CINCO AÑOS DE PONTIFICADO/2. Los pilares fundamentales de la parroquia “villera” de Bergoglio: sacramentos y promoción humana

Misa villera (Foto Marcelo Pascual)
Misa villera (Foto Marcelo Pascual)

¿Qué es la parroquia para Bergoglio? ¿Qué imagen tiene de este núcleo tradicional donde se concreta la presencia del catolicismo en el territorio de un país, una ciudad o una localidad de la periferia? ¿Cuál es el objetivo, o los objetivos, que una parroquia debe proponerse y perseguir según el Papa actual? Y para él, ¿dónde muestra el contenido de estos interrogantes una tendencial forma de realización?

Tras haber recorrido en el primer artículo las referencias que Bergoglio dedica a la parroquia en sus años como arzobispo de Buenos Aires y luego como Pontífice, nos adentramos ahora en la parroquia “villera” con sus dos pilares fundamentales: la sacramentalidad y el trabajo de promoción humana que realiza

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La parroquia “villera” de Bergoglio tiene dos pilares fundamentales: la sacramentalidad y una fuerte implicación de los sacerdotes con las necesidades primarias de la población que reside en su territorio, reconducibles, con una fórmula frecuentemente usada por el Papa, a “Techo, Tierra y Trabajo”. El acrónimo forma una triple “T”, con la cual se suele designar de manera sintética el programa de acción de los Movimientos Populares, convocados por el Papa Francisco en varias oportunidades durante su pontificado.

En la parroquia villera las tres “T” se reemplazan simbólicamente por tres “C”, que corresponden a las iniciales de Capilla, Colegio y Club. El juego analógico entre 3T y 3C para señalar otras tantas emergencias propias del territorio de una villa miseria, lo propuso el sacerdote Gustavo Carrara hablando a un auditorio de docentes y alumnos del Instituto Pio IX de Buenos Aires. «Así como el Papa Francisco plantea las tres “T” – Tierra, Techo y Trabajo – como camino para que un pueblo pueda vivir bien, análogamente podríamos plantearnos las tres “C” – Capilla, Colegio y Club – como espacios sanos y dichosos que ayuden a los adolescentes y jóvenes a no quedar expuestos a la droga, las armas y la violencia, en los llamados territorios calientes»[i].

Carrara hizo notar que en las villas de la metrópolis capital el 43 por ciento de los habitantes tiene menos de 17 años y luego citó una carta pastoral de Bergoglio escrita en 2005 y dedicada a la infancia y adolescencia en situación de riesgo. El entonces cardenal de Buenos Aires señalaba que la escuela es el principal instrumento de inclusión. «Quienes dejan la escuela pierden toda esperanza ya que la escuela es el lugar donde los chicos pueden elaborar un proyecto de vida y empezar a formar su identidad»[ii]. En la carta pastoral Bergoglio hacía notar que «en la actualidad, la deserción escolar no suele dar lugar al ingreso a un trabajo sino que lleva al joven al terreno de la exclusión social: la deserción escolar parece significar el reclutamiento, especialmente de los adolescentes, a un mundo en el que aumenta su vulnerabilidad en relación a la violencia urbana, al abuso y a la adicción a las drogas o al alcohol».

Por eso puso el acento en el colegio – la segunda “C” del acrónimo – como un instrumento de ese hospital de campaña que en las villas miseria es la parroquia, tal como la entiende Bergoglio: «Si bien la escuela no logra evitar estos problemas, la misma parece constituir la última frontera en que el Estado, las familias y los adultos se hacen cargo de los jóvenes, en la que funcionan, a veces a duras penas, valores y normas vinculados a la humanidad y la ciudadanía y en la que el futuro todavía no ha muerto».

