¿Qué sucederá con las plantaciones de coca y los campesinos colombianos que la siembran y cultivan? El tema forma parte de la agenda de los negociadores en La Habana y no es fácil de resolver. En las montañas del Cauca, por ejemplo, las discusiones sobre este punto, el tercero en la ronda de negociaciones entre el gobierno y la guerrilla, se siguen con aprehensión. “Hasta que no se resuelva el problema de la pobreza seguiremos sembrando coca y marihuana”, responde en nombre de todos un campesino que cultiva coca en dos hectáreas de tierra en la provincia de Corinto.
Para él, los números hablan por sí mismos. Un kilo de coca le rinde 3200 pesos colombianos, poco menos de dos dólares y cuatro veces más que un kilo de cereal. Y no es más que el primer paso en la escala del incremento de valor de la temible sustancia, que una vez sintetizada alcanza precios estratosféricos en el mercado de Estados Unidos.
Colombia es uno de los mayores productores de cocaína del mundo, con un rendimiento de 309 toneladas en 48.000 hectáreas de cultivo, según cálculos de las Naciones Unidas.
“Los diálogos de paz nos dan miedo. ¿Qué ocurrirá si de un día para otro vienen a destruir todo? ¿Cómo vamos a vivir?”. Eso es lo que piensan y se preguntan muchos cultivadores de coca colombianos en estos días y el ejército de trabajadores que viven en las plantaciones. Un campesino de 72 años, que cultiva al mismo tiempo café y marihuana, se muestra más atento a lo que ocurre en la plaza comercial que a lo que ocurre en Cuba. “Lo que importa –afirma- es el valor internacional del café: si el precio disminuye, habrá que sembrar más marihuana, no hay otra salida”.

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