ARGENTINA, IGLESIA Y DICTADURA. ESPERANDO LA APERTURA DE LOS ARCHIVOS VATICANOS. Los padecimientos del Nuncio Pio Laghi

Monseñor Laghi con Juan Pablo II
Monseñor Laghi con Juan Pablo II

Entre las muchas y complejas verdades que podrían salir a la luz con la apertura de los Archivos vaticanos, referidos al período de las cuatro Juntas Militares que entre 1976 y 1983 gobernaron la Argentina con ferocidad inaudita, sin duda la dolorosa historia del Nuncio en Buenos Aires, el arzobispo Pio Laghi, será una de las más interesantes, útiles y necesarias. Pio Laghi llegó a Buenos Aires, acreditado como Nuncio del Papa, el 1 de julio de 1974, el mismo día de la muerte del presidente Juan Domingo Perón, y concluyó su misión diplomática el 21 de diciembre de 1980. Fueron casi seis años de dolor y sufrimiento que marcaron su vida para siempre. Pero en aquel  momento él no sabía que solo era el comienzo. Lo descubrió en el Vaticano, siendo ya cardenal y Prefecto de la Congregación para la Educación Católica, la mañana del 23 de marzo de 1997, cuando abrió el Corriere della Sera. En la página 10, el diario italiano ofrecía a sus lectores un amplio reportaje titulado “Cardenal y verdugo”. El subtítulo agregaba: “Argentina – Pio Laghi acusado de ser parte integrante de la dictadura militar argentina”. Ese día terrible comenzó una agresiva campaña de prensa internacional contra Pio Laghi, que a fuerza de machacar lo convirtió prácticamente en un monstruo. En esas denuncias, que imputaban al Nuncio haber tomado parte en el “secuestro, tortura y homicidio de miles de personas”, estuvieron en primera fila las Madres de Plaza de Mayo, numerosos políticos y órganos de prensa, de América Latina y de Europa. El 4 de mayo de 1997 la Presidente de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, junto con Marta Badillo y el abogado Sergio Schocklender, anunciaron que habían presentado un pedido de juicio porque según afirmaban, Laghi “visitaba asiduamente los centros de detención clandestinos y permitía las torturas y ejecuciones que allí se realizaban”. La presentación se hizo ante los Tribunales de Roma el 21 de mayo de 1997, día en que el purpurado cumplía 75 años.

Los tiempos de la misión del Nuncio Laghi. Pio Laghi fue Nuncio en Buenos Aires desde julio de 1974 hasta diciembre de 1980, período que abarca los veinte meses del gobierno de Isabelita Perón -la viuda que, como Vicepresidente del país, asumió el cargo después de la muerte de su esposo (1º julio de 1974 – 24 de marzo de 1976)- y casi cuatro años de la dictadura de Videla y sus camaradas. En estos años el arzobispo Laghi debió hacer frente a situaciones y fenómenos graves y complejos. En primer lugar, la crisis político-institucional que se produjo cuando Isabel Perón, persona incapacitada para gobernar, cayó en manos de personajes seriamente discutibles, como su secretario personal José López Rega. López Rega financió secretamente con dinero del Estado la Alianza Anticomunista Argentina, estructura utilizada para combatir las diversas agrupaciones armadas del extremismo de izquierda (Montoneros, Ejército Revolucionario del Pueblo, Uturuncos, Fuerzas Armadas Revolucionarias y otros). Al mortífero choque entre dos terrorismos, el insurreccional y el de Estado, se sumó, después del golpe de Videla, la represión inhumana y totalitaria de los militares, que oficialmente decían actuar en nombre del cristianismo para consolidar el “Proceso de Reorganización Nacional”. Por último, en esos años también incubaba bajo las cenizas la tentación de la guerra -tanto en Buenos Aires como en Santiago de Chile, donde gobernaba el dictador Augusto Pinochet-, que hubiera conducido a un enfrentamiento bélico devastador, y que san Juan Pablo II consiguió neutralizar con una larga y compleja mediación, gracias al trabajo extraordinario del cardenal Antonio Samoré.

Las 5 mil fichas de Pio Laghi. Monseñor Laghi siempre se defendió con firmeza y dignidad de todas las acusaciones, incluso de aquellas evidentemente infundadas. Muchas veces lamentó la imposibilidad de acceder a los Archivos, tanto del Vaticano como de la Nunciatura argentina donde, afirmaba, hay no menos de 5000 fichas redactadas por él mismo sobre víctimas de la represión. Bruno Passarelli y Fernando Elenberg, en su libro “El cardenal y los desaparecidos”, sostienen: “Laghi ayudó a salvar vidas humanas; ayudó humana y materialmente a muchos perseguidos; intercedió en favor de detenidos que, abandonados en sus celdas, podían desaparecer en la nada en cualquier instante, víctimas de la política de “Noche y Niebla” al estilo sudamericano, que practicaban los represores. También trató de ubicar dónde se encontraban algunos “desaparecidos”, para poder ofrecer un rayo de esperanza a su atormentados familiares. Criticó públicamente a la Junta Militar y siguió haciéndolo a pesar de haber recibido amenazas de muerte y de fuertes enfrentamientos con Obispos y capellanes militares que apoyaban al régimeny con los cuales, como Representante Pontificio, debía confraternizar y no enfrentarse”.

