EFECTO SIMPATÍA PARA LOS ENVIADOS DEL PAPA A CHILE. La acogida que recibieron Scicluna y Bertomeu en su segunda misión es algo más que buena educación

Scicluna (en primer plano) y Jordi Bertomeu en la catedral de Osorno (Foto Agenciauno)
Scicluna (en primer plano) y Jordi Bertomeu en la catedral de Osorno (Foto Agenciauno)

Muchos podrán pensar que es una cuestión secundaria o simplemente simpática, sin embargo, sería un error subestimarla. Hablamos de algo muy evidente y visible en el caso de la segunda visita a Chile de los Enviados del Papa Francisco, el arzobispo de La Valeta, el maltés canadiense Mons. Charles Scicluna y el español catalán Mons. Jordi Bertomeu. Como es sabido, desde el mes de febrero estos dos Enviados especiales del Pontífice están trabajando mucho para ayudar al Episcopado de Chile a superar una grave y compleja crisis derivada de la pésima gestión del problema de los abusos sexuales cometidos por miembros del clero. Los resultados de la primera misión Scicluna-Bertomeu, en febrero, llevó a que el pasado 17 de mayo todos los obispos chilenos entregaran su renuncia al Santo Padre. Francisco aceptó por ahora las tres primeras, aunque se cree que en total serán más de 12 de los 32 actuales obispos ordinarios diocesanos. Pero lo que queremos hacer notar es la amplia, explícita y difundida simpatía con la que son acogidos en todas partes los Enviados del Pontífice, ya desde febrero y especialmente en estos últimos días. En varios lugares a los que viajaron para cumplir los compromisos que requiere su misión, había gran cantidad de personas que deseaban saludar a los Enviados, estrechar sus manos, alentarlos y hacerles pequeños regalos. Desde ayer está ocurriendo lo mismo en la ciudad de Osorno.

Es verdad que Mons. Scicluna y Mons. Bertomeu, con notable inteligencia y sensibilidad humana y pastoral, interpretaron correctamente desde el principio el rol y la misión, delicadísima, que les había confiado el Papa. También es cierto que ambos poseen un talento natural poco común para entablar y construir relaciones humanas aún en condiciones dificilísimas, como las que han afrontado y siguen afrontando. Este fenómeno es sumamente positivo como análisis y también como perspectiva. Como análisis pone de manifiesto un contraste con el comportamiento que en términos generales, con algunas excepciones, ha tenido el Episcopado chileno en los últimos años; un comportamiento altanero, como si los obispos chilenos fueran “superiores”. En perspectiva, este fenómeno ayuda a sanar las heridas provocadas por la crisis y la declinación de la Iglesia chilena, que empezó hace muchos años. Ahora muchísimos chilenos se sienten parte de un proceso de renovación y de renacimiento, y para ellos, el estilo humano y pastoral de los dos colaboradores del Papa era precisamente lo que necesitaban para volver a creer. Reconocen, y ven, en la manera de actuar de los Enviados el estilo del Papa Francisco, y eso se está convirtiendo en una especie de “mensaje bidireccional”: los fieles perciben en las decisiones del Papa sobre la situación chilena una atención especial y, al  mismo tiempo, en el abrazo a sus enviados desean transmitir un especial mensaje de gratitud al Pontífice.

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