TRUMP MILITARIZA LA FRONTERA CON MÉXICO. LOS OBISPOS SE OPONEN. La única posibilidad de futuro, se lee en la declaración, es la construcción de «puentes de confianza», y no «muros de violencia»

Guardia Nacional en la frontera (Foto AP)
Guardia Nacional en la frontera (Foto AP)

«¡En cada migrante que es lastimado en su dignidad y en sus derechos, Jesucristo vuelve a ser crucificado!». Es una declaración histórica la que hicieron los obispos de la frontera norte de México y el Consejo de la Presidencia de la Conferencia Episcopal mexicana. Un documento sin precedentes, que, por primera vez en la historia de la Iglesia del país, se dirige a «todos en territorio nacional y más allá de nuestras fronteras», a «todos los creyentes y no creyentes en Jesucristo en México y en los Estados Unidos», al presidente de los Estados Unidos Donald Trump y al presidente de México, Enrique Peña Nieto. La declaración fue redactada «con motivo del despliegue de tropas de la Guardia Nacional norteamericana en la frontera que delimita nuestros territorios».

«La Iglesia católica, en fidelidad a la fe en Jesucristo –escriben los obispos–, no puede pasar de largo ante el sufrimiento de nuestros hermanos migrantes que buscan mejores condiciones de vida al cruzar la frontera para trabajar y contribuir al bien común no sólo de sus familias sino del país hermano que los recibe». Los obispos mexicanos saben que los flujos migratorios exigen «una renovada regulación por parte de ambas naciones. Así mismo, no nos es ajeno que una dimensión constitutiva de una sociedad próspera y pacífica es la verdadera vigencia del Estado de Derecho. Sin embargo, no toda norma, ni toda decisión política o militar, por el mero hecho de promulgarse o definirse, es de suyo justa y conforme a los derechos humanos».

«Si ha habido una lección histórica que todos como sociedad hemos aprendido tras los conflictos mundiales vividos durante el siglo XX –se lee en la declaración– es que lo legal requiere de ser legítimo; es que la dignidad inalienable de la persona humana es la verdadera fuente del derecho; es que el dolor de los más vulnerables debe ser entendido como norma suprema y criterio fundamental para el desarrollo de los pueblos y la construcción de un futuro con paz».

Por esto, los obispos mexicanos desean repetir: «lo que dijimos hace un año: “el grito de los migrantes es nuestro grito”. ¡Su dolor es nuestro dolor! ¡En cada migrante que es lastimado en su dignidad y en sus derechos, Jesucristo vuelve a ser crucificado!».

En la declaración se afirma que «los gobiernos mexicanos del pasado y del presente tienen una grave responsabilidad al no haber creado las oportunidades suficientes de desarrollo para nuestro pueblo pobre y marginado». La incipiente democracia mexicana tiene «un enorme reto en el futuro próximo: escoger a quienes deben de realizar de manera honesta, sin corrupción e impunidad, un cambio histórico que ayude a que el Pueblo de México realmente sea el protagonista de su desarrollo, con paz, justicia y respeto irrestricto a los derechos humanos».

Sin embargo, continúan los obispos, «las carencias que tenemos los mexicanos no pueden ser justificación para promover el antagonismo entre pueblos que están llamados a ser amigos y hermanos. No es conforme a la dignidad humana y a las mejores razones y argumentos concebidos por hombres como Abraham Lincoln o Bartolomé de las Casas, edificar barreras que nos dividan o implementar acciones que nos violenten. Los migrantes no son criminales sino seres humanos vulnerables que tienen auténtico derecho al desarrollo personal y comunitario».

Según los obispos, «sólo hay futuro en la promoción y defensa de la igual dignidad y de la igual libertad entre los seres humanos. La frontera entre México y Estados Unidos “no es una zona de guerra”, como han dicho recientemente nuestros hermanos obispos de los Estados Unidos. Al contrario, esta zona está llamada a ser ejemplo de vinculación y corresponsabilidad». La única posibilidad de futuro, se lee en la declaración del episcopado mexicano, es la construcción de «puentes de confianza y desarrollo compartido», y no «muros de indignidad y de violencia». «Más aún –recuerdan los obispos–, el Papa Francisco, sin ambages, nos ha dicho a todos: “una persona que sólo piensa en hacer muros, sea donde sea, y no construir puentes, no es cristiano. Esto no es el Evangelio”».

Vatican Insider

Torna alla Home Page