Inspirándose en el principio “bergogliano” de «acoger la vida así como es y acompañarla cuerpo a cuerpo» Carrara vuelve a proponer la imagen de la parroquia como “casa” y “familia”. «Muchas veces nos encontramos un chico, una chica, consumiendo paco en un pasillo, tirado en la calle. En primer lugar es un problema de consumo». Pero la mirada, insistía Carrara, no se puede detener en la superficie. «Mirando un poco más en profundidad, vemos que hay un problema de exclusión social grave: tuberculosis, falta de escuela, estudios sin terminar, nula capacitación laboral, viviendo en la calle». En la conferencia a los profesores, Carrara anima a dar un paso más, un paso que  no registran las estadísticas del Instituto Nacional de Estadística y Censo (INDEC): «Mirando más en profundidad descubrimos una orfandad de vínculos, una orfandad de amor y un profundo deseo de tener hogar, de tener familia, de tener casa. Entonces nos planteamos la capilla o las instituciones como familia extendida, donde los chicos que vamos acompañando puedan decir realmente: esta es mi familia, esta es mi casa, este es mi hogar. En esto nos tiene que urgir el tiempo y tenemos que salir ya[iii]». En base a su propia experiencia en la villa miseria, Carrara puso de relieve la importancia de «algo tan elemental como que un adolescente pueda y se sienta escuchado realmente». El sacerdote destacó por fin el valor sanador ínsito en esa actitud, que «baja notablemente los niveles de violencia que a veces vemos entre los adolescentes y jóvenes. Si los escucháramos más, si los escucháramos en serio, encontraríamos una llave para muchas cosas».

EL QUE TE PRIMEREA. «La Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre. Uno de los signos concretos de esta apertura es tener templos con puertas abiertas en todas partes. De ese modo, si alguien quiere seguir una moción del Espíritu y se acerca buscando a Dios, no se encontrará con la frialdad de unas puertas cerradas»[iv]. Tal vez cuando escribía estas palabras Bergoglio estaba experimentando la misma moción del espíritu que el 21 de septiembre de 1953, día de la primavera, lo llevó a cruzar las puertas abiertas de la parroquia de San José, en el barrio de Flores, a pocos metros de su casa paterna, acercarse al confesionario que se encuentra a la izquierda del altar y arrodillarse con el oído contra la rejilla.

Del otro lado de la lámina perforada lo escuchaba un sacerdote que él no conocía. «En esa confesión me pasó algo raro, no sé qué fue, pero me cambió la vida; yo diría que me sorprendieron con la guardia baja». La puerta de la iglesia abierta y la guardia baja fue el preludio de un viraje radical en la vida del joven de diecisiete años a quien la vida le reservaba tantas otras vueltas. «Fue la sorpresa, el estupor de un encuentro, me di cuenta de que me estaban esperando» dirá cincuenta años después a los entrevistadores de “El Jesuita”. «Desde ese momento, para mí, Dios es el que te “primerea”[v]».

La invitación a tener abiertas las puertas de las iglesias vuelve muchas veces en las exhortaciones de Bergoglio-Papa, que después traslada la atención de las puertas del edificio parroquial a otras puertas que tampoco deberían estar cerradas. «Todos pueden participar de alguna manera en la vida eclesial, todos pueden integrar la comunidad, y tampoco las puertas de los sacramentos deberían cerrarse por una razón cualquiera»(E.G. 47). Entre todas las puertas sacramentales que debe poder cruzar un creyente en cualquier momento de la vida, hay una que Bergoglio, como obispo y como Papa, siempre quiso que estuviera abierta de par en par: la del Bautismo. El sacramento más popular de todos los que pone a disposición la Iglesia para el camino del pueblo cristiano.

«Al Dios trino y uno, nuestro pueblo lo vive como un Dios bautismal y bautizador» dice Bergoglio a principios de 2005 en Roma, durante la asamblea plenaria de la Pontificia Comisión para América Latina de la que había sido nombrado asesor por Juan Pablo II. «Un Dios en el que uno fue sumergido de niño y en el cual vivimos, nos movemos y existimos»[vi], agrega parafraseando a San Pablo, el apóstol de las gentes. Un Dios que los pobres encuentran ante todo en el bautismo, como observa el actual Gran Canciller de la Universidad Católica Argentina nombrado por Bergoglio, Víctor Manuel Fernández: «En los países católicos, los pobres sienten generalmente un profundo afecto por el bautismo, y si bien no están en condiciones de explicar la doctrina al respecto, creen firmemente que lo que sucede durante el bautismo es muy importante, y por lo tanto es necesario bautizar a sus hijos»[vii].