Estas afirmaciones se basan en numerosas investigaciones periodísticas que demuestran, para citar solo un dato, que en 1979 Pio Laghi pidió a las autoridades argentinas que informaran  sobre 2.388 ciudadanos, y a pesar de que efectivamente era amigo del almirante Emilio Massera –uno de los tres miembros de la Junta Militar-, el gobierno argentino lo declaró persona no grata en 1980 y se vio obligado a abandonar el país. En el libro citado dice: “Los testimonios (Ndr: sobre la obra humanitaria de Laghi) abundan. En una nota sin fecha, el Secretario de Estado Cardenal Jean Villot se refiere a un informe que Laghi le había enviado pocos días antes sobre la situación de un grupo de mujeres argentinas cuyos familiares habían sido secuestrados y estaban detenidos o desaparecidos. Allí dice: «Le estoy sumamente agradecido por las informaciones que nos ha proporcionado en relación con muchos otros casos en favor de los cuales esta Nunciatura Apostólica interviene, reiterada e incansablemente, ante las autoridades competentes, pese a la escasa atención que éstas le prestan»”.

Los conflictos en el Episcopado. Sumado a todas las graves y delicadísimas situaciones que el Nuncio Laghi debió afrontar durante su misión diplomática y eclesial que acabamos de exponer, aunque sea sumariamente, había otra aún más difícil y complicada para un servidor del Papa llamado, por misión y servicio, a defender y reforzar la unidad de los obispos del país. La compleja, intrincada y fragilísima situación de la Argentina había herido seriamente al cuerpo episcopal, que Laghi encontró dividido, belicoso y polarizado. La dictadura, pese a su carácter pagano y totalitario, declaraba actuar en defensa del cristianismo y específicamente del catolicismo, y sembró profundas divisiones y antagonismos entre los obispos, hasta el punto de que la mayoría del Episcopado consideró durante muchos años que la muerte de dos de ellos, asesinados por sus posiciones críticas -monseñor Angelelli (1976) y monseñor Ponce de León (1977)-, se debió a “simples accidentes en la ruta”.

Había obispos que confiaban ciegamente en los dictadores y les perdonaban todo, incluso los peores excesos. Había obispos radicalmente críticos, pocos, que sin embargo se expresaban con prudencia y cautela. Había obispos, la gran mayoría, que tomaron la discutible decisión de decir: “La política no nos concierne”. Y todas estas tensiones y diferencias se enmarcaban en una larguísima controversia sobre el Concilio Vaticano II, a cuyas conclusiones se oponían obstinadamente muchos prelados (llamados a la obediencia en varias oportunidades por el Papa Pablo VI). Y entre tanto, el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo cuestionaba severamente a la jerarquía. Otro de los temas delicados era la sucesión del Primado, el Cardenal Caggiano (1889-1979). Cuando san Juan Pablo II visitó durante pocas horas el país, buscando una solución para detener la guerra inminente entre Argentina y Chile, les dijo a los obispos: “La misión del obispo tiene siempre un aspecto que no tengo por qué disimular. Es fácil y puede ser cómodo a veces, dejar las cosas diversas abandonadas a su dispersión. Es fácil, colocándose en el otro extremo, reducir por la fuerza la diversidad a una uniformidad monolítica e indiscriminada. Es difícil, en cambio, construir la unidad conservando, mejor aún, fomentando la justa variedad. Se trata de saber armonizar valores legítimos de las diversas componentes de la unidad, superando las naturales resistencias, que brotan con frecuencia de cada una. Por eso, ser obispo será ser siempre artífice de armonía, de paz y de reconciliación” (12 de junio de 1982). Cinco años después, en el viaje de 1987, el Papa Wojtyla gritó: “¡Argentina, levántate!”.

