BRASIL PARADÓJICO. ¿Cómo se explica que el país tenga uno de los peores índices de desarrollo humano de América Latina y al mismo tiempo ocupe uno de los primeros lugares en la clasificación de países más felices del mundo?

La idea de felicidad está asociada a la esperanza de un futuro mejor
La idea de felicidad está asociada a la esperanza de un futuro mejor

Tom Jobim, uno de los principales poetas y compositores brasileños, solía decir que “Brasil no es para principiantes”. Muchos brasileños recordaron esa frase cuando la Organización de las Naciones Unidas (ONU) publicó dos estudios realizados a escala mundial con resultados paradójicos en relación a Brasil: el primer estudio, sobre el Índice de Desarrollo Humano (IDH) de 2016, ubica al país en el 79º puesto en un listado de 188 países; en el segundo estudio, sobre la felicidad, Brasil se encuentra en el 22º lugar entre 155 países.

¿Cómo es posible que un pueblo con graves problemas declare que es feliz? Brasil se encuentra detrás de Albania, Georgia y Azerbaiyán y tiene incluso un IDH inferior al de las islas de San Cristóbal y Nieves, en el Caribe. Por otra parte, es la primera vez que el índice se mantiene estable desde 2010. El ingreso bruto per cápita de los brasileños ha sufrido una considerable caída en un año, de 14.858 reales (4.952 dollari) para 14.145 reales (4.718 dollari), y el país ocupa el 10º lugar entre los países con mayor desigualdad del mundo, lo que significa que ha bajado 19 puestos respecto del año anterior. Es verdad que se han verificado pequeños progresos, como un leve aumento de la esperanza de vida de la población (de 74,5 a 74,7 años) y también de los años de estudio (de 7,7 a 7.8), pero nada que permita generar o justificar la atmósfera optimista que revela el estudio sobre la felicidad.

¿Acaso los estudios simplemente están demostrando, por medio de los datos y aunque sea indirectamente, la conocida expresión de los brasileños “sufrimos pero nos divertimos”, o la variante “sufrimos pero somos felices”. ¿Qué otra cosa podría explicar la contradicción entre el hecho de que Brasil tiene uno de los peores índices de desarrollo humano de América Latina y la posición sobresaliente que ocupa entre los países más felices del mundo? Tratando de comprender la aparente incongruencia, la revista IstoÉ, importante semanario nacional, publicó un artículo de Fabíola Perez.

El artículo incluye una entrevista a la coordinadora del estudio del Programa de las Naciones Unidas para el desarrollo (PNUD), Andréa Bolzon. En su opinión, la diferencia en la metodología que se utiliza para realizar estos estudios ayuda a explicar la aparente contradicción. Para medir el IDH se recurre a información sobre ingreso, salud, educación y esperanza de vida, vale decir las condiciones básicas y objetivas para que las personas tengan la posibilidad de aprovechar oportunidades. Por el contrario, el estudio sobre la felicidad se basa en datos más subjetivos de la población. “Se busca más bien la manera como las personas se perciben a sí mismas y cómo se sienten respecto de la realidad en la que viven”. Saulo Rodrigues Filho, profesor y especialista en índices del Centro de Desenvolvimento Sustentável (Centro de Desarrollo Sustentable) de la Universidad de Brasilia, explica que “pese a todas las dificultades actuales, existe la esperanza de un futuro mejor y una idea de felicidad incluso en condiciones precarias, lo que también puede ser visto como resignación”. Por esa razón Brasil habría alcanzado una mejor ubicación en esta clasificación.

En cambio Paulo Silvino Ribeiro, profesor de la Fundação Escola de Sociologia e Política (Fundación Escuela de Sociología y Política, FESPSP), considera que ese contraste no sería más que una forma de escapatoria social. Citando la canción “Duro na Queda”, del compositor brasileño Chico Baruque, afirma en el artículo que este contraste es fruto de una escapatoria social. El texto expresa los sentimientos de una mujer que sufre las dificultades cotidianas pero resiste y declara ser feliz: “Ha perdido la falda, ha perdido el trabajo, da vueltas desnuda. El dolor no sirve, la felicidad sí”. Ribeiro considera que “esta puede ser la clave de lectura para comprender por qué nos sentimos felices incluso con una visión alienada, confusa e irracional con respecto a nuestra condición de vida”. Y termina diciendo: “Falta una percepción política de la realidad”.

De todos modos para mejorar su IDH el país debe encarar de raíz el problema de la desigualdad. Andréa Bolzon, coordinadora del PNUS, afirma a IstoÉ: “Revitalizar el crecimiento económico no es suficiente, los beneficios del desarrollo deben llegar a todas las clases”. En este sentido, la exclusión de las mujeres, de las personas de color y de los indígenas es un obstáculo para el progreso de la economía. Como dice el artículo: la desigualdad de género es uno de los problemas más graves de la sociedad brasileña. Aunque el nivel de instrucción de las mujeres es más alto, los hombres tienen un ingreso 66,2% mayor. La periodista Fabíola Peres enumera también otros impedimentos que traban el crecimiento del IDH, como la elevada tasa de desocupación, que se traduce en un aumento de la pobreza y del trabajo informal, y el incremento de la criminalidad, con más de 60.000 homicidios por año.

Por último, el artículo refiere que para mejorar el IDH y ser un país realmente feliz, Brasil debe invertir en políticas de inclusión social y financiera, en igualdad de condiciones y en el desarrollo humano sostenible a fin de que, en momentos de recesión, las personas con menor poder adquisitivo no vuelvan a una situación de pobreza. “Debemos hacer autocrítica y afrontar nuestra infelicidad”, dice Ribeiro. “Históricamente hemos tenido un sistema que desde su origen no ofrece las condiciones para nuestro bienestar, nuestros derechos y nuestra participación ciudadana”. Y esos son los valores que deberíamos logar, concluye el artículo.

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