BRASIL. EL MÉTODO APAC. Cárceles sin policía. “Le damos la llave al detenido y él se convierte en un gran colaborador” afirma el fundador. Tasas del 92 por ciento de recuperación

“Aquí entra el hombre. El delito queda fuera”, está escrito sobre la puerta de la celda
“Aquí entra el hombre. El delito queda fuera”, está escrito sobre la puerta de la celda

Obispos y cardenales como Evaristo Arns, Lorscheiter y Luciano Mendes de Almeida creían que era positivo, afirma el fundador de un método carcelario que se está difundiendo en Brasil, con aproximadamente 100 unidades penitenciarias en todo el territorio del país, pero que sin embargo es poco conocido. Alcanzó algo más de visibilidad recién este año, cuando recibió algunos prisioneros famosos como el arquero Bruno del Flamengo, el equipo más popular de Brasil, condenado por planificar el homicidio de su amante Eliza Samudio, y Marcos Valério, dueño de una empresa de publicidad, conocido por haber sido el principal operador del escándalo político del “Mensalão” (“mensualidades”) durante el gobierno de Lula. “Esto me da la oportunidad de mostrar la importancia del método”, reconoce Mario Ottoboni, de 85 años, fundador de APAC. “Pero es mucho mejor para ambos. Tienen una oportunidad concreta de recuperación como seres humanos”.

Mario Ottoboni vive en São José dos Campos, en el interior del estado de San Pablo. Es abogado, estudió Ciencias Sociales y Políticas y ha desarrollado un método de reintegración para detenidos. Ganó una serie de premios por su trabajo, pero “lo que me interesa saber”, afirma, “es si la gente apuesta a las personas, si creen o no que realmente pueden recuperarse, y que los ideales de APAC pueden hacer más humanas las cárceles de Brasil y de otros países”.

Actualmente en el APAC de Sete Lagoas se encuentra detenido Marcos Valérios, uno de los operadores del “Mensalão”. En el APAC de Santa Luzia estuvo el arquero Bruno, que ahora está alojado en el APAC de Varginha. ¿Usted cree que ellos también pueden tener un proceso de recuperación? Bruno, por ejemplo, ha declarado que es culpable del homicidio de Eliza Samudio. ¿Le parece justo que vuelva a jugar al fútbol, que se reincorpore a la sociedad?

Seré directo. Si estuviera en una penitenciaría común de Brasil, no creería que fuera posible. Se dice que en Brasil no hay cadena perpetua ni pena de muerte, ¡pero sin duda existen! Solo hace falta ir a parar a una de esas grandes cárceles, creadas con fines de lucro. De allí no hay vuelta. Yo estoy en contacto con cárceles desde 1972, a diferencia de los secretarios de Justicia, los gobernadores y los ministros, que jamás pusieron un pie en una cárcel. Y cuando van, llegan rodeados de periodistas. Yo sé cómo es la vida de todos los días allí dentro. Lamentablemente comprendo muy bien a muchas personas que dicen que trataron de suicidarse. Las cárceles brasileñas son mazmorras repugnantes. No son escuelas de criminales, son verdaderas facultades universitarias. Las personas salen destruidas y dispuestas a devolverle a sistema lo mismo que recibieron. Si el país los ha sometido a todo tipo de humillaciones, uno puede estar seguro de que van a pagarle con la misma moneda, o peor.

Es común escuchar relatos de detenidos que afirman que viven en un infierno cuando están recluidos en las grandes penitenciarías. ¿Por qué existe ese infierno? ¿Quién se beneficia con eso?

Mire, ese infierno no es casualidad. Para los gobernadores, los detenidos son un peso. Los amontonan de a miles en esas ratoneras abandonadas del mundo. Superpobladas, sucias, sin suficientes camas, llenas de enfermedades y epidemias. La comida es desagradable. Además, tienen poquísimo personal y mal pagado. Obviamente, hay alguien que se beneficia. El costo mensual de cada preso en estas cárceles es absurdamente caro (2.400 reales, 750 dólares, N.d.A). Si el dinero que el Estado gasta llegara realmente al preso, éste llevaría una vida de lujo. Se pagan cifras disparatadas a los proveedores de alimentos y de uniformes. No hay ningún control. Muchas personas importantes que lucran con la situación del sistema carcelario brasileño no quieren que cambie. Hay mucho dinero detrás de todo esto. ¡Es una vergüenza!

