VIAJE AL CHILE DESCARTADO. El Papa visita al pueblo mapuche en la región de la Araucanía. ¿Qué esperan los pueblos locales, en particular los “comuneros mapuches”?

Mapuches
Mapuches

Cuando el Vaticano anunció la visita del Papa a Chile y Perú resultó evidente que el encuentro con los pueblos mapuches chilenos se había incluido en el programa por expreso deseo de Jorge Mario Bergoglio. Como ya se sabe desde hace tiempo, el 17 de enero el Santo Padre se trasladará de Santiago, la capital chilena, a Temuco, poco más de 600 kilómetros al sud, y en el aeropuerto de la Base aérea Maquehue o Manquehue presidirá una Celebración eucarística para los pueblos de la región, en su mayoría “araucanos” o “mapuches”. Serán horas especialmente significativas en toda la peregrinación. En estas tierras Francisco se encontrará con la parte más pobre de Chile: según estadísticas oficiales el 26,2% vive en situación de pobreza, y no son solo mapuches. La marginación estructural y endémica, parcialmente apuntalada con medidas aisladas, llevó a que con el paso de los años la Araucanía y sus pueblos se fueran convirtiendo en “el Chile descartado”.

En Temuco se ha organizado un almuerzo con numerosos representantes de los pueblos locales en la casa “Madre de la Santa Cruz”. Una “peregrinación dentro de la peregrinación”, porque será el mismo Papa quien visite las tierras de los mapuches, la Araucanía, y no una delegación de ellos la que acuda a ver al Papa en Santiago. Un gesto muy semejante al que tuvo san Juan Pablo II el 5 de abril de 1987 con estos mismos pueblos.

Hace más de treinta años atrás ya existía lo que se denomina la “cuestión mapuche”, pero las tensiones no eran las mismas que hoy vemos, sobre todo en los últimos 20 años. En cierto sentido se podría decir que hay una parte de la población mapuche que se encuentra en rebelión permanente contra el Estado chileno, y en este contexto se multiplican los actos de violencia: más de 30 lugares de culto cristiano incendiados, arrestos, juicios, y duras sentencias en aplicación de las leyes antiterroristas heredadas de Pinochet.

Los descendientes directos de los aborígenes de Chile, que desde tiempo inmemorial habitan amplias regiones entre Chile y Argentina, se llaman “mapuces” o “mapuches” (y también “araucanos”). Este nombre, que significa “pueblo de la tierra”, está compuesto por las palabras “Mapudungun” y “Che”. En Chile, la palabra “mapuche” tuvo distintas interpretaciones según la época histórica. Durante décadas fue una palabra ofensiva o despreciativa, sinónimo de persona analfabeta al servicio de chilenos cultos y ricos. En otros momentos pasó a ser una palabra impronunciable, porque carecía de sentido o era rechazada por la cultura dominante. En años recientes recuperó una especial dignidad y sobre todo pasó a ser sinónimo de una cuestión grave e importante, que la nación chilena todavía no ha resuelto y que numerosas protestas violentas  han convertido en una de las más urgentes y de mayor peso en el país.

En cuanto a la consistencia demográfica de estos pueblos y sus diversas etnias (como la Picunce, la Mapuche propiamente dicha y la Uiglice o Counco) no hay datos estadísticos ciertos. Las cifras van de 800.000 y 1.500.000, y aparentemente es el único pueblo aborigen de América Latina que crece, mientras en todas partes los demás se van extinguiendo gradualmente. Según el censo de 1992 los mapuches eran 1.281.651. En el censo de 2002 la cifra bajó a 604.349 y se concentraban en cuatro áreas, Araucanía-Temuco (33,6%), Santiago-Región metropolitana (30,3%), Biobío (8,8%), Los Lagos y Los Ríos (16,7%).

Esta curiosa reducción en un lapso de 10 años se denominó “genocidio estadístico o burocrático” y se dice que, en la medida en que se trata de una operación decidida y planificada, tiene el propósito definido de deslegitimar las exigencias mapuches ante el Estado chileno, para demostrar que estas etnias se encuentran en vías de extinción. Otros, menos malévolos, explican el tema afirmando que, al cambiar las preguntas en el último censo, muchas personas se autoexcluyeron de la categoría “mapuche”.

El “conflicto mapuche” afecta tanto a Chile como a Argentina, y la delicadeza y complejidad del mismo no escapa a las personas más conscientes del grave atraso que ha sufrido el tratamiento de esta cuestión. Es un conflicto con connotaciones históricas, jurídicas, económicas y culturales, y el núcleo del problema sigue siendo el mismo desde que estalló por primera vez, en el siglo XIX: la reivindicación de los pueblos mapuches de sus tierras, que consideran que fueron expropiadas por la fuerza cuando comenzó lo que ellos llaman “la ocupación de la Araucanía”.

Desde el punto de vista histórico las cosas, en Chile y Argentina, ocurrieron tal como dicen los mapuches, y allí arranca el conflicto, porque ambos países se obstinan en negar lo que tiene todas las características de una ocupación. Y hay otra verdad histórica que se sigue negando obstinadamente: el Estado chileno es un país binacional que incluye no solo la población, ampliamente mayoritaria, de criollos y mestizos, sino también otra nación, la “mapuche”, minoría relevante y que sin duda no se encuentra en vías de extinción.

Estas dos verdades negadas se fueron gradualmente entrelazando en la sociedad, en la cultura y en la política generando el conjunto de raíces del conflicto, pero todavía no han dado lugar a que se ponga en marcha un proceso de reconciliación y de diálogo. La Iglesia chilena, desde muchos años y sobre todo del discurso de Juan Pablo II al Pueblo de la Araucanía el 5 de abril de 1987, ha tratado de ofrecer bases sólidas para este proceso, pero no siempre de la manera continua e incisiva que resulta tan necesaria y urgente.

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