OLIMPÍADAS. ¿Y CUANDO TERMINEN LOS JUEGOS? La revista mexicana Nexos se pregunta qué ocurre con las sedes una vez que los reflectores se apagan.

Reflectores encendidos en Río de Janeiro
Reflectores encendidos en Río de Janeiro

Sarajevo tiene una justificación, dolorosísima: pocos años después de los Juegos de 1984 empezó la guerra. Entonces, ante un estadio recién estrenado que se usa como cementerio, solo cabe hacer silencio y, para el que cree, rezar. Pero sobre otras infraestructuras olímpicas que se construyen para la ocasión y quedan abandonadas a su suerte, algo se puede decir. A menudo las solas imágenes hablan: el estadio de softball de Atenas 2004 y la arena de beach volley de Beiging 2008 son dos pequeños ejemplos. Piscinas, estadios, instalaciones para tiro al arco,  kayak y otros deportes fascinantes pero de todos modos de elite. Apenas se apagan los reflectores y miles de cámaras llegadas de todo el mundo, empiezan a crecer la herrumbre y las malas hierbas.

Uno de los temas más debatidos en la Expo de Milán, que de hecho es una ciudad dentro de la ciudad («¿Qué haremos con estos inmensos pabellones?») se vuelve a plantear para las Olimpíadas de Río de Janeiro. Hoy relucen, por lo menos los que se terminaron a tiempo; mañana, quién sabe.

Nexos, revista cultural mexicana, se pregunta –y lo hace críticamente- qué ocurre con las sedes olímpicas cuando ya se entregaron todas las medallas y terminaron las competencias. Empezando por Sydney 2000: «Australia nunca obtuvo los beneficios que prometió el comité organizador – escribe Esteban Illades -. El turismo internacional se mantuvo igual que antes – 2.5 millones de visitantes anuales -, cuando se esperaba que aumentara a incluso 10 millones por año». Y el impacto económico de los Juegos de Beijing 2008, sigue diciendo el artículo, «fue casi insignificante». Pero el caso más paradigmático sigue siendo el de Atenas 2004, con un costo realista, aunque no oficial, «entre 14 y 15 mil millones de euros, cuando el presupuesto original era de cuatro mil millones y medio». No es un juicio aislado, considerando que en 2012 Il Sole 24Ore, diario de los industriales italianos, definió las olimpíadas en Grecia como «el comienzo del default». Y no solo por la villa olímpica de 240 millones de euros, que quedó abandonada a su suerte. No especialmente feliz, como se puede suponer.

Por lo tanto hay buenos motivos para que algunos países, poco a poco, vayan desentendiéndose por propia decisión de la candidatura a los cinco círculos. El comité “No Boston Olympics” rechaza todas las previsiones optimistas de los que querrían en 2014, 28 años después de Atlanta, que los Juegos Olímpicos volvieran a Estados Unidos. ¿El turismo? «La mayoría de los hoteles de Boston ya cubren en verano más del 90% de su capacidad». Después hay una cuestión de principios: «Cada dólar invertido para un velódromo es un dólar que no se usa para reparar baches o pagar los agentes de policía». Debido a ésta y otras presiones (sobre todo la del alcalde Martin Walsh: «Sin garantías, no puedo comprometerme a arriesgar el dinero de los contribuyentes») el comité olímpico estadounidense ha retirado su candidatura, dejando abierta solamente la posibilidad de un cambio de último momento para Los Ángeles, que ya fue teatro de los Juegos en 1932 y 1984, y en ese caso cerraron con un activo de 215 millones de dólares para el comité organizador. Eran otros tiempos. Lo sabe muy bien Italia, que se presentó para albergar los Juegos de Invierno en Torino hace diez años. Un reportaje del Corriere della Sera hizo un inventario de todas las instalaciones que quedaron abandonadas. La pista de bob pasó a la crónica por el robo de cobre (después el cobre se terminó y se terminaron los robos) y los trampolines pasaron al olvido. La villa olímpica, que costó 145 millones de euros, se convirtió en territorio de vendedores de droga.

¿Y Brasil, con una economía que se tambalea, enormes fracturas sociales y problemas judiciales que tienen en la mira a la presidente –ex presidente, a esta altura- Dilma Rousseff y otras importantes personalidades políticas del país, será capaz de hacer algo mejor? La pista de ciclismo construida sobre la costa en una zona de acantilados, con una estructura tan frágil que colapsó pocos meses después de la inauguración, algunas dudas podría plantear.

Entre el Mundial de fútbol de 2014 y las Olimpíadas, se gastaron cerca de 30 mil millones de euros. El dato hay que tomarlo con beneficio de inventario y, es verdad, los gastos no fueron afrontados solamente por el Estado y los municipios. Pero es una tonelada de dinero que a la larga podría sepultar a los que no pensaron en lo que viene después de las Olimpíadas y se dejaron llevar por la alegría de ser la sede de los Juegos, como si solo se tratara de un alegre carnaval.

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