¿Ese caos no favorece los grupos criminales?

Por supuesto que sí. Las dos principales organizaciones criminales brasileñas, el PCC (Primer Comando de la Capital) de San Pablo y el Comando Vermelho (Comando Rojo) de Río de Janeiro, controlan las cárceles de Brasil. Estas facciones cumplen el rol del Estado. Están bien organizadas. Cuando un sujeto va a la cárcel, el gobierno lo abandona a su suerte, queda con los pies en el aire. No tiene nada que hacer, enjaulado, maltratado y humillado. Entonces las facciones le ofrecen protección, dinero, droga y privilegio. Y p+rotección para la familia que está afuera. Y el sujeto acepta. Pero obviamente todo eso tiene un precio. La persona se transforma en un operario del crimen organizado. Sale mucho peor de lo que entró. Aprende todo lo peor y queda completamente comprometido con la organización. El gobierno finge que no sabe nada. O mejor dicho, no quiere saber. Las consecuencias recaen en la sociedad. Brasil se está convirtiendo en un país cada vez más violento y en manos de las facciones. El sistema penitenciario tiene una enorme responsabilidad en ello.

¿Y teniendo en cuenta todo esto decidió desarrollar el proyecto de las APAC?

Sí, en 1972 llegué a la conclusión de que las prisiones brasileñas no recuperaban a nadie. Y el ser humano es recuperable. Pienso que el detenido necesita ser tratado de manera humana. Humana pero firme. El primer paso es respetar la vida. Seguir una religión, sea cual fuere. Pienso que la religión es fundamental para que las personas respeten y cuiden a sus semejantes, como le gustaría ser cuidadas y respetadas. Comprender que la vida es algo muy valioso. Conté con el apoyo y la ayuda de dom Paulo Evaristo Arns, dom Ivo Lorscheiter y dom Luciano Mendes de Almeida para empezar a darle forma al proyecto. Me ayudaron a convencer a jueces y hombres de gobierno de que era posible hacer algo distinto. Desarrollé un método donde los detenidos deben trabajar, estudiar, formarse para una profesión, donde los propios detenidos son responsables de la seguridad y se ocupan de plantar la comida que comen. Cada uno tiene una cama decente. Baño con agua caliente. Nuestras prisiones respetan su capacidad. Es un método eficiente. Hay disciplina y una hora para cada cosa. Y mucho respeto por el ser humano. Nuestro grado de recuperación de los detenidos es casi del 92 por ciento.

¿Cuál es el error más grave del sistema carcelario brasileño?

Las penitenciarías con miles de personas. Es imposible recuperar tantas personas juntas. Lo mejor sería cárceles pequeñas, donde realmente se pueda llevar a cabo un trabajo de recuperación. Obviamente no da votos construir cárceles y ninguna ciudad las quiere. Porque el problema no son solo los detenidos sino todas las otras personas que ellos atraen. Como están las cosas, cuando se construye una gran prisión llegan innumerables familiares de los detenidos. Y lógicamente, miembros de las facciones. El crimen está muy organizado en Brasil. Y los gobernantes siguen con los brazos cruzados.

¿El hecho de que Bruno y Marco Valério estén en un APAC es beneficioso para la ONG?

Sin duda. Pero también es mucho mejor para ellos. Tienen una posibilidad concreta de recuperarse como seres humanos. Y yo tengo la oportunidad de mostrar la importancia del método. He viajado por todo el mundo, he ganado varios premios, pero no me interesan los premios. Lo que me hace sentir orgulloso es ver que los detenidos pueden recuperarse. Bruno mismo, que fue un jugador consagrado, un importante goleador del Flamengo, es un buen ejemplo. Yo fui presidente de São José Esporte Clube (un pequeño club de fútbol del estado de San Pablo, N.d.A.). Sé cómo se comporta un jugador y cómo es el mundo que lo rodea. Y Bruno tiene el perfil típico del jugador de fútbol. Abandonado por los padres, pobre, sin educación. Cometió un crimen gravísimo. Pero está pagando por eso, y al mismo tiempo está teniendo una oportunidad real de recuperarse para la sociedad. Gracias a Dios las noticias que tengo de él son las mejores posibles. Está trabajando – limpia la capilla y es soldador. Cumple con sus obligaciones. Y está enseñando fútbol en las actividades deportivas obligatorias de la penitenciaría. Por el momento está teniendo una recuperación ejemplar.

