando la nacionalidad dominicana adquirida a los nacionalizados de origen haitiano cuyos padres no hayan sido legalmente ciudadanos dominicanos. El procedimiento, retroactivo, privó de la nacionalidad pero también de sus derechos a decenas de miles de inmigrantes, sobre todo de origen haitiano. Después comenzaron la repatriaciones forzadas de miles de personas hacia Haití. Estas personas por lo general nacieron y crecieron en República Dominicana y ya no conservan ningún lazo con Haití, incluso no hablan la lengua ni conocen la cultura. Los devuelven a un país donde no cuentan con una red social de contención, donde no saben a dónde ir, de qué vivir, y donde la tasa de desocupación es altísima y la reinserción social muy difícil. El gobierno haitiano y la población reaccionaron con violencia a estas decisiones, que no fueron revocadas a pesar de las protestas incluso internacionales. El gobierno haitiano implementó medidas restrictivas y de hecho punitivas para los productos dominicanos importados por Haití (que es un mercado muy importante), reduciendo drásticamente el intercambio comercial entre los dos países. Hasta la actualidad la crisis no se ha resuelto y las repatriaciones continúan.

El 15 y 16 de febrero las diócesis limítrofes entre Haití y República Dominicana publicaron un mensaje donde se insiste en el deber de acogida de los prófugos, “de los migrantes, los refugiados, los repatriados, los indocumentados, los deportados, vale decir los más vulnerables”. También se habla de “Concretar proyectos para mejorar las condiciones de vida en las zonas fronterizas”. ¿De qué están hablando?

Las repatriaciones forzadas están dando vida en las zonas fronterizas a nuevos asentamientos que carecen de todo tipo de infraestructuras, destinados a transformarse en villas de emergencia. En estas zonas la población vive en extrema pobreza y es víctima de abusos y de violencias de todo tipo. La Iglesia está pidiendo a voces que se tomen medidas urgentes para esta gente y para darles una vida digna en el respeto de sus derechos.

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