El anuncio tomó a todos por sorpresa, aunque algunos -cercanos al Ejército Zapatista de Liberación Nacional, la guerrilla que en los años ’90 hizo tambalear al gobierno mexicano- manifiestan haber percibido sutiles movimientos que hacían prever la decisión. La declaración fue hecha por el mismo Rafael Sebastián Guillén, alias Marcos, en una de las comunidades de La Realidad, en el municipio mexicano Margaritas de la región de Chiapas. Con el comunicado de diez páginas en la mano, escrito en el acostumbrado estilo del célebre subcomandante con pipa y pasamontañas, Marcos dijo que a partir de este momento “dejará de existir” para ser reemplazado por el comandante indígena Moisés, quien durante veinte años fue en cierto modo el portavoz del movimiento.
¿Verdadero, falso, una bravuconada para recuperar el centro de la escena, la premisa para un retorno bajo alguna otra forma, acaso nuevamente en armas? El misterio se oscurece cada vez más escuchando (los pocos que pudieron asistir) las motivaciones de la decisión, que no estarían relacionadas ni con la salud ni con las “purgas” internas del EZLN, sino con cambios en el seno de la organización.
Hace dos años, en julio de 2012, el representante del gobierno mexicano en la mesa de diálogo con el Ejército zapatista de liberación nacional, Luis Álvarez, publicó un libro en el cual aseguraba, entre otras cosas, que Marcos sufría un cáncer de pulmón, información que nunca fue confirmada por la guerrilla y que ahora el ex subcomandante en carne y hueso se encarga de desmentir.