¿Usted garantiza la recuperación de los detenidos, entonces?

Sinceramente, en este país no van a tener una oportunidad mejor. El que está en el APAC, si comete un error adentro, sale y no vuelve más. Ellos tienen la chance de decidir si aprovechan la oportunidad para comenzar un camino nuevo en su vida. Sigo pensando que nadie es irrecuperable, no tengo dudas al respecto; ningún niño nace con un arma en la mano, si opta por el crimen es por culpa de una sociedad egoísta e inhumana.

Usted ha desarrollado un método donde los presos plantan y cocinan su propia comida, y lavan su ropa. Ellos mismos son responsables de la seguridad. En fin, le cuestan mucho menos al Estado. Este método podría difundirse en todo el país, ser más numeroso en términos de penitenciarías. ¿Por qué no es así? ¿Hay algo que impide el crecimiento de las APAC?

Mire, quiero ser muy sincero. ¿No le parece que hay gente poderosa que va a perder dinero  si los presos hacen casi todo por ellos mismos? Y además, en nuestro método ningún detenido carece de asistencia jurídica. Hay miles de detenidos que deben esperar su juicio durante años. Para no hablar de los que ya cumplieron su pena y quedan abandonados. Hay alguien que se beneficia con todo eso. Estas personas son potenciales soldados del crimen organizado. En San Pablo, que es el Estado más desarrollado del país, hemos llegado a tener cerca de 30 APAC. ¿Sabe cuántas hay hoy? Ninguna. Las hicieron cerrar todas y trasladaron los detenidos a penitenciarías gigantes, controladas por las facciones. Lo que puedo hacer, lo hago. Pero estamos en Brasil.

¿Se podría exportar el método APAC fuera de Brasil?

Me doy cuenta de que mucha gente cree en la recuperación de las personas. El método APAC está presente en varios países. En Chile hay 22 APAC, en Costa Rica, Colombia, Alemania, Sigapur, Noruega, Estados Unidos… Son experiencias que se realizan en pabellones de unidades carcelarias. En algunas penitenciarías de estos países trabajamos solo con regímenes semiabiertos y abiertos. En esos casos nuestro método se aplica parcialmente, porque no somos nosotros los que administramos la institución. En Chile llegamos a tener 2.500 detenidos. En una de estas estructuras, por ejemplo, antes de que llegáramos nosotros hubo cuatro muertos. Después que implementamos nuestro proyecto, nunca más hubo muertes. Organizamos actividades de música, oración, arte, trabajo, pero no podemos ir más allá. Es verdad que no hemos tenido ninguna experiencia como la nuestra en Brasil, que funciona sin policía. También tenemos planes para extender nuestra asistencia a los presos que se encuentran en régimen cerrado o aislamiento y, tal vez, adoptar integralmente nuestro método.

¿Pero usted cree que en el futuro puede haber un APAC en el exterior que funcione de la misma manera que en Brasil, con el método integral?

Cuando yo empecé, quería resolver el problema de mi ciudad, pero al cabo de un tiempo empezaron a venir personas de todo el mundo para visitar el APAC de São José dos Campos. Nunca tuve la pretensión de que la idea se extendiera. La base de nuestro método es valorizar lo humano. Nosotros le entregamos la llave de la prisión al detenido y el resultado siempre es positivo, porque él se convierte en un gran colaborador. Lo que me interesa saber es si las personas apuestan a las personas, si creen o no que las personas pueden recuperarse. Una vez tuve un grupo de italianos que vinieron a Brasil para conocer el APAC y quisieron quedarse a dormir durante una semana en el régimen cerrado, para ver si todo funcionaba bien, sin trampas. Después volvieron a Italia y reprodujeron el método en los regímenes abierto y semiabierto, aunque sin darle el nombre de APAC. Pero eso no es un problema. Si le hubieran dado el mismo nombre, hubiera sido mejor, para mostrar unidad, pero eso no es lo más importante. Lo que realmente importa es que los ideales del APAC puedan humanizar las cárceles. Repito, puede ser que en otros países sea difícil tener la misma experiencia que tenemos aquí en Brasil, sin policía. Pero entre tanto, que por lo menos los ideales de APAC, el fermento, pueda difundirse y seguir ayudando, como ya ocurre en otros países.

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