VAMOS DONDE NOS LLEVEN LOS BRICS. Los dados del “Nuevo Banco para el Desarrollo” ya echaron a rodar. Y lo harán también en América Latina

Los fundadores
Los fundadores

Tratemos de imaginar el escenario. Brasil y China construyen una red submarina de oleoductos que conectan los ricos yacimientos petrolíferos de Sudamérica con el territorio chino y después con la India y África. Mientras tanto, contenedores cargados de materias primas agrícolas parten diariamente de los puertos latinoamericanos hacia los populosos y hambrientos gigantes asiáticos, a cambio de construir una nueva red hidroeléctrica. Una cooperación a 360 grados que se extiende también al caso de turbulencias financieras y  riesgos de default, como el que en estas horas agita a la Argentina… ¿Fantapolítica? Por ahora sí, aunque después de la última cumbre del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) un escenario como éste, por cuanto improbable, resulta decididamente más verosímil.

En efecto, en la última cumbre de países emergentes ( Fortaleza, Brasil,  15-16 de julio) nació oficialmente el “Nuevo Banco para el Desarrollo” (NBD, New Development Bank), una decisión que pasó casi desapercibida pero que podría tener consecuencias geopolíticas sin precedentes, capaces de modificar por primera vez el actual orden económico-financiero mundial que se conformó hace setenta años con los acuerdos de Bretton Woods y es custodiado celosamente hasta el presente por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Efectivamente, los BRICS han crecido, ya no son solamente una ingeniosa sigla inventada por el economista Jim O’Neill de Goldman Sachs. Han adquirido una nueva conciencia de su rol como actores globales y se comportan en consecuencia, tal como resulta también de la Declaración final de la cumbre donde, considerando una “gobernabilidad internacional que muestra signos crecientes de pérdida de legitimidad y eficacia”, se proponen a sí mismos como “una fuerza importante para el cambio”.

La intención de los líderes de países emergentes –por el momento- no es sustituir tout court el viejo paradigma -vale decir el FMI- por el Nuevo Banco para el Desarrollo. La idea es más bien trabajar en paralelo y, al mismo tiempo, independizarse de él. La creación del Banco es una cachetada a las potencias occidentales, sordas a los requerimientos de modificación del sistema de gobierno de las instituciones económicas internacionales, que ya desde hace años estaban reclamando los países emergentes y que se reitera nuevamente en la declaración final de la cumbre: “el proceso de reforma debe conducir al FMI a la modernización de su estructura de gobernanza para reflejar mejor el peso creciente de las economías emergentes en el desarrollo de la economía mundial”. Lo cierto es que los BRICS no parecen demasiado equivocados, considerando que su poder de voto apenas llega al 11 por ciento del total, contra el 16,75 de Estados Unidos o el 43% del G7 (Estados Unidos, Japón, Reino Unido, Francia, Alemania, Italia y Canadá), cuando aportan aproximadamente el 25% del PIL mundial y albergan dentro de sus fronteras el 40% de la población del mundo.

Los BRICS también han decidido instituir un Fondo Común de reserva para hacer frente a crisis imprevistas, dotado de 100 mil millones de dólares y con China como principal accionista. El Nuevo Banco para el Desarrollo tendrá en cambio un capital inicial de 50 mil millones de dólares, equitativamente repartidos entre los distintos países. La sede estará en Shangai y el presidente (que todavía no ha sido nombrado y durará cinco años en el cargo) será indú, mientras el presidente del consejo de administración y del board of governors serán respectivamente brasileño y ruso. Si bien al principio las ventajas del nuevo Banco y del Fondo estarán limitadas solamente a los miembros del BRICS, es probable que en el futuro haya nuevos ingresos en el “club”. ¿Un ejemplo? Argentina pide pista.

Los préstamos comenzarán a partir de 2016 y estarán destinados al desarrollo de infraestructuras, el talón de Aquiles de los BRICS. Según el economista y Premio Nobel Joseph Stiglitz, mil cuatrocientos millones de habitantes de los países emergentes no cuenta con una red eléctrica confiable, 900 millones carecen de agua potable y 2.600 millones de personas se encuentran en condiciones sanitarias precarias. Según los expertos, la diferencia con los países desarrollados es muy grande sobre todo en términos de inversión. Por eso los organismos como el Nuevo Banco son fundamentales para acortarla.

El camino se anticipa largo y no faltan interrogantes. El rol de China como potencia hegemónica y los posibles problemas de coexistencia entre democracias y regímenes autoritarios, por ejemplo. Pero la suerte está echada y será difícil volver atrás.

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