VENEZUELA. HISTORIA DE MEDIACIONES ANUNCIADAS Y NUNCA SOLICITADAS. Nadie quiere ceder, pero tampoco conceder. Mientras el país se hunde

Fumata negra
Fumata negra

La verdad es que en Venezuela, desde que el 19 de mayo comenzó, con el patrocinio de la Unasur (Unión de Naciones Suramericanas), la mediación del ex Premier español José Luis Rodríguez Zapatero, acompañado por el aporte de dos ex presidentes de la región, Leonel Fernández (República Dominicana) y Martín Torrijos (Panamá), no ha cambiado nada, y la controversia entre el gobierno del Presidente Nicolás Maduro y los partidos de la oposición reunidos en la Mesa para el diálogo democrático ha ido empeorando, hasta el punto de que hoy la situación es un verdadero pantano cenagoso y pútrido. Entre tanto, como observó días atrás el cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado, “sabemos que Venezuela se debate y atraviesa por difíciles situaciones sociales, políticas y económicas, que están produciendo gran sufrimiento en la población”.

El purpurado, que fue Nuncio en Caracas, invitó especialmente a orar por los venezolanos, para que “los protagonistas de la vida pública y los componentes de la sociedad sean sabios y valientes para encontrar soluciones pacíficas a la presente crisis y prevalezca en todos el sentido del bien común, de la justicia, de la solidaridad y del amor”.

Lamentablemente la prolongación, por lo general confusa y desordenada, de las negociaciones preliminares para llegar eventualmente a un diálogo, por ahora demuestra una sola cosa: las partes, el gobierno y sus aliados, y las oposiciones, no tienen ninguna voluntad de diálogo; por el contrario, siguen haciendo todo lo posible para no sentarse a una mesa de negociación, cara a cara, y razonar juntos por el bien del país y del pueblo. En estos tres meses desde que se puso en marcha la gestión de Rodríguez Zapatero, no han hecho más que inventar, simétricamente, todo tipo de pretextos, condiciones, precondiciones, preliminares, preámbulos, etcétera, etcétera, sencillamente para postergar sine die la apertura de una confrontación que, de palabra y solo de palabra, ambas partes desean y reclaman continuamente.

Nadie quiere ceder, pero tampoco conceder.

Los hechos demuestran que lo único que une a los dos “frentes” es la lógica de la victoria de una parte sobre la otra, y como tarde o temprano debe llegar una rendición de cuentas, a costa del pueblo inocente, cada una piensa en mejorar sus posiciones tácticas para usar en el enfrentamiento final. Un razonamiento demencial y mezquino que la historia castigará inexorablemente. El hartazgo, el rechazo, la náusea por la política y los políticos, sentimiento ampliamente mayoritario en el pueblo venezolano, ya es una anticipación de lo que tarde o temprano va a ocurrir. En el pasado Venezuela ya vivió momentos históricos semejantes: la espantosa dictadura de Marcos Pérez Jiménez que duró 10 años.

En este cuadro no hay nada que distorsione más, como muchas veces hacen ciertos medios, que pensar en los pequeños grupos o bandas que se enfrentan de todas las maneras posibles, como si fueran los únicos verdaderos representantes del pueblo. Son militantes del conflicto y no el pueblo, que en realidad, en su inmenso sufrimiento es rehén de un dinamismo fanático e irracional, aunque alimentado por aparentes motivaciones ideológicas, libertarias, democráticas y patrióticas. El solo hecho de que estas minorías hablen de “pueblo” es una ofensa. La verdad es que en Venezuela el pueblo no tiene voz y los que hablan en su nombre son abusivos.

Ahora, tanto los presos políticos como el referéndum revocatorio se han convertido en las últimas piedras interpuestas para no llegar al diálogo. Antes eran otras y mañana serán otras más. Ya se ha visto en estos meses.

En este juego repugnante hay sectores de ambas partes que intentan atrapar a la Santa Sede anunciando periódicamente la participación del Vaticano. Una participación que nunca se pidió formal y oficialmente. La solicitud y la atención del Papa y de la Sede Apostólica, que nunca dejaron de ofrecer su ayuda si era solicitada y en el marco de condiciones claras, siguen siendo usadas como armas impropias en la guerrilla táctica de las partes. No satisfechos con haber caído en un pantano, estos protagonistas de la crisis venezolana también quisieran arrastrar dentro a otros.

Entre tanto, lo que resulta más impresionante, porque no parece interesar a muchos políticos de Venezuela, son los enormes, prolongados y profundos sufrimientos cotidianos de la mayoría de los 30 millones de venezolanos empeñados cada día en la desgarradora lucha por la supervivencia, en perenne búsqueda de un poco de pan, de un litro de leche o de un antibiótico.

El que no cree, o cree poco en los sufrimientos del pueblo venezolano, que trate de imaginar por un instante cómo sería vivir en un país sin medicamentos, sin alimentos, sin combustibles ni electricidad, con una inflación del 700% aproximadamente.

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