BRASIL. DONDE LOS PRESOS TIENEN LAS LLAVES. Una experiencia carcelaria innovadora que se caracteriza por prescindir de armas y guardiacárceles

En Brasil hay un centenar…
En Brasil hay un centenar…

Brasil, con más de 600.000 detenidos, es el cuarto país en el mundo por número de personas en la cárcel después de Estados Unidos, Rusia y China (según los últimos datos publicados por el Ministerio de Justicia). Desde 2005 hasta 2015, además, se ha registrado un incremento del 80% de la población carcelaria. Lamentablemente es conocido el fracaso del sistema carcelario brasileño: la superpoblación, la precariedad y la insalubridad colaboran para crear un ambiente violento que no favorece la reinserción social: el porcentaje de los que cumplen su condena y vuelven a delinquir es aproximadamente del 85%.

En este dramático panorama, se plantean algunas preguntas: ¿cómo reformar lo que evidentemente no funciona? Al limitar la libertad de una persona, ¿cuál es el objetivo que se pretende alcanzar? ¿Se puede recuperar concretamente una persona? Y aún: ¿se puede considerar con una mirada humana a los que han cometido una atrocidad en el pasado y ahora están descontando una pena por esa razón?

En Brasil existe una experiencia que ofrece una respuesta, una respuesta original, a tales preguntas. Nos referimos a la APAC (Asociación de Protección y Asistencia a los Condenados), organización civil sin fines de lucro que se ocupa de recuperar y reinsertar socialmente a los presos, buscando la humanización de las cárceles aunque sin dejar de lado la finalidad punitiva de las penas. El tema, y la experiencia que supone, fueron ampliamente tratados en el número de agosto de Pasos, la revista del movimiento de Comunión y Liberación en Brasil.

Las cárceles de APAC se caracterizan porque no hay armas ni guardiacárceles y los presos tienen a disposición las llaves de sus celdas. El método fue creado en São José dos Campos, una ciudad cerca de San Pablo, hace 40 años por el periodista y abogado católico Mario Ottoboni, quien llevó a la práctica la idea de que ninguna persona es irrecuperable. En todo el país hay actualmente cerca de cien establecimientos APAC – con una capacidad de 80 a 100 detenidos cada una – y otros 23 países conocen y están intentando aplicar esta metodología.

Uno de los “recuperandos” declaró a la revista de Comunión y Liberación que cuando fue transferido del sistema carcelario común a un APAC pudo recuperar su autoestima. «Cuando llegué, me presenté con la cabeza baja y las manos atrás, como estamos habituados a hacer cuando entramos a la cárcel. En cambio aquí me invitaron a levantar la cabeza, me miraron a los ojos y me preguntaron mi nombre. Después me dijeron, “lo que hayas hecho antes de llegar aquí a nosotros no nos interesa. Aquí entra la persona, el reo se queda afuera”», citando una de las frases simbólicas de APAC.

En el artículo se explica también que todos se levantan a las 6 de la mañana para asearse, hacer las camas y abandonar la habitación (vale decir la celda) en orden. A las 7 rezan juntos y a las 7.30 se sirve el desayuno. Desde las 8 hasta las 17 los detenidos se dedican al trabajo.

En las APAC a los “recuperandos” se los llama por su nombre y no tienen números de identificación. Un “recuperando” explica que todos son tratados como seres humanos y no como animales, a diferencia de lo que ocurre en las cárceles comunes: “Aquí la comida se hace con amor, comemos con cuchillo, tenedor, platos y vasos de vidrio. No nos tratan como animales. La cárcel común nos maltrata y los animales maltratados atacan”, explican a Pasos los internos entrevistados, exponiendo una de las razones de la violencia que es característica del sistema carcelario tradicional.

Por su parte, los periodistas de Pasos que visitaron el establecimiento explican que la única barrera que separa la zona externa común de la calle es un portón que se puede saltar con facilidad. Cuando preguntaron por qué ninguno escapa, uno de los internos respondió: “Aquí estamos arrestados en la conciencia y esposados en el corazón”.

Se relata también la historia del “recuperando” José de Jesús, que perdió la vida en un accidente vial cuando ya había cumplido su pena y estaba trabajando como voluntario. Antes de ser trasladado a un APAC, José se había escapado de todas las cárceles. Cuando le preguntaron, al cabo de dos años de estar en APAC, por qué nunca había intentado huir de una cárcel “sin muros”, contestó sin dudar con una frase que hoy está pintada en todos los establecimientos APAC: “Del amor nadie escapa”.

Las APAC cuentan con la ayuda voluntaria de las comunidades donde se encuentran y ofrecen asistencia jurídica, sanitaria y espiritual a los “recuperandos”, desarrollando también un trabajo con las familias de los mismos. Para entrar en una unidad APAC, los detenidos deben tener la familia residente en la región del APAC, deben tener ya una sentencia penal definitiva y deben manifestar espontáneamente el deseo de entrar allí. Hay una lista de espera que respeta el orden cronológico y cualquier condenado puede entrar, independientemente de la gravedad de los crímenes que haya cometido.

Las experiencias que describe el artículo periodístico muestran la validez de las APAC y las estadísticas lo confirman: el porcentaje de personas que vuelven a delinquir después de haber estado en una APAC es del 8,2%, contra el 85% del sistema carcelario común. Al Estado cada detenido del sistema tradicional le cuesta alrededor de 1000 dólares, mientras un detenido APAC aproximadamente 300.

Leyendo el reportaje de la revista brasileña vuelven a la memoria las palabras del Papa Francisco en el año de la misericordia: “Siempre se representa a Dios lleno de alegría, sobre todo cuando perdona (…) porque la misericordia se muestra como la fuerza que vence todo, que llena de amor el corazón y que consuela con el perdón”.

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