Y AHORA NO ME VAN A DECIR QUE NO TIENE PADRE”. El bautismo es el sacramento más popular y requerido por los habitantes de las villas miseria. «En las familias humildes» explica Fernando Ortiz, un sacerdote de Buenos Aires que durante nueve años acompañó peregrinaciones marianas por América Latina y actualmente desarrolla su ministerio en la diócesis argentina de Jujuy, «esto se acentúa porque sin poderle dar a los hijos otras cosas importantes para la vida, se les busca dar ésta que es la primordial»[viii]. Ortiz, que reconoce al sacerdote argentino Lucio Gera como el inspirador de la idea que lo impulsó en estos años, fue protagonista de una peregrinación que comenzó el 12 de diciembre de 1992 en la basílica nacional de Luján, a unos sesenta kilómetros de Buenos Aires, y todavía no ha terminado después de 25 años de hacer “estaciones” en diversos países del continente, llevando en andas la imagen más famosa de América, la Virgen de Guadalupe[ix]. El mismo Bergoglio siendo arzobispo de Buenos Aires dio comienzo al largo itinerario de la Morenita del Tepeyac, como la llaman los mexicanos, por los caminos de América Latina[x].

Para explicar la elevada consideración incluso social que las comunidades más indigentes nutren por el sacramento del Bautismo, el obispo Gustavo Carrara recuerda el relato de un sacerdote. «Una vez estaba en una villa donde iba a veces a celebrar misa; una señora soltera había tenido un hijo y las vecinas la cargaban: “Tu hijo no tiene padre”. Para el mundo de la villa que le digan a uno que el hijo no tiene padre es muy ofensivo. Esto a la mujer le hacía mal, la amargaba que las vecinas le tomaran el pelo con que el chico no tenía padre. Lo llevó a bautizar, y apenas se terminó de bautizar les decía a las vecinas: “y ahora no me van a decir que no tiene padre”… Yo ahí me di cuenta lo que podía significar decirle a una madre, “mirá, tu hijo está al amparo de Dios”»[xi].

Sergio Zalba, quien durante años fue coordinador del Servicio Social de San Cayetano, el santuario argentino “del pan y el trabajo” que Bergoglio visitaba asiduamente, considera que «la solicitud de bautizar a los hijos sea la más importante de las expresiones de religiosidad popular que se expresan en los ámbitos parroquiales»[xii]. En la mayoría de estos pedidos se pone de manifiesto una valoración tan profunda de la vida religiosa, de la dignidad humana y del sentido de la vida, que requiere en los operadores pastorales una verdadera sintonía con el catolicismo popular. La petición del bautismo contiene «la intuición honda del pueblo creyente de que Dios tiene que ver con la vida y la vida tiene que ver con Dios», comenta Carrara.

BAUTISMO EN LA VILLA: MODO DE EMPLEO. Es por eso que nada ni nadie debe interponerse en la administración de este sacramento, sobre todo en situaciones donde los documentos de identidad escasean, las convivencias raramente terminan en matrimonio, las separaciones son más una regla que una excepción y los registros parroquiales prácticamente no existen o están incompletos. Y por eso Bergoglio impartía instrucciones a los párrocos de la Capital para que se simplificaran los requisitos solicitados a las familias para el bautismo de sus hijos.

En 2002 Bergoglio acababa de ser nombrado cardenal y ya era primado de Argentina. En aquel momento se publicaron unas “Indicaciones” destinadas a los párrocos de la Capital con el propósito de homologar la praxis vigente y establecer una disciplina común para la administración del sacramento. En el texto se recomienda vivamente bautizar tanto a los niños como a los adultos, y se explica la manera de superar las dificultades para la celebración del rito[xiii]. El documento tiene fecha del 8 de octubre y comienza con la firma de Bergoglio en su calidad de arzobispo de Buenos Aires, seguida por la de quince obispos del territorio de su jurisdicción, incluyendo los seis auxiliares de la Capital. La orientación general que se deduce del texto refleja la preocupación de Bergoglio por facilitar la administración del bautismo adoptando lo que se denomina “praxis transitoria” «cuyo objetivo es evitar que se difiera indefinidamente o que se impida el Bautismo en razón de los padrinos». La transitoriedad a la que se refiere las Indicaciones adquirió luego carácter definitivo con la práctica continua de los años posteriores. Pero en aquel momento, quizás para prevenir las objeciones de carácter doctrinal, se consideró oportuno afirmar que, «mientras se lleva a cabo tal educación acerca de la misión de los padrinos, las insuficiencias que éstos presenten tendrán que ser suplidas por el dinamismo evangelizador y catequístico de la comunidad cristiana parroquial, a la que le corresponderá suplir cuanto falte.».

