MÁS ACTUAL QUE NUNCA. «El genial pensador rioplatense» que «nos ayudó a pensar». Así recordó recientemente el Papa Francisco al filósofo uruguayo Methol Ferré, autor del importante libro que en estos días sale a la venta en Italia

Methol Ferré en el estrado. Bergoglio entre el público …
Methol Ferré en el estrado. Bergoglio entre el público …

“La América Latina del siglo XXI” es una larga entrevista al profesor uruguayo Alberto Methol Ferré del periodista italiano Alver Metalli, publicada en castellano hace 6 años. El texto no solo conserva toda su vigencia sino que la elección del Papa Francisco lo ha vuelto más actual que entonces. En esta edición Alver Metalli agrega un extenso prólogo donde describe la relación entre el padre Bergoglio, más tarde Arzobispo y Cardenal, y el profesor Methol Ferré. Hablando con el presidente uruguayo José Mujica y refiriéndose a Methol como a un gran amigo en común, el Papa Francisco dijo: “Nos ayudó a pensar”, y lo definió como “el genial pensador del Rio de la Plata”. Quienes lean este libro descubrirán cuán cierta es la definición.

Para mí, y para muchos de mi generación, fue un regalo de la Providencia haber encontrado al profesor Alberto Methol Ferré (“Tucho” lo llamábamos) y él fue para nosotros un maestro y un amigo. En medio de nuestra militancia universitaria, bajo el tremendo impacto de la Revolución cubana y de la estrategia guerrillera en toda América Latina, Methol Ferré nos salvó de la radicalización política y de las borrascas ideológicas. Nos ayudó a desarrollar la inteligencia de la fe y de la comunión en la Iglesia. Y no lo hizo para que nos encerráramos en el refugio de un intimismo religioso, sino para que pusiéramos en juego nuestra experiencia de fe y creciéramos en ella en medio de la incandescente problemática que planteaban los sucesos latinoamericanos.

Methol Ferré nació en Montevideo en 1929 y creció en ese Uruguay próspero que se consideraba la “Suiza de América”, totalmente alfabetizado desde principios del siglo XX y floreciente también por su elite intelectual. El joven Tucho encontró a Dios a los veinte años. La lectura de Chesterton fue muy importante en su camino de conversión. «Gracias a él comprendí – cuenta en estas páginas- que la existencia es un don, como la salvación y la fe, que se es cristiano por gratitud». Autodidacta, lector incansable, fue teólogo, filósofo e historiador al mismo tiempo. Siempre atento a la política, fue también un extraordinario polemista. No me cabe la menor duda de que ha sido el pensador católico latinoamericano más grande y original de la segunda mitad del siglo XX y comienzos del XXI. Deja una herencia rica en textos, algunos publicados en italiano en el libro “Il Risorgimento Cattolico latinoamericano”, muchos de ellos en revistas latinoamericanas como “Víspera” y “Nexo” (ambas made in Uruguay pero con notable repercusión e influencia en la Iglesia y en la América Latina de los años 70 y 80) y muchos más reunidos en el sitio web que lleva su nombre.

En las librerías desde el 21 de marzo

En las librerías desde el 21 de marzo

Methol Ferré murió el 15 de noviembre de 2009. Considero que muchos aspectos centrales de su pensamiento están muy bien reflejados en las páginas de este libro.

El primero de ellos es el criterio hermenéutico que utilizaba para afrontar permanentemente toda la realidad. Este personalísimo criterio derivaba de su conversión a Jesucristo, de su reconocimiento como Señor de la historia, de su amor por la Iglesia y de su condición de “tomista silvestre” (como le gustaba definirse). Afirmaba al respecto en un ensayo de 1977 titulado: “Iglesia, pensar social totalizante”: «Nuestro punto de partida es una comunidad histórica concreta, llamada Iglesia. Nuestra certeza es que Cristo constituye el centro efectivo de la realidad histórica, y por ende la Iglesia católica. Quienes no lo crean, pueden admitir racionalmente tal punto de partida siquiera como hipótesis de trabajo. Parecería (…) que un cientista social, de acuerdo con sus creencias convencionales, por principio, no puede descartar a priori ninguna hipótesis, o hacer imposible la hipótesis de Cristo como centro de inteligibilidad de la sociedad y la historia (…). Para nosotros, cristianos, es más que una hipótesis, es lo más real de la realidad misma». Methol no sólo propuso esa hipótesis o se limitó a considerarla fuente de inspiración personal, sino que intentó, en el desarrollo de su pensamiento y en sus escritos, dar buenas razones de su razonabilidad, demostrar su potencial para la comprensión de los procesos fácticos, para una mayor inteligencia de toda la realidad. Nos parece estar escuchando al papa Benedicto XVI en su discurso inaugural de la V Conferencia General del Episcopado latinoamericano en Aparecida, el 13 de mayo de 2007, cuando afirmaba: «Quien excluye a Dios de su horizonte falsifica el concepto de “realidad” (…). Sólo quien reconoce a Dios, conoce la realidad y puede responder a ella en modo adecuado y realmente humano».

