GUATEMALA TAMBIÉN TENDRÁ SUS BEATOS. En octubre, después de la canonización de Romero en el vecino El Salvador, será el turno del franciscano italiano Maruzzo y el laico Arroyo Navarro

Franciscanos de fiesta
Franciscanos de fiesta

La noticia llegó como un bálsamo para las heridas de Guatemala, sacudida por escándalos de corrupción. El misionero italiano Tullio Maruzzo y el catequista guatemalteco Luis Obdulio Arroyo Navarro, asesinados juntos el 1 de julio de 1981, serán beatificados en la misma tierra donde dieron testimonio de su fe, porque allí prestaba su servicio el primero y había nacido el segundo. El Vicariato apostólico de Izabal, en Guatemala, dio la noticia en un comunicado donde informa también que la beatificación se llevará a cabo en el municipio de Morales el domingo 28 de octubre, una semana después de la canonización del arzobispo Óscar Arnulfo Romero, quien será proclamado santo en Roma el domingo 21 junto con Pablo VI.

El padre Maruzzo, perteneciente a la Orden de los Hermanos Menores, había nacido en Lapio, provincia de Vicenza y durante 22 años fue misionero en Guatemala, hasta el día de su muerte violenta. La noticia de su beatificación se esperaba desde octubre del año pasado, cuando el Papa Francisco promulgó el decreto que reconoce su martirio junto con el catequista asesinado con él. Ambos murieron debido a su compromiso en favor de los campesinos más pobres y por promover los derechos humanos en los años que en Guatemala se estaba consumando un verdadero genocidio en el que también perdieron la vida muchos sacerdotes, uno de los cuales – el estadounidense Stanley Rother – fue beatificado el año pasado en Estados Unidos.

El obispo Buezo Leiva, Secretario de la Conferencia Episcopal de Guatemala, reconoció en una declaración difundida apenas se recibió la noticia, que ambos, Maruzzo y Arroyo Navarro, fueron asesinados “por odio a la fe” y que el Papa Francisco autorizó que la ceremonia de beatificación se lleve a cabo en el Vicariato donde se encuentran sus tumbas. Quien presidirá la ceremonia será entonces el Cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos.

Maruzzo nació en 1929 en Lapio, en la Comuna de Arcugnano, provincia de Vicenza, en una familia numerosa. A los 10 años ingresó al Colegio Seráfico de Chiampo, de los Frailes Menores, junto con su hermano gemelo Lucio. Fue ordenado sacerdote en 1953 en Venecia por el patriarca Angelo Giuseppe Roncalle – futuro Papa Juan XXIII – y su primer destino fue un orfanato. Tres años después recibió una carta de su hermano que era misionero en Guatemala y solicitó que a él también lo enviaran a ese país sudamericano. «Era discreto y lo recuerdan como una persona un poco tímida, y al principio también incomprendido en su acción pastoral», comentó el padre Lorenzo Broggian, actual párroco de Lapio, comunidad que todos los años conmemora su martirio. Manso, atento a las personas – conocía a sus parroquianos por su nombre – el padre Maruzzo desarrolló su apostolado primero en Puerto Barrios, después en Entre Ríos y por último en la comuna de Morales, a la que llegó en 1968 y donde permaneció 12 años, en una parroquia que se acababa de fundar.

En esos años había recrudecido el enfrentamiento entre las fuerzas de derecha que tomaron el poder con el golpe de 1963 del coronel Enrique Peralta y los movimientos de resistencia armada de orientación comunista.

El padre Maruzzo organizaba catequesis para los pobres, dirigía obras y se prodigaba para ayudar a los necesitados – después de un violento terremoto en 1976, con la ayuda de Caritas hizo construir un barrio para la gente que había quedado sin casa. Pero quedó marcado por las fuerzas paramilitares y de los terratenientes. Según las leyes vigentes, los campesinos que desmontaban y cultivaban las tierras vírgenes de la selva, al cabo de 12 años podían reclamar la propiedad de las mismas. Muchos campesinos, algunos analfabetos, no lograban efectuar el trámite para conseguir este derecho, debilidad que aprovechaban los terratenientes inescrupulosos para apropiarse de esas tierras por la fuerza. El padre Maruzzo alentó a los campesinos para que ejercieran sus derechos poniéndolos también en contacto con escribanos y abogados. Eso fue suficiente para que comenzara a recibir amenazas y fuera calumniado, afirmando que ayudaba a la guerrilla armada. El epílogo de todas esas intimidaciones se produjo la noche del 1 de julio de 1981, cuando fue asesinado por una ráfaga de proyectiles de armas de fuego mientras volvía en automóvil desde su nueva parroquia de Quiriguá – donde había sido trasladado por sus superiores para ponerlo a salvo – junto con el catequista Luis Obdulio.

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