EL VÉRTIGO DEL TESTIMONIO. La obra del teólogo Prades se presenta en varios países de América Latina. El desafío de transmitir la fe a las nuevas generaciones

El autor, Javier María Prades y su obra | Composición de Emiliano I. Rodriguez
El autor, Javier María Prades y su obra | Composición de Emiliano I. Rodriguez

El Andinista que alcanza una cima después de un sacrificado camino, al observar los valles y las cumbres a su alrededor, tiene un mayor conocimiento de las dimensiones de la tierra donde habita que el hombre que se queda en el valle que cree ya conocer. Mirar con asombro y simpatía el mundo desde las montañas hace que todos los particulares se tornen interesantes, que nada resulte obvio, y que lo conocido y familiar nos muestre su novedad. Esto es lo que ha hecho a mí parecer el doctor Javier María Prades López, que actualmente es rector de la Universidad Eclesiástica San Dámaso (Madrid) y miembro de la Comisión Teológica Internacional, con la experiencia del testimonio en su último libro publicado por la BAC, “Dar testimonio. La presencia de los cristianos en la sociedad plural”. Ha mostrado los nuevos paisajes que se abren entre conocimiento-fe y razón-testimonio, aunque a primera vista no imaginaríamos que pueden estar armonizados.

El autor tiene una profunda formación en teología, filosofía y derecho. Se formó primero en España durante los años de la transición democrática, lo que le ha dejado un talante de diálogo junto con una experiencia y formación internacional muy extensa. Su trabajo intelectual no le ha impedido estar en estrecha relación cotidiana con laicos y jóvenes con quienes ha compartido preguntas y necesidades. Esto hace de él un hombre, como suele decirse, con los pies en el suelo.

El teólogo madrileño ha conseguido sacar al término Testimonio de un significado reducido, vinculado únicamente al ‘buen ejemplo’ para situarlo, sobre todo, en el vértigo que supone la fe como método de conocimiento confiable para encontrar a Dios. Con esta tesis el autor, desde nuestro mundo multicultural y post-secular marcado por el “eclipse de Dios” como ya lo había definido Martin Buber, ha buscado el diálogo leal con filósofos, teólogos, científicos y con el magisterio de la Iglesia de todas las épocas.

Este libro no ha sido pensado para convencer, aunque tenga una arquitectura de una imponente lógica, sino para dialogar, especialmente con los hombres de nuestro tiempo que viven sin fe y que están abiertos a dejarse interrogar.

El motivo de la realización de esta obra, como el propio autor ha confesado hablando del libro en varios países de América Latina, ha sido el deseo de comprenderse mejor a sí mismo y comprender el tiempo que vivimos.

El Papa Francisco ha señalado que “hoy no vivimos una época de cambios sino un cambio de época”. El desconcierto, el miedo y las dudas, junto con otras llagas que los hombres y mujeres de nuestra sociedad viven cotidianamente, vuelven necesario que el “hombre entero” se interrogue y no considere ya nada por descontado. Tampoco los creyentes podemos dar por conocidas las palabras que nos ha enseñado siempre el cristianismo, porque muchas veces ignoramos ya su significado verdadero.

Como podrán ver los que decidan sumergirse en esta obra, el autor no tiene miedo a las preguntas difíciles, sino más bien las necesita y estimula.

Un hecho ocurrido en un tiempo de la historia y un espacio bien definido geográficamente, y testimoniado durante XX siglos por la Iglesia: la Encarnación de Jesucristo, ¿puede ser para un hombre culto de nuestra época fuente de verdad y conocimiento? La respuesta que Prades ofrece muestra cómo la comprensión del misterio se hace posible con la irrupción de un hecho. El testimonio ensancha la razón, provoca, atrae y puede incluso causar rechazo en quien tenga ya una postura tomada. El testimonio hace crecer la Iglesia, pues sobre todo obliga a pensar en Dios.

Esta obra no se limita al diálogo con “los de afuera” sino que resulta muy provocadora para afrontar el reto que la Iglesia tiene hoy: trasmitir la fe a las nuevas generaciones. Como decía San Ambrosio, “no agradó a Dios obrar la salvación de su pueblo con la dialéctica” .

El testimonio tiene un valor central para la fe y despierta también preguntas en el creyente. Como ha dejado escrito Benedicto XVI, ¿por qué, Señor, te has manifestado solo a un grupo de discípulos de cuyo testimonio tenemos que fiarnos? En la transmisión de la fe las preguntas del hombre religioso no pueden ser retóricas sino reales y vivas, para comprender mejor la misión educadora que tiene la Iglesia.

En la época del Twitter y de los mensajes breves, el religioso madrileño nos ofrece un libro denso de 462 páginas donde las palabras están medidas con mucha precisión. Se enseña, no sin trabajo, a pensar con rigor y atención para no perder su riqueza.

Esta obra es como el cimiento de una casa que se proyecta para que dure mil años, requiere mucho estudio; pero no aquel que nos lleva a un pensamiento desencarnado y abstracto sino, por el contrario, aquel que sigue al deseo de que el presente pueda ser comprendido.

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