1976. MASACRE DE SAN PATRICIO. Se reabre el juicio en Argentina. Fueron asesinados tres sacerdotes y dos seminaristas. Todavía no se identificó a los culpables

Las tumbas en el cementerio de Mercedes donde descansan los restos de los curas palotinos asesinados
Las tumbas en el cementerio de Mercedes donde descansan los restos de los curas palotinos asesinados

Se reabrió en Argentina el juicio sobre la “masacre de San Patricio”, tal como se conoce el asesinato de cinco religiosos palotinos a comienzos de la dictadura militar. Los tres sacerdotes: Alfredo Kelly, Pedro Duffau y Alfredo Leaden, fueron asesinados a sangre fría la madrugada del 4 de julio de 1976 en la casa parroquial de la iglesia de San Patricio, en el barrio de Belgrano de Buenos Aires. Junto con ellos también murieron los seminaristas Salvador Barbeito y Emilio Barletti. Los autores, un grupo de tareas de la dictadura no identificado todavía, dejaron su firma sobre una pared y una alfombra: “Por los camaradas dinamitados en Seguridad Federal” (se refiere al atentado con explosivos que Montoneros había realizado dos días antes en el comedor de esa dependencia policial); y la segunda frase sobre la pared, aclara: “Estos zurdos murieron por ser adoctrinadores de mentes vírgenes”.

Ante el juez federal a cargo del caso, el Dr. Sergio Torres, declararon como testigos un sacerdote y el hermano de una de las víctimas. Mariano Pinasco, el sacerdote, era miembro del grupo juvenil parroquial cuando se produjo la masacre, hace casi cuarenta años. Pinasco declaró que el asesinato se debió al trabajo de evangelización que realizaban “claramente marcado por la teología latinoamericana, centralizado en lo pastoral”. El padre Alfredo Leaden tenía en esa época 57 años, era delegado de la Congregación de los Palotinos irlandeses, el padre Pedro Duffau, de 65 años, era profesor y el padre Alfredo Kelly, de 40 años, dirigía el Seminario de catequesis y era profesor en el Instituto de las Esclavas del Santísimo Sacramento. Salvador Barbeito, de 24 años, era seminarista, profesor de Filosofía y rector del Colegio San Marón; el otro seminarista muerto, Emilio Barletti, de 25 años, era también profesor. El testigo en el proceso que se ha vuelto a poner en marcha, Mariano Pinasco, contó en el aula del tribunal que la tarea pastoral, “a favor de los que más sufrían” fue “muy intensa, con un fuerte movimiento de jóvenes para despertar conciencia de todo lo que ocurría en los `70 en el continente, particularmente en nuestro país”. Refirió también que “los sermones, en los que se aludía a la desaparición forzada de personas, y las prédicas de los sacerdotes comenzaban a surtir efecto, lo que generó desconfianza y descontento en quienes apoyaron el golpe militar de marzo de 1976″. Agregó que las anotaciones diarias que dejaron los sacerdotes demuestran que “habían recibido amenazas de muerte”.
En la misma audiencia, a comienzos de la semana, testificó también Gastón Barletti, hermano de Emilio Barletti, quien recordó la última carta que éste escribió a su madre, una especie de agradecimiento y de adiós. Barletti manifestó su propósito de presentarse como querellante en la causa.
La investigación de la “Masacre de San Patricio” comenzó en 1976, poco después de los hechos, y se suspendió al año siguiente en medio de restricciones, ocultamientos y reticencias. En 1984, con el retorno de la democracia, se reabrió la causa. El testimonio de Pedro Álvarez, un policía que estaba de guardia, involucró gravemente a otro policía, Romano. Según el testimonio, éste habló con los ocupantes de dos autos estacionados frente a la parroquia de los palotinos y después se le acercó en un patrullero y le dijo: “Si escuchás unos cohetazos, no salgas, porque vamos a reventar la casa de unos zurdos”. En 1987 el juicio se cerró porque los delitos habían prescripto. Ahora volvió a abrirse. Se pudo escuchar a un sobreviviente del ESMA, la odiada Escuela de Mecánica de la Armada que funcionó como centro clandestino de detención y de tortura, y a otro palotino, actualmente ex sacerdote, Roberto Killmeate, que sobrevivió a la masacre porque en ese momento estaba en Colombia. Y precisamente el testimonio de los sobrevivientes permite asociar a los autores de la masacre con un grupo de tareas de la ESMA.
En 2006 el entonces cardenal Bergoglio inició formalmente los trámites para la canonización de los cinco religiosos como mártires de la fe. En el curso de una misa en la que anunció su intención de iniciar el proceso canónico reveló que conocía bien a Alfredo Kelly y su recta disposición: “Yo soy testigo, porque lo acompañé en la dirección espiritual y en la confesión, hasta su muerte, (…) quien sólo pensaba en Dios. Lo nombro a él porque soy testigo de su corazón y, en él, a todos los demás”.
Torna alla Home Page