EL JESUITA ARRUPE A LOS ALTARES. “Hemos comenzado seriamente el proceso de beatificación” anunció su sucesor, el venezolano Arturo Sosa

El padre Arrupe poco después de llegar a Japón como misionero
El padre Arrupe poco después de llegar a Japón como misionero

La prensa latinoamericana difundió ampliamente la noticia de la apertura del proceso de beatificación del padre Arrupe que dio el jesuita venezolano Arturo Sosa Abascal, prepósito general de la Compañía de Jesús desde el 14 de octubre de 2016. “Y la gente rompió a aplaudir. Una ovación cargada de sentimiento que pareció sorprender y emocionar al padre general, que había dejado el anuncio para el final”, dice la revista SIC de los jesuitas de Venezuela, en la crónica del simposio de Bilbao que reunió a trescientos laicos y jesuitas del norte de la provincia de España, principalmente de la Pat Loyola, tierra natal de Arrupe. Arturo Sosa hizo el anuncio después que el cardenal vicario de Roma, Angelo De Donatis, comunicó su aprobación para abrir el proceso en la diócesis de Roma, donde falleció Arrupe. “El Padre General pidió rezar por ello” dice SIC, haciéndose eco del “pedido de colaboración de cualquier persona que tenga información útil sobre la devoción a Arrupe”.

La causa recién abierta no solo tiene en cuenta el gobierno del jesuita español como General de la Compañía de Jesús entre 1965 y 1983 “sino a toda la persona que supo identificarse con el Señor a lo largo de su vida”. El deseo compartido es ser capaces de encontrar “con el Señor la figura tan bella de lo que fue la vida de santidad del Padre Arrupe”, declaró su sucesor, el padre Sosa. Y pidió a todos los jesuitas del mundo, así como cualquier otra persona, recuperar todo aquello que pueda ser útil a la causa, incluso “personas que directa o indirectamente puedan dar testimonio de lo que fue su vida”. También pidió colaboración “para poder demostrar la devoción real por el Padre Arrupe”.

«Arrupe reflejó al Cristo que habitaba dentro y que lo colmó de una humanidad profunda hasta su último día. La vida de Arrupe iluminó entonces e ilumina ahora. Irradió a quienes vivieron a su alrededor y fueron iluminados por su cercanía transparente, por su belleza interior y su libertad certera. La vida que renovó a la Compañía de Jesús desde la espiritualidad ignaciana al servicio de una fe fortalecida y una justicia aterrizada. Y también las vidas inspiradas por su herencia universal: sus libros, cartas, testimonios y escritos que reflejan su vivacidad, directa y profunda, y que siempre llegan al corazón».

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