La razón de ser de las indicaciones pastorales para el bautismo se fundaba en la observación de que «en los sectores sociales más humildes y particularmente en los casos de migrantes y de madres solteras, se hallan graves dificultades para conseguir padrinos y que en algunos casos, por un pudor natural, [los padres o quien actúa en su reemplazo] no suelen manifestarlo con facilidad. De hecho, muchos Bautismos son diferidos y a veces por muchos años, por no conseguir padrinos o que aquellos cumplan con los requisitos exigidos». Una de las recomendaciones que se hacen en las “Indicaciones pastorales para el bautismo de niños” tenía como propósito contrarrestar una especie de inhibición de los “padrinos” cuyo perfil no era precisamente irreprensible, como ocurre con la mayoría de los candidatos que viven en las villas de emergencia de la Capital o en sectores marginales. Para superar las dudas sobre la calidad moral de los padrinos, el documento dice: «En aquellas situaciones en las que los padres ya han elegido como padrinos a personas que no reúnen las condiciones pedidas por la Iglesia el Párroco debe actuar con extrema delicadeza, paciencia, caridad pastoral, de manera tal que esta circunstancia nunca derive en una postergación indefinida o negación del Bautismo solicitado». En los casos más serios de “pública incongruencia de la vida del padrino con la fe, para evitar la no administración del Bautismo, el candidato propuesto será aceptado como testigo, como acontece con los cristianos no católicos”.

Las indicaciones pastorales para el bautismo del año 2002, siempre con el objetivo general de facilitar la administración de ese sacramento primordial y fundante tan sentido en los sectores más humildes de la sociedad – «No podemos ser dueños de la Gracia de Dios», decía Bergoglio – tiende también a eliminar cierta rigidez que podía haber para los bautismos solicitados en parroquias que no son las del bautizado o sus familiares: «En nuestras diócesis no se exigirán permisos o pases entre parroquias para la realización de Bautismos», dice la Instrucción. La movilidad de una parroquia a otra se admite prácticamente sin excepción y sin necesidad de permisos ni del responsable de la parroquia de residencia ni el de la parroquia o capilla donde se solicita ser bautizado.

También hay una simplificación notable en lo que respecta a la preparación bautismal, que pese a quedar a discreción de la parroquia, a veces exige la asistencia a cursos en días y horas que desalientan a la familia, sobre todo cuando esta vive en asentamientos marginales de tantas periferias urbanas donde la movilidad no resulta fácil. El obstáculo se supera con la homilía del sacerdote durante la celebración bautismal como un momento mínimo pero suficiente de preparación para el sacramento. Se recomienda, sobre todo en estos casos, que el sacerdote acompañe a las familias después del bautismo visitando las casas, yendo a bendecirlas de tanto en tanto, celebrando la misa para el aniversario del bautismo, convocando anualmente a los bautizados, apoyando lo que se conoce como misión o Círculos de la Virgen, con mensajes para la Pascua, Navidad o las Fiestas Patronales, invitando a participar en actividades o instituciones de la parroquia, etc. Todas cosas que, como veremos, ya son habituales para los sacerdotes de las villas miseria.

DE UNA IGLESIA QUE REGULA EL BAUTISMO A UNA QUE LO FACILITA. Siete años después de las indicaciones pastorales impartidas en 2002, la arquidiócesis de Buenos Aires pone en marcha una nueva campaña pro bautismos en las parroquias de la Capital que deben, según las disposiciones de Bergoglio, hacer todo lo posible para “facilitar” el acercamiento al bautismo de quienes lo soliciten. El único requisito que se pide es que sea requerido por los padres conocidos del niño. Con este propósito se distribuye un cuadernillo titulado “El bautismo en clave misionera” a cerca de cuatrocientos sacerdotes de Buenos Aires. La introducción del texto preparado por el Vicariato de Pastoral de la arquidiócesis en abril de 2009 «no lleva firma, pero es atribuida al cardenal Bergoglio» afirma la periodista Silvina Premat en el diario La Nación[xiv]. En la misma introducción se pide – con un estilo bien conocido y que remite al Papa Francisco – «revisar la vida interna de la Iglesia para salir hacia el pueblo fiel de Dios» y «pasar de una Iglesia “reguladora de la fe” a una iglesia “transmisora” y “facilitadora” de la fe».

