TRIUNFO DE ORTEGA Y DESARTICULACIÓN DEL SANDINISMO. En las elecciones presidenciales de Nicaragua ganó el abstencionismo y se abre una nueva herida en América Latina

Parejas al poder. Jaime Ortega y su esposa Rosario Murillo
Parejas al poder. Jaime Ortega y su esposa Rosario Murillo

Gallup considera que la abstención en las elecciones presidenciales nicaragüenses del domingo, que obviamente ganó (por cuarta vez) el Presidente Jaime Ortega, líder del Frente Sandinista, supera el 50%, y según otros observadores independientes es superior al 70%. Los electores eran 4.300.000 y en consecuencia, según la primera estimación habrían votado menos de 2.150.000 y en el otro caso no habrían concurrido a las urnas más de tres millones de electores. A la espera de los datos oficiales, parece claro que al final en Nicaragua ha triunfado la abstención, la apatía, la indiferencia y el cansancio, y no la política, la participación y el compromiso civil.

Según los primeros datos, (21% de votos escrutados), Ortega cuenta con el apoyo de más del 71% de los votantes.

Resulta triste y sorprendente, porque en el pasado el pueblo de este país luchó heroicamente contra las horrendas dictaduras de Somoza y hoy aparece desconfiado y devastado, peor aún, resignado al fatalismo de la lucha cotidiana para asegurarse el pan de ese día. Un pueblo que no vota y no decide es un pueblo sin horizonte y sin futuro y se transforma en una masa informe y manipulable. Todo hace pensar que esta es hoy la situación que vive Nicaragua.

Un país donde los menores de 24 años son mucho más del 50% de la población será gobernado por un dirigente que el 10 de noviembre cumplirá 71 años y se dedica a la política desde hace 37 años. Era seguro que Ortega triunfaría. Se había hecho todo lo que era necesario para garantizar su “triunfo”. Primero Ortega había modificado la Constitución para ser “Presidente hasta el infinito”. Después, en estas últimas elecciones había eliminado por vía judicial a sus dos adversarios más importantes, permitiendo que participaran en la contienda electoral cinco figuras menores. Tampoco había autorizado observadores internacionales según las modalidades reiteradamente solicitadas dentro y fuera de Nicaragua. En la práctica, no hubo ningún debate político y programático pre electoral. En la fórmula presidencial, Ortega presentó como candidato a vicepresidente a su mujer, la señora Rosario Murillo, la verdadera figura fuerte en el país desde hace ya muchos años.

El Frente Sandinista de un tiempo, aquella rebelión del pueblo que arrancó del poder a la familia Somoza, una dinastía dictatorial terrorífica, hace mucho que dejó de existir, salvo por su nombre. Todos los dirigentes históricos se fueron. La élite intelectual de los primeros tiempos abandonó sus filas. Gradualmente todo se fue reduciendo a un restringido grupo político-militar  que controla las riendas del país con modalidades férreas y autoritarias. El ideal “sandinista” de la revolución democrática y libertaria, del protagonismo del pueblo, hoy es solo un recuerdo del pasado; más aún, es un sueño traicionado por ambiciones de poder desenfrenadas, por vanidades inauditas y escandalosas, por un pequeño grupo de revolucionarios que gradualmente se convirtió en una oligarquía intolerable.

Se avecinan tiempos duros para el sufrido pueblo nicaragüense y con toda probabilidad – lamentablemente – a las muchas heridas sangrantes de América Latina pronto habrá que sumar otra. En estas horas, partidos y organizaciones de la oposición hablan de “farsa electoral” y rechazan los resultados, advirtiendo que “tenemos que desconocer estas elecciones,  son ilegítimos e ilegales”.

Según la prensa local, se espera un pronunciamiento del Episcopado. En un mensaje pastoral previo a las elecciones, la Conferencia Episcopal de Nicaragua había apelado a la conciencia de cada ciudadano para que cada uno decidiera si acudía o no a votar. Exhortación insólita en la historia eclesial de la región. Algunos obispos declararon en las últimas horas que resulta necesaria una verdadera y honesta consulta electoral.

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