El segundo aspecto que quiero destacar es que Methol Ferré fue un apasionado latinoamericano. No se dejó aprisionar dentro de las fronteras del pequeño Uruguay, que en aquel momento había dado la espalda a América Latina. El amor por estos pueblos lo llevó a sumergirse en su historia común, en su tradición católica, en su religiosidad popular, en su lucha contra las injusticias. Reconocía su deuda con Haya de la Torre y Juan Domingo Perón, desde los ímpetus bolivarianos hasta la importancia de los movimientos nacionales y populares. Consideraba que los países latinoamericanos separados quedarían condenados a la marginación y la dependencia. En la actual fase histórica de los “Estados continentales”, apostó siempre por todas las modalidades concretas de unidad e integración de América Latina. Las repercusiones que tuvieron la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano de Puebla de los Ángeles (1979), la Cuarta Conferencia de Santo Domingo (1992) y la Quinta Conferencia de Aparecida (2007), en la “Patria Grande” y en la “Nación latinoamericana”, descubren ecos familiares con el pensamiento de Methol y sus años de trabajo en el Consejo Episcopal Latinoamericano.

Methol fue perseguido por el régimen militar uruguayo y a su vez fue el crítico más agudo de la estrategia del “foquismo guerrillero” de Guevara y Debray. Juzgó con dureza aquellas corrientes de la teología de la liberación sometidas al marxismo que convertían la Iglesia en un mero aliado eventual de las fuerzas revolucionarias. Por entonces, en el clima que se vivía, incluso dentro de la Iglesia era difícil sostener una posición como la suya. Pero poco antes de su muerte fue recibido en Cuba con admiración y en las páginas de este libro llega a afirmar que «la evaporación de la teología de la liberación disminuyó el ímpetu de la Iglesia latinoamericana para asumir con coraje la condición de los pobres», y que hoy «es urgente suplir su ausencia». Hay en el libro páginas extraordinarias sobre la crisis del sentido de la revolución marxista, y concluye: «Percibía más que nunca que la única revolución real posible era la de Cristo en la historia; incluso que la Iglesia podía finalmente reapropiarse de la palabra revolución refiriéndola a Jesucristo». Y así lo han hecho Benedicto XVI y Francisco.

Tucho ahondó, a partir de la realidad latinoamericana, en las profundas implicaciones recíprocas entre Iglesia por una parte parte y pueblos y naciones por otra. En América Latina, la Iglesia católica es “pueblo entre los pueblos” – título de uno de sus ensayos-, tanto en acepción bíblica y teológica como en su arraigo histórico y cultural. Aquí se juega su destino en las próximas décadas, si no se encoge en la autorreferencialidad y se lanza misionera y solidaria hacia todos los ambientes y confines. Pero el destino eclesial va unido al destino de los pueblos latinoamericanos, que quedan rezagados, subordinados y confundidos, o por contrario, actualizan y reformulan su mejor y más inclusiva tradición cristiana, se muestran capaces de democratización, industrialización e integración, dan saltos cualitativos hacia su unidad, y saben universalizarse en círculos concéntricos de vinculaciones.

En este libro también se ponen de manifiesto la proyección de la mirada global y católica de Methol. Es iluminadora su hermenéutica histórica del Concilio Ecuménico Vaticano II, considerado como un conjunto de respuestas a las grandes ideas directrices de la modernidad – la Reforma protestante y el Iluminismo -, que es capaz no solo de contestar sus errores sino también de asumir lo mejor de ambas, y de esa forma trascenderlas. Las respuestas sobre la globalización post-comunista revelan una percepción muy profunda de la realidad contemporánea. Brzezinski y Del Noce lo iluminaron sobre el tremendo proceso histórico y cultural que va del ateísmo mesiánico –con la utopía revolucionaria del marxismo-, al ateísmo libertino –con el nihilismo consumista-. Y sin embargo éste no podía ser la alternativa histórica, porque es «intrínsecamente parasitario, no constructivo por definición». La verdadera victoria será la de Auguste Comte sobre Marx, concluye genialmente Methol: «Ese agnosticismo positivista, cientificista, que oscila entre el nihilismo parasitario precedente y una religiosidad humanitaria vagamente deísta, ecuménica en su eclecticismo, podía ser una alternativa “universal” en las clases altas y medias de las sociedades industriales dominantes. Una indistinta religiosidad que correspondía al materialismo práctico imperante, como una protección ante la amenaza del nihilismo y el vacío del Mito de la Revolución». Ése es el “enemigo principal” de la Iglesia católica en esta fase histórica, que se debe combatir pero sobre todo salvar, convirtiendo en amigo al enemigo. ¡Pero que entonces se habrá convertido en algo completamente diferente!

No creo que Alberto Methol Ferré, ya muy enfermo, haya tenido tiempo para captar todo el significado de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Aparecida como acontecimiento de madurez católica. Este libro y muchos de sus textos, así como el aporte de alguno de sus discípulos, también ayudaron a generarlo a través de complejas vicisitudes y mediaciones. “Aparecida” le hubiera dado una gran paz y alegría, como católico y como latinoamericano, y hubiera reconocido allí no poco de lo que había sembrado.

Methol Ferré siguió el itinerario y magisterio de los últimos Papas con atención, inteligencia y devoción. Estaba lejos, años luz, de ser un “santurrón”. Vivió su fe con gran libertad y en comunión. La elección del Cardenal Jorge Mario Bergoglio le hubiera causado una profunda conmoción. Hubiera empezado a pensar de nuevo toda la historia de América Latina y su realidad actual a la luz de este acontecimiento. Lo hubiera incitado a considerar lo que significaba como posibilidad de un “resurgimiento católico”. Hubiera tenido en cuenta sus repercusiones en una América Latina “emergente” en el concierto internacional. Lo hubiera puesto a escribir e intercambiar ideas sobre las enormes exigencias y responsabilidades que este pontificado implica para toda la Iglesia latinoamericana.

Nos falta Tucho Methol Ferré, pero necesitamos más que nunca esas reflexiones y perspectivas. La lectura de este libro es un óptimo aliciente para encarar esa tarea.

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