Se recomienda a los sacerdotes que «arbitren los medios para que ningún padre se retire [de la secretaría parroquial] con la idea de que se niega el bautismo a su hijo». Y se recuerda que no son una objeción las uniones civiles, los padres separados, las madres solteras o los hijos en trámite de adopción. «No importa ninguna circunstancia de los padres que podríamos ver con un matiz moral. Si los padres tienen libreta de casamiento está bien, pero si no la tienen, también» aclara el sacerdote Alejandro Russo, juez del Tribunal eclesiástico de Buenos Aires. «Hay que tratar todos los problemas con criterio pastoral [vale decir hablando con las personas] y no jurídicamente».

Ni siquiera hace falta, como antes, demasiadas garantías sobre la experiencia religiosa de los padrinos. Del “padrinazgo” en la celebración del sacramento solo queda excluido un no católico. «Porque el significado del “padrinazgo” es la educación en la fe y no solo la transmisión de valores humanos» explica el mismo Russo, que en ese momento trabajaba como colaborador directo de Bergoglio, y agrega que «si el padrino es un católico separado y vuelto a casar, se lo acepta e inscribe con la figura del testigo, que a los fines del bautismo, es igual a la del padrino».

Tampoco las familias divididas deben ser una objeción para la administración del bautismo. Bergoglio mismo defiende la decisión argumentando que «el niño no tiene ninguna responsabilidad por la situación matrimonial de sus padres. El bautismo de los niños puede así convertirse en un nuevo comienzo para los padres». E incluso aquello que es reprobable, puede convertirse en una oportunidad para comenzar un camino de renovación en sentido cristiano de la vida del padre y de la madre que llevan a su hijo a la fuente bautismal. Bergoglio cuenta que él mismo bautizó siete hijos de una mujer sola, una pobre viuda que trabajaba como empleada de servicio doméstico y los había tenido con dos  hombres diferentes. «Yo la había conocido el año pasado en la fiesta de San Cayetano. Me había dicho: padre, estoy en pecado mortal, tengo siete hijos y nunca los he bautizado. Había llegado a esta situación porque no tenía dinero para que vinieran los padrinos que estaban lejos, o para pagar la fiesta, porque siempre tenía que trabajar… Le propuse que nos viéramos para hablar de ello. Nos hablamos por teléfono, vino a verme, me decía que nunca conseguía encontrar a todos los padrinos y juntarlos… Al final le dije: vamos a hacerlo con solo dos padrinos, que representarán a los otros. Así que vinieron todos y tras una pequeña catequesis los bauticé en la capilla del arzobispado. Después de la ceremonia hicimos un pequeño refresco. Una coca cola y bocadillos. Ella me dijo: padre, no me lo puedo creer, usted hace que me sienta importante… Yo le respondí: señora, yo no tengo nada que ver en esto, es Jesús quien hace que sea usted importante»[xv].

Resulta muy evidente que el criterio del Papa Bergoglio en su primera encíclica de puño y letra, la Evangelii Gaudium, concuerda con la experiencia que él observó en las villas miseria de Buenos Aires, y era lo que le hacía decir, y decidir, que se debía facilitar el bautismo. La palabra bautismo se repite en 8 puntos de la exhortación apostólica, haciendo referencias concretas a «personas bautizadas que no viven las exigencias del Bautismo, no tienen una pertenencia cordial a la Iglesia y ya no experimentan el consuelo de la fe» (14). Para afirmar que «Todos pueden participar de alguna manera en la vida eclesial, todos pueden formar parte de la comunidad, y tampoco las puertas de los sacramentos deberían cerrarse por una razón cualquiera. Esto vale sobre todo cuando se trata de ese sacramento que es “la puerta”, el Bautismo» (47).

«Como arzobispo ponía el acento en cosas que hoy volvemos a encontrar en la Evangelii Gaudium» confirma el obispo Gustavo Carrara. «Después, a veces las generalizaba, por ejemplo a nivel de arquidiócesis, como en el caso del bautismo». Carrara cuenta que fue testigo de recomendaciones apremiantes de Bergoglio en el sentido de «facilitar el Bautismo, acercarlo a la gente… era algo que veía con claridad en las villas y se alegraba de los bautismos populares. Su estrella polar era la afirmación del primado de la Gracia y de la Misericordia[xvi]».

