LA NOCHE QUE EMPEZÓ A CAMBIAR LA CONCIENCIA DE LOS CHILENOS. Hace ocho años se conocieron las primeras tímidas verdades mientras la máquina de encubrimiento trabajaba a todo vapor

James Hamilton en la foto que acompañó sus declaraciones en The New York Times el 22 de abril de 2010
James Hamilton en la foto que acompañó sus declaraciones en The New York Times el 22 de abril de 2010

Hoy, 26 de abril, se cumplen ocho años desde que la inmensa mayoría del pueblo chileno, en particular la opinión pública más prudente y bien informada, descubrió realmente la verdad sobre la Fraternidad del párroco de El Bosque, Fernando Karadima, llamada Pía Unión Sacerdotal, y los abusos sexuales que cometió contra numerosas personas – sobre todo tres jóvenes cuyos nombres hoy se conocen: Juan Carlos Cruz, Andrés Murillo e James Hamilton – el poderoso e intocable padre Fernando Karadima, “niño mimado” de la alta burguesía de Santiago y de los católicos más conservadores y con nostalgias golpistas. Pocos imaginaban que esa noche se estaba abriendo un verdadero abismo para muchos, personas e instituciones. Nadie supuso que esta historia, que inmediatamente trataron de sofocar incluso con dinero, cambiaría el rostro cultural del país y la conciencia de millones de chilenos.

Las tres personas que hemos nombrado, Cruz, Murillo y Hamilton – están en Roma desde hace pocos días para encontrarse con el Papa Francisco el próximo 28 y 29, en la Casa Santa Marta. Pocos días antes de aquel 26 de abril de ocho años atrás, por primera vez en absoluto The New York Times había publicado – el 22 de abril de 2010 – dos testimonios detallados y escalofriantes sobre los abusos de Karadima. (“Chilean Abuse Case Tests Loyalty of a Parish”). Los testigos eran Juan Carlos Cruz y James Hamilton.

En Chile, sobre todo en la capital y en ambientes eclesiales, circulaban desde hace años rumores sobre lo que estaba ocurriendo en El Bosque y sobre quién era realmente Fernando Karadima, definido como “un santo” por el cardenal F.J. Errázuriz. Se sabía que había denuncias ante las autoridades del arzobispado, entre ellas una muy detallada y firmada, sobre abusos que se remontaban a 1955.

Estaba en el aire que iba a estallar un enorme escándalo que salpicaría a los responsables de la arquidiócesis capitalina. El 20 de abril de 2010, al terminar la 99ª Asamblea Plenaria del Episcopado, monseñor Alejandro Goic, Presidente del Episcopado en aquel momento, hizo una declaración que decía textualmente: “Pedimos a todos aquellos que tengan datos objetivos (NdR: sobre abusos) que nos  comuniquen lo que saben para proceder de acuerdo con las normas y con lo que el Papa dice sobre este tema (…) No hay lugar en el sacerdocio para quienes abusan de menores, y no hay pretexto alguno que pueda justificar este delito”.

Ese año la Asamblea Plenaria del Episcopado chileno había sido inaugurada por el entonces Secretario de Estado del Vaticano, cardenal Tarcisio Bertone, quien estaba visitando algunas ciudades del país. Como se recordará, fue un momento muy polémico en la prensa internacional, porque el purpurado hizo declaraciones que luego obligaron al vocero del Vaticano, padre Federico Lombardi, a hacer urgentes correcciones y aclaraciones. Bertone dijo: “Numerosos psiquiatras y psicólogos han demostrado que no existe relación entre celibato y pedofilia, pero muchos otros, y me lo han confirmado recientemente, han demostrado que existe una relación entre la homosexualidad y la pedofilia. Esa es la verdad y allí radica el problema”.

Esta circunstancia demuestra que el purpurado volvió al Vaticano con una considerable cantidad de información sobre el caso Karadima, sobre el cual el Episcopado estaba al corriente y discutía desde hacía tiempo. Tan es así que en esa Asamblea Plenaria se abrió por primera vez una investigación sobre Karadima. La prensa chilena afirmó incluso que Bertone se entrevistó con un abogado de los denunciantes, cuyos nombres nadie conocía en aquel momento.

Aquella noche horrible… cuánto dolor. En Chile, la noche del 26 de abril de 2010, cinco profesionales – entre ellos los tres más conocidos – hicieron declaraciones en el programa “Informe especial” del canal de televisión nacional, TVN, y una gran parte del país, pendiente de la pantalla, quedó al final petrificada y horrorizada. Las crónicas recuerdan que uno de los testimonios más fuertes y desgarradores fue del médico gastroenterólogo James Hamilton, “objeto” de numerosos abusos de parte de Karadima, algunos de ellos brutales y espeluznantes. También produjo una fuerte impresión el relato del periodista Juan Carlos Cruz. Otros dos escalofriantes testimonios fueron los de Luis Luira y Fernando Batlle.

Desde Francia, una persona que mucho después se supo que era el escritor y filósofo Andrés Murillo, envió al programa su testimonio sobre los abusos en forma de carta-confesión. El impacto que produjo el contenido del programa de TVN fue de tal envergadura que el arzobispo de Santiago de aquel momento, cardenal Francisco Javier Errázuriz, debió pedir audiencia al Presidente de la República, Sebastián Piñeira, para tratar la cuestión. A partir de ese momento, aunque las denuncias contra Karadima se conocían desde hacía años (fueron presentadas en 2004) y se le había pedido la renuncia como párroco para protegerlo mejor, el cardenal Errázuriz trató siempre de minimizar, de minar la credibilidad y la seriedad de las denuncias y, sobre todo, en varias oportunidades intentó desacreditar a los denunciantes con palabras e insinuaciones duras, sobre todo en el caso de Juan Carlos Cruz, quien tiempo antes había declarado ser homosexual.

El escándalo nacional obligó a la justicia a nombrar un Procurador especial para ese asunto en la persona de Xavier Armendáriz.

El 28 de mayo de 2010, Andrés Ferrada, prefecto para la educación del Seminario Mayor de Santiago, declaró al Procurador: “A mi entender, los denunciantes no mienten”. Al día siguiente reconoció que había entregado a una persona entre 8 y 10 millones de pesos a cambio de silencio. Entre tanto, Hans Kast, canciller del arzobispado, a su regreso de un viaje a Alemania se presentó ante el Procurador (27 de julio) para confirmar el contenido de su carta del 10 de mayo de 2010, en la cual reconocía que había sido testigo de las graves molestias sexuales de Karadima “a jóvenes adultos”. Posteriormente Kast volvió a confirmar su testimonio ante el nuevo Procurador del caso, Leonardo Valdivieso, llamando en causa a propósito del entorno de Karadima a otros dos sacerdotes: Diego Ossa y Juan Esteban Morales.

Así comenzó a salir gradualmente a la superficie toda la verdad. Pero solo era el comienzo de una batalla donde las fuerzas enfrentadas tenían poderes y recursos no equilibrados. Un nuevo ícono metafórico de David y Goliat.

La historia de los abusos de Karadima, en estos ocho años, atravesó altos y bajos y recién en enero de 2018, con la visita del Papa a Chile, desbordó los límites que le habían impuesto “para siempre”. Seguramente recién estamos al comienzo de una nueva etapa.

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