TIERRA SANTA: ¡CUÁNTA ARGENTINA DE VIAJE CON EL PAPA! Los acompañantes, el olivo que quiere plantar, la delegación que lo precedió…

El grupo de los 45 con el Papa, el 27 de febrero
El grupo de los 45 con el Papa, el 27 de febrero
Tiene mucho de argentino el viaje que el Papa Francisco emprenderá dentro de una semana. Empezando por los dos acompañantes, el rabino Abraham Skorka, rector del Seminario rabínico latinoamericano, y el dirigente musulmán Omar Abboud, presidente del Instituto para el diálogo interreligioso de Buenos Aires. Después, el olivo donado por el arzobispo de Bahía Blanca, Guillermo Garlatti, que el Papa Francisco plantará en suelo israelí en recuerdo del encuentro ecuménico entre Atenágoras y Pablo VI hace cincuenta años. Pero también la delegación interreligiosa que precedió al Papa, encabezada por su ex portavoz en Buenos Aires, el padre Guillermo Marcó, junto con el rabino Daniel Goldman y el mismo Abboud, más un grupo de 42 representantes destacados equitativamente repartidos entre católicos, islámicos y judíos argentinos.
Guillermo Marcó, cuyos abuelos fueron un masón y un protestante alemán, acompañó los primeros pasos de Bergoglio en el mundo ecuménico argentino, cuando todavía “el diálogo interreligioso no era una de sus preocupaciones”. Las puertas se abrieron en 2005, recuerda Marcó, “montamos una carpa por la paz en Plaza de Mayo a raíz del recrudecimiento del conflicto en Medio Oriente. En aquel momento contactamos a los líderes de la comunidad islámica en Argentina, quienes expresaron el deseo de encontrarse con el cardenal. El encuentro se llevó a cabo y concluyó con la promesa de Bergoglio de devolver la cortesía. Poco tiempo después, una institución islámica con 90 años de vida en nuestro país recibió por primera vez la visita de un arzobispo de Buenos Aires”. Marcó recuerda que lo mismo ocurrió en el frente judío. En ese caso se debió a la fuerte polémica que desató también en Argentina la película de Mel Gibson La pasión de Cristo. “En esa oportunidad solicitamos a la empresa que distribuía la película que realizara un avant-premier. Asistimos católicos y judíos; discutimos entre nosotros y después fuimos a verlo al cardenal”. Aquella visita de los “hermanos judíos” también fue correspondida por Bergoglio.
Fueron dos momentos fundantes de lo que con el tiempo llegó a ser el “modelo argentino de diálogo interreligioso, único en el mundo”, como lo definió Jean Louis Tauran, presidente del Pontificio consejo para el diálogo interreligioso (que en Argentina todos recuerdan como el cardenal que anunció al mundo la elección del Papa Francisco). ¿Cuál es el secreto del modelo argentino de diálogo? “Apoyarse en la amistad antes que en las convergencias”, asegura Marcó, quien junto con Goldman y Abboud puso por escrito en Todos bajo el mismo cielo los resultados de la experiencia en común, como demostración de que la convivencia religiosa es posible y que Argentina es un ejemplo que puede ser imitado. “El diálogo no se desarrolla en primera instancia entre instituciones o países, sino entre personas, con la voluntad de conocer al otro, de comprenderlo en toda su profundidad. Siempre a partir de la propia identidad, porque cuando se reniega de ella, no se está dialogando bien. Por otro lado, afirmar una identidad no significa imponerse al otro, sino respetar lo que piensa, yendo hasta el fondo de sus convicciones.
La amistad con Goldman y Abboud los ha llevado en febrero por los mismos caminos que recorrerá el Papa, para encontrar las mismas personas que él encontrará en los próximos días. El presidente israelí Peres, el líder palestino Abbas y el rey de Jordania, Abdalla, entre otros. “Cada uno tuvo que vencer sus propios prejuicios, porque para los judíos del grupo entrar a Ramallah y reunirse con el primer ministro palestino Rami Hamdallah fue un shock. Y sentarse a escuchar al primer ministro palestino mucho más. Lo mismo le ocurrió a Omar Abboud cuando dialogó con el presidente israelí Simon Peres”.
Marcó cuenta el momento más emocionante del viaje. “La tarde que llegamos al Monte de los Olivos, al atardecer, cuando se funden los colores y la ciudad comienza a iluminarse. Desde los minaretes, los imam musulmanes empezaron a rezar la última oración del día. Uno del grupo había entonado ese canto por última vez a los 12 años. Tenía 45. Pidió permiso para cantarlo. No comprendíamos las palabras, pero en aquel momento, mientras lo escuchábamos, era como entrar en la oración del otro. Después Goldman dijo una oración en hebreo y yo el Padrenuestro. Fue el momento en que Dios se dejó tocar, era como si estuviéramos reconciliando siglos de desencuentro”.
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