El martes fue algo terrible. Una agonía. Era de la hinchada de Brasil, así como soy hincha de Italia y del Inter, lamentablemente… Uno sufre por tres. A mí me resulta muy simpático David Luiz, no solo por su fe, sino porque es auténtico, sencillo, en fin, una persona realmente viva. Cuando se arrodilló al final del partido levantando los dedos al cielo para agradecer, pensé: “es alguien que tiene claro qué es lo esencial. Y reconocer lo esencial no significa no llorar, no sufrir o gozar por un partido de fútbol, sino ponerse de rodillas delante de otra cosa que le da sentido a todo lo demás. Incluso a un dolor de niño, de adolescente, pequeño si uno piensa en los dramas que viven los seres humanos. Pero que es importante porque nuestra vida también está hecha de estas pequeñas cosas.
Lamento la tristeza que hoy sienten los brasileños, pero qué hermoso…
Ahora volvemos a la vida de todos los días, después de estar inmersos durante un mes en un clima en cierta forma surrealista, extraño, alienante. Como después del carnaval –todo termina el miércoles (de cenizas)-, parece que se produce un gran vacío. Pero ese mismo vacío se sentiría si hubiéramos ganado la Copa, aunque tal vez un poco más atenuado. Sin embargo, esa imagen del muchacho con cabellos de ángel puede ayudarnos y devolvernos la esperanza. Porque nos permite entender que uno puede vivir cuando está en relación con una presencia, con Dios presente, porque Él nos dice que la vida es bella y que vale la pena vivirla en la realidad de todos los días. Esa realidad que siempre llega aunque no lo deseemos, pero que es allí precisamente donde esa Presencia nos salva. Como hace el Papa Francisco con nosotros: como un viejo abuelo sabio que ha vivido muchas cosas y nos dice “¡vamos, arriba!, la vida es un camino, duro pero hermoso. Y todo ocurre por alguna razón”.
Ahora, hacia adelante, mirando el presente y el futuro cercano, donde tenemos un nuevo desafío: las elecciones. Y con mayor consciencia podemos plantearnos una pregunta distinta. No quién gana, sino en primer lugar qué esperamos. Qué es lo que necesitamos para vivir.
¡Vamos, Brasil!