Las verdades contenidas en los archivos que serán abiertos. Sin duda la apertura de los archivos vaticanos sobre el período de la dictadura argentina, 1976-1983, restablecerá la verdad sobre el Nuncio Pio Laghi, víctima él también de la “guerra sucia” y sobre todo de la prensa controlada por el régimen. En muchas oportunidades esa prensa le atribuyó frases, pensamientos o declaraciones que jamás hizo, o bien se presentaron distorsionados para que, como representante del Papa, pareciera que el Vaticano apoyaba las atrocidades de los dictadores; y al mismo tiempo no siempre publicaba sus desmentidas o aclaraciones. No hay duda de que así nació la leyenda negra sobre Pio Laghi, leyenda que muchos asumieron sin darse cuenta de que habían quedado atrapados en la red de mentiras de los dictadores. No solo por las víctimas de la “guerra sucia” y sus familiares, sino también por Pio Laghi, esperamos con confianza la apertura de los Archivos Vaticanos, que con toda probabilidad nos permitirán, por primera vez, leer documentos como la carta de Pio Laghi al cardenal Jean Villot de julio de 1976, una impactante ráfaga de verdad en medio de las mentiras que circularon durante décadas.

 

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ESTE ES UNO DE LOS DOCUMENTOS QUE SE ENCUENTRAN EN LOS ARCHIVOS VATICANOS

Informe del Nuncio monseñor Pio Laghi al cardenal Secretario de Estado, Jean Villot.

Buenos Aires, 13 de julio de 1976 N° 1510/76OGETTO: Conversación con el Ministro del Interior

A Su Eminencia el Sr. Card. JEAN VILLOT Prefecto del Consejo para los Asuntos Públicos de la Iglesia. Ciudad del Vaticano. (Con adjunto)

Eminencia,

Esta mañana estuve en la Casa de Gobierno donde me entrevisté con el General Albano Harguideguy, Ministro del Interior de la Argentina, con el cual conversé durante tres cuartos de hora. El principal tema que se trató fue el estado de los detenidos políticos, el secuestro y la eliminación de personas, al margen de la ley, y la violación de derechos humanos fundamentales. Después de la masacre de cinco Religiosos Palotinos, el Ministro mismo había manifestado el deseo de tener un encuentro conmmigo, y naturalmente yo estuve de acuerdo, considerando conveniente aprovechar esa audiencia para hablar también sobre los temas antes mencionados. Respecto del asesinato de los Palotinos, él me aseguró que prosigue la investigación para identificar a los autores; agregó que este hecho lamentable le ha producido al país un daño moral incalculable, “mucho mayor que el daño producido por la bomba que explotó en la Superintendencia de Policía y provocó 20 muertes y más de 60 heridos”; por eso, agregó, los responsables deben ser identificados y juzgados. Me confió después que tenía elementos para suponer que la mano asesina es “de extrema derecha”; ha dado órdenes a la Jefatura de Policía de hacer todo lo posible para esclarecer los hechos, a fin de “limpiar y rescatar la imagen del Cuerpo”.

Entregué al Ministro algunos folios donde había transcripto, según las distintas categorías, los nombres de los detenidos, los secuestrados y los desaparecidos cuyos familiares se habían dirigido a la Nunciatura para que nos interesáramos por ellos (Adjunto); he llamado la atención del Ministro sobre algunos casos que me parecen especialmente urgentes y merecedores de especial consideración, como el de los ingenieros de la Comisión de Energía Atómica, el director de cine Raymundo Glayser y el profesor Roberto Bergalli.

Harguindeguy me proporcionó luego detallada información sobre los sacerdotes que se encuentran detenidos, a disposición del Poder Ejecutivo o sometidos a juicio. Son 9, de los cuales 6 ya estaban en la cárcel antes del “golpe militar”; cinco están siendo juzgados y para ellos la Fiscalía ha pedido penas de hasta 8 años de reclusión; los otros cuatro quizás sean expulsados del país como “personas no gratas”, porque no son argentinos. Por último, hablamos sobre los refugiados y los  residentes no ciudadanos del Estado. Por una parte su presencia y su número, muy elevado, plantean serios problemas de seguridad para las autoridades nacionales, y por la otra tienen derechos inalienables. Sobre los detenidos no argentinos, le he recordado algunos casos que se mantiene “incomunicados” y no pueden recibir ni siquiera la visita del agente consular de su respectivo país, lo que es contrario al artículo 36 de la Convención de Viena sobre las relaciones consulares, de la que Argentina es signataria. El Ministro admitió que en algunos cuarteles militares como el de Rosario, cuyo jefe es el general Díaz Bessone –un tipo muy “duro”-, se verifican abusos de este tipo, y prometió que hará todo lo posible para remediarlo. Ante la angustia que he manifestado por los actos de violencia que cometen los “escuadrones” de derecha y los métodos inadmisibles de lucha contra la subversión, el Ministro estuvo de acuerdo conmigo en que “es necesario desarmar todos los grupos que actúan fuera de las leyes del Estado”.

Al  hacer este informe a Vuestra Eminencia aprovecho la circunstancia para expresarle mi más sincero aprecio, de Vuestra Eminencia devotísimo.

 (firma Pio Laghi)

Vatican Insider

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