JAMÁS HAY QUE NEGAR EL BAUTISMO A QUIEN LO PIDE”. En una famosa homilía del 3 de septiembre de 2012 en la clausura de un encuentro dedicado a la Pastoral Urbana, el arzobispo de Buenos Aires llamó “hipócritas” a los sacerdotes que se negaban a bautizar a los niños nacidos fuera del matrimonio o cuyos padres no los habían reconocido. En otra oportunidad Bergoglio comentó la figura popular del “bautizador” explicándola en estos términos: «En nuestro país tan extenso, hay muchos pueblitos a los que es difícil llegar, donde el cura puede ir una o dos veces por año. Pero la piedad popular siente que los niños deben ser bautizados lo antes posible, por eso en estos lugares siempre hay un laico o una laica conocidos por todos como bautizadores, que bautizan a los niños cuando nacen, a la espera de que llegue el sacerdote. Cuando éste llega, les da el óleo sagrado, completando la ceremonia». Más adelante, en la misma entrevista, Bergoglio hace una analogía entre el bautizador y un fenómeno que ocurrió en otro contexto geográfico más lejano: «Cuando pienso en esto, me sorprende siempre la historia de esas comunidades cristianas de Japón que estuvieron sin sacerdotes durante más de doscientos años. Cuando llegaron los misioneros los encontraron a todos bautizados, todos estaban casados regularmente por la Iglesia y todos sus difuntos habían sido enterrados cristianamente. Aquellos laicos habían recibido solamente el bautismo, y en virtud de su bautismo habían vivido también su misión apostólica»[xvii].

La posición del cardenal Bergoglio respecto de los bautismos es un punto que los adversarios internos le imputan como un rasgo de poca fiabilidad tanto doctrinal como pastoral. Se sabe que al Vaticano llegaron notas que denuncian su costumbre de bautizar a los niños nacidos fuera del matrimonio y que refieren con cierta indignación los reproches que hacía a quienes se negaban dentro de su arquidiócesis a dar el bautismo a los hijos extramatrimoniales. Como Papa, Bergoglio confirmará en varias oportunidades este criterio. Lo repitió el 26 de abril de 2015, durante la ordenación sacerdotal de 19 diáconos en la Basílica de San Pedro. A los nuevos presbíteros les dijo: «¡Jamás hay que negar el Bautismo a quien lo pide!». El corresponsal de la agencia Aleteia Ary Waldir Ramos Díaz observa en la crónica de la ceremonia desde Roma que sus recomendaciones «son coherentes con sus enseñanzas como arzobispo de Buenos Aires y sus últimos gestos de pastor de la Iglesia católica». Recuerda también que en septiembre de 2012 exigió a los sacerdotes de once diócesis de la región de Buenos Aires que administraran el sacramento del bautismo a todos los niños, tanto si eran fruto de una relación extramatrimonial como hijos de una madre soltera.

El 11 de febrero de 2014, en una ceremonia en la Capilla Sixtina, Francisco bautizó a Giulia, una niña de siete meses hija de una pareja italiana casada solo por la ley civil. El hecho de que los padres no estuvieran casados sacramentalmente por la Iglesia no fue un problema para el Papa, quien según las crónicas había aceptado bautizar a la niña tiempo atrás, el 25 de septiembre de 2013, cuando los padres se lo pidieron en una audiencia general de los miércoles. Hay otras situaciones más conflictivas, pero el Papa sostiene el criterio de «no decir nunca que no a los que piden el bautismo», un criterio que antepone la autenticidad y la libertad del pedido al escándalo que la vida pública de los padres puede provocar, tanto si son parejas homosexuales, mafiosos, autócratas, militares acusados de tortura, políticos controvertidos o especuladores bursátiles buitres y sin escrúpulos.

