DE LA GUERRA A LA POLÍTICA. El largo camino de la guerrilla colombiana. Ya hay un plan de tres puntos

Timochenko: “Nuestra tarea no es disparar sino hacer política”
Timochenko: “Nuestra tarea no es disparar sino hacer política”

Llegar a Bogotá, pero sin armas. “La vida se ha ido en guerras mientras tratábamos de construir una idea de sociedad. Pero con la guerra no logramos aquel objetivo de poder. Hemos madurado y comprendimos que es necesario encontrar la paz”. Habla con nostalgia, el comandante Byron. Y resume el cambio que se ha producido este año en La Habana: el paso definitivo de la guerra a la política. Caracterizado por los encuentros –mientras la Mesa de negociaciones ajusta los últimos detalles del acuerdo- con decenas de personalidades políticas del país y del continente, como el ex presidente de Uruguay Pepe Mujica, las delegaciones de los movimientos de izquierda, los ex alcaldes de Medellín y Bogotá.

El cambio lo nota cualquiera que haya tenido contacto en los últimos tiempos con los jefes de la guerrilla: hablan y actúan cada vez más como dirigentes de un partido que como hombres de guerra. Ya terminó la época de los discursos incendiarios y llegaron las declaraciones moderadas ante las cámaras.

La transformación comenzó hace tiempo y fue tomando forma en estos tres años de negociaciones que (además) sirvieron para que los jefes dejaran de hacer cálculos de guerra y pasaran a los que son propios del compromiso y los acuerdos. El jefe máximo Tomoleón Jiménez, más conocido como Timochenko, ahora dice: “Nuestra tarea no es disparar sino hacer política, darle conciencia a la gente”.

Ya tienen preparado un plan que se puede resumir en 3 puntos: 1) Crear un movimiento amplio, que vaya más allá de la izquierda y estar dispuestos incluso a lograr convergencias amplias para garantizar el cumplimiento de los acuerdos. 2) Extender la actividad electoral a las ciudades. 3) No abandonar las zonas –como los Llanos del Yarí- donde las FARC ya son fuertes y detentan un poder considerable.

Para ponerlo en práctica, piden reglas electorales claras e inclusivas. Un acuerdo político de amplio alcance para que nadie –ni ellos ni los otros- usen nunca más las armas para hacer política. El gobierno está de acuerdo y habla de la posibilidad de pactos regionales para la convivencia. Porque el proceso de paz, en definitiva, consiste precisamente en eso: permitir –con las correspondientes garantías- que las FARC puedan hacer política.

¿Pero Colombia lo entiende? ¿Y está dispuesta a aceptarlo?

En las encuestas, la imagen de las FARC se encuentra en el mínimo histórico. Las figuras más visibles están asociadas con crímenes graves, que hace imposible presentarlos como candidatos. Muchos de ellos tienen juicios y condenas pendientes. Sin embargo, los guerrilleros no aceptan esa realidad. Hablan de un complot de los medios de comunicación. Ningún tipo de autocrítica, de verdadero arrepentimiento, de plena comprensión de las razones de las víctimas. Quieren entregar las armas, pero en secreto. Y de esa manera la desconfianza y la brecha con la opinión pública, aumenta. Mientras, el tiempo apremia: con las elecciones de 2018 en el horizonte, cuanto más se postergue la firma del acuerdo y la entrega de las armas, menos tiempo habrá para organizar el movimiento político. Aunque las condiciones favorables no faltan. “Las FARC golpearán la herida sangrante del establishment”, adviritió el jefe de los negociadores del Gobierno, Humberto De la Calle. Se presentan en un escenario de pérdida de credibilidad de la política y de la justicia, en un país cada vez más desigual. Tienen el espacio necesario para crecer, si son capaces de modernizar su discurso y de hacer propuestas apropiadas para la Colombia de 2016.

No será fácil. Y los guerrilleros del Frente Oriental “Jorge Briceño”, en los Llanos del Yarí donde comenzó este relato, siguen teniendo siempre el mismo miedo: que los maten. Que los paramilitares aumenten en número y fuerza. Que prevalezca la sed de venganza. Que el gobierno no respete los pactos. Que los dejen solos. También hay algunos que temen que, sin las FARC, ciertas zonas como los Llanos se conviertan en un caos. Y que la paz de mañana termine siendo peor que la guerra de ayer. Evitar que eso ocurra es el verdadero desafío de la transición que comenzó en La Habana.

 (3/3. Fin)

Libre reelaboración de la serie de reportajes del semanario colombiano Semana, titulado “Los últimos días de la guerra”. El artículo original se puede leer aquí.

La galería di fotografías del frente “Jorge Briceño” se puede ver aquí.

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