UNA CASA PARA LAS SCHOLAS DEL PAPA. La Fundación pontificia abre su sede en Argentina en la villa de emergencia del padre Carlos Mugica, el precursor de los curas villeros

El Papa en videoconferencia desde Roma con la Villa 31 de Buenos Aires, el viernes 11 de mayo
El Papa en videoconferencia desde Roma con la Villa 31 de Buenos Aires, el viernes 11 de mayo

Una extraña coincidencia, o tal vez una decisión, vaya a saber. Las Scholas Occurrentes, un proyecto impulsado por el Papa, inauguraron su sede en Argentina el mismo día que hace 44 años, el 11 de mayo de 1974, fue asesinado el padre Carlos Mugica, y en el mismo lugar donde el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Bergoglio, permitió que fueran sepultados sus restos mortales: la parroquia de Cristo Obrero en la Villa 31 que el precursor de los curas villeros había fundado y dirigido hasta su muerte.

 “Bergoglio nos ayudó mucho cuando trasladamos los restos de Mugica el 9 de octubre de 1999 desde el cementerio de La Recoleta, donde se encontraban, hasta la parroquia que Carlos había fundado y donde fue asesinado en 1974 por la Triple A”, recuerda el párroco Guillermo Torre, quien vive allí desde hace 20 años. “Le pedimos permiso y no se opuso, todo lo contrario. Nos acompañó el día del traslado, caminó con la multitud que llevaba el cajón. Después presidió la misa e hizo un pedido público de perdón porque la Iglesia no se había preocupado por lo que le ocurrió al padre Mugica. Lo dijo al comienzo de la misa, en el momento en que se pide perdón por los pecados cometidos. Él pidió perdón por los asesinos del padre Carlos, por los silencios cómplices de una gran parte de la sociedad y también por los de la Iglesia”. Sus palabras tuvieron una repercusión muy fuerte en la sociedad argentina de aquel momento. Y precisamente aquí, en la Villa 31, el Papa se conectó por videoconferencia con la sede argentina recién inaugurada desde el barrio romano de Trastévere en el centro de Roma, donde se encuentra el Palazzo San Callisto, sede de la fundación Scholas Occurrentes. En ese mismo momento se encontraban conectadas también las nuevas sedes de la Fundación en Mozambique, Barranquillas (Colombia) y Miami (Estados Unidos). En la Villa 31 escuchaban al Papa, entre otros, el Jefe de Gobierno de Buenos Aires Horacio Rodríguez Larreta y su brazo derecho Diego Santilli, quien hizo posible la construcción de la sede argentina.

El Papa bendijo la nueva sede y junto con ella “los esfuerzos, ilusiones y dificultades, los muros y los puentes que vive Scholas para llevar adelante todo esto”. Bendijo también a los que creen “en los chicos y chicas” que “son los que van a florecer mañana, y serán capaces de florecer si se apoyan en las raíces y las llevan hacia adelante, porque todas las flores que tiene el árbol vienen de lo que fue sembrado”. Más adelante hizo referencia a las escuelas y las redes educativas pertenecientes a todas las confesiones religiosas y laicas, tanto públicas como privadas, que están relacionadas con las Scholas y habló también de los que no tienen una buena opinión del trabajo que hacen las Scholas, “los que se oponen a este proyecto, para que entiendan que es un camino de vida”. El Papa apostó una vez más a la capacidad de los jóvenes para soñar: “no se duerman, no pierdan la capacidad de soñar despiertos. De soñar dormidos somos capaces todos”. Hay que “soñar despiertos”, con la consciencia de que “un sueño se puede anclar en la realidad”. Después les recomendó con fuerza a los chicos, los que lo escuchaban en Buenos Aires y en las otras ciudades: “Ustedes que nacieron ahora, no se olviden que el mundo no empezó con ustedes, que la historia de la patria no empezó con ustedes”. Por eso es importante que “miren hacia atrás, a las raíces que le dieron identidad a sus pueblos, a las raíces de sus familias. Tomen esas raíces y den el paso adelante; den el paso adelante, pero con un pie apoyado en esas raíces, si no, se van a caer”. De esa manera, con la mirada proyectada hacia el futuro y el pie bien apoyado en el pasado, podrán seguir adelante, integrando siempre los tres lenguajes, “pensar lo que sienten y lo que hacen; sentir lo que piensan y lo que hacen; y hacer lo que piensan y lo que sienten”.

En la Villa 31, el asentamiento informal argentino que creció junto a la gran terminal de autobuses de Buenos Aires donde converge el transporte de todo el país, Bergoglio era un visitante habitual durante sus años como arzobispo. Acudía con frecuencia y recorría las 30 cuadras de distancia entre la catedral en la Plaza de Mayo, donde vivía, y el corazón de la villa, donde el viernes se hizo presente a través de una pantalla para la tan esperada inauguración. “Por iniciativa suya o todas las veces que lo invitábamos, para la celebración de las confirmaciones, para un encuentro con los maestros o con los jóvenes, para una fiesta patronal o de un santo” cuenta Guillermo Torre. “Lo importante era su presencia, incluso más que las palabras que podía decir. Que hiciera una procesión, que entrara en una casa para bendecir a los que allí vivían, que se detuviera a hablar o a tomar un mate con la gente; a veces lo invitábamos a un asado y él venía, otras veces venía a confesar; eso era lo que más apreciaba la gente, que compartiera sus vidas con sencillez”.

A pocos metros de la iglesia Cristo Obrero se encuentran ahora las instalaciones del sueño de Bergoglio de aquellos años. La sede argentina de las Scholas Occurrentes recién inaugurada tiene oficinas donde trabajarán 37 empleados y cuenta con un Centro cultural y deportivo con capacidad para más de 150 personas. En el futuro, tendrá un anfiteatro al aire libre, una pasarela de 270 metros cuadrados y un espacio verde donde se desarrollará un programa de huertas agroecológicas.

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