La preocupación pastoral de Bergoglio por la mayor difusión posible del sacramento ha encontrado una sintonía convencida en los sacerdotes que viven en las zonas más populares de la capital argentina. En efecto, es típico de los curas de las villas miseria favorecer el bautismo de manera masiva, al estilo de los primeros jesuitas que dieron vida a las reducciones a lo largo del río Paraná. «Solo el padre Alonso de Barzana bautizó en esta provincia de Tucumán más de 20.000 personas, habiéndolas él catequizado primero por muchos días»[xviii] cita el obispo Carrara al padre Cayetano Bruno en un artículo de la revista Vida Pastoral de la que es colaborador. El gran bautizador de indios, como conocían sus hermanos al padre Alonso de Barzana – continúa diciendo el historiador y académico de Córdoba Cayetano Bruno – «viejo de más de setenta y dos años, sin dientes ni muelas, con suma pobreza, con suma y profundísima humildad…», bautizaba «con tantas ansias de traerlos a Dios que parece le revienta el corazón, y desde la mañana a la noche no pierde un momento ocioso»[xix]. Tal como hacen los sacerdotes de las villas miseria donde viven. El Registro de bautismos de la parroquia San Juan Bosco, que abarca cuatro villas del cinturón de Buenos Aires, desde que es párroco el padre José María di Paola ha crecido con tanta velocidad que de las pocas páginas de 2012 ha pasado a más de trescientos bautismos en 2017. «En 2016 fueron más de 500 y aumentan todos los años», confirma Guillermo Torres, quien desde 1999 es párroco de la villa que fundó Carlos Mugica, la Villa 31, en el centro de Buenos Aires. Gustavo Carrara también corroboró un incremento análogo en la Villa 1-11-14 de Bajo Flores; por otra parte, el obispo advirtió que los incrementos se deben considerar también a la luz del crecimiento de la población de las villas  en los últimos años, como demuestra un reciente informe[xx]. Ese mismo informe registra un dato que cita Mons. Carrara, y que idealmente cierra el círculo de la cuestión de los bautismos en las villas: por primera vez el número de nacidos en las villas – y por ende de los bautizados – ha sido superior al de la población inmigrada.

Artículos publicados:

CINCO AÑOS DE PONTIFICADO /1. La parroquia “hospital de campaña” de Bergoglio en las villas miseria de Buenos Aires

Traducción del italiano de Inés Giménez Pecci


[i] Gustavo Carrara, Adolescentes y jóvenes y el mundo adulto en las barriadas en la zona metropolitana de Buenos Aires (droga, armas, violencia). Mirada integral de la realidad. Territorios calientes. Propuestas positivas. Jornadas: “No más chicos descartables. Construyendo esperanza”, Buenos Aires 2017

[ii] Card. Jorge Mario Bergoglio S. J., Carta pastoral sobre la niñez y adolescencia en riesgo, Buenos Aires, 1° de octubre de 2005

[iii] G. Carrara, Adolescentes y jóvenes y el mundo adulto… op. cit.

[iv] Evangelii Gaudium n.47

[v] Sergio Rubín, Francesca Ambrogetti, El Jesuita, Vergara, Buenos Aires 2010. p.45

[vi] J. M. Bergoglio, La homilía dominical en América Latina, Intervención en la Asamblea Plenaria de la Comisión para América Latina, Roma 19-01-2005

[vii] Víctor Manuel Fernández, El programa del papa Francisco. ¿Adónde nos quiere llevar?, San Pablo, Buenos Aires, 2014.

[viii] F. Ortiz, Encuentro nacional de santuarios, Buenos Aires, 2005

[ix] La Nación, Con la imagen de Guadalupe buscan revalorizar la religiosidad popular, viernes 1 de diciembre de 2000. También: José Ignacio López, Una plegaria de ocho años, La Nación, 1 de diciembre de 2000

[x] Tierras de América, Una peregrinación de 25 años, 28 de enero de 2017

[xi] Gustavo Carrara, El Bautismo en la celebración del Bicentenario de nuestra patria, en Vida Pastoral, Buenos Aires, 2011, n.291

[xii] Sergio Zalba, Devociones populares: nuevas y antiguas, en Vida Pastoral. Año XLV- Nº 256, pág. 24.

[xiii]Indicaciones pastorales para el bautismo de niños de los obispos de la provincia eclesiástica de Buenos Aires”, Buenos Aires, 8 de octubre de 2002

[xiv] Silvina Premat, Será más fácil acceder al bautismo, La Nación, 15 de junio 2009

[xv] Gianni Valente, Non siamo padroni dei doni del Signore, 30Giorni, n.8, 2009

[xvi] Declaraciones del 8 de enero de 2016

[xvii] Valente, Non siamo padroni dei doni del Signore… op cit

[xviii] Gustavo Carrara, El bautismo como bendición de Dios en Vida Pastoral, Buenos Aires, 2007, n.263

[xix] Cayetano Bruno, Las reducciones Jesuíticas de los Indios Guaraníes, Rosario, 1991, pp. 17-18

[xx] “Estudios sobre los procesos de integración social y urbana en tres villas porteñas”, UCA, Observatorio de la Deuda Social Argentina e Defensoría del Pueblo de Buenos Aires. Se puede consultar en la siguiente dirección: http://www.uca.edu.ar/uca/common/grupo68/files/2017-Observatorio-Informes_Defensoria-CABA-24-10-VF.pdf

 

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