LA JERGA DE FRANCISCO/18. No somos guachos, ¡tenemos una Madre que nos cuida!

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“Guacho” es una palabra muy difundida en Argentina y con raíces profundas en la tradición oral. Es un parónimo de gaucho y por tanto –como dice el diccionario- son “palabras semejantes en el sonido, pero que se escriben de forma diferente y tienen significados distintos”. En este caso, guacho no tiene ninguna relación con el semi nómade que cuida el ganado en las llanuras del sur de Sudamérica, ni con el hombre de campo que vive aislado. Tiene un significado muy distinto que además fue cambiando a través del tiempo. Al principio se aplicaba solamente a las crías de animales separadas de su madre y más tarde se empezó a usar en relación con los seres humanos, en el sentido de “huérfano” o que ha sido separado de sus padres. El guacho entonces es aquel que ha quedado solo en el mundo, el que ha sido prematuramente separado de quien debería cuidarlo e introducirlo en una relación fructífera con la realidad animada e inanimada que lo rodea. También se aplicó, por extensión, a los hijos ilegítimos, los que no tenían un padre reconocido y que en algunos casos habían sido incluso abandonados por su madre.

Se puede decir entonces que guacho no es una palabra alegre, mucho menos en determinados contextos. En ciertos casos llega a ser un insulto, porque subestima a la persona por el hecho de que no tiene madre, quien siempre representó la única relación de verdadera pertenencia a otra persona. Ya lo decía el Derecho Romano: “Mater semper certa est”. Para el sentir popular, el huérfano es un minusválido de corazón, de afecto, un pobre desgraciado que tendrá que luchar solo en la vida. Vale decir que el adjetivo, según como se usa, puede significar toda una gama de sentimientos que van desde la compasión hasta el desprecio.

Pero el Papa Francisco usa el término guacho de manera deliberadamente distinta y lo asocia directamente con la Virgen: “No se puede ser un guacho en el amor de María. No podemos sentirnos huérfanos con una madre así”. Resultó muy claro hace algunas semanas, cuando habló por la radio Virgen del Carmen FM 99.9 de Campo Gallo, un pueblito desconocido de la provincia de Santiago del Estero –una de las provincias más pobres, feudales e infectadas por la corrupción de la República Argentina. El Papa usó con naturalidad un lenguaje comprensible para la gente del campo, un lenguaje crudo pero rico de significado: “Hay que tener coraje para no dejarse robar la esperanza”, le dijo a la gente que lo estaba escuchando en su casa, en los autos, en los almacenes, en las calles…”. “La vida es para jugarla, para darla” dijo después, transmitiéndoles fuerza y coraje. “Hay que apostar a cosas grandes”. No debían tener miedo de nada, porque tienen una Madre que los cuida. Y les habló de Ella con palabras sencillas, llenas de amor y esperanza.

Todo Campo Gallo y sus alrededores, hasta donde llega la FM 99.9, estaba paralizado. La gente escuchaba a Francisco y casi no podía creerlo. De pronto ese ya no era un día más de tantos días iguales. El ánimo de las personas había cambiado completamente. “Nuestro pueblo no se equivoca, adora solamente a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo”, le escucharon decir. “Nuestro pueblo se deja cuidar por la Madre. Sabe que nos cuida, sabe que está en el cielo. La quiere, la honra, no la adora porque sabe que la adoración es sólo para Dios. Nosotros no somos guachos, tenemos una mamá, la Virgen, que el pueblo no la adora, sino que la quiere y la honra. Un hijo sin madre tiene el alma mutilada. Un pueblo sin madre es un pueblo guacho”. La palabra vuelve una y otra vez cargada de un denso significado, acentuando, por oposición, una maternidad infalible y poderosa. Mucha gente contó después que más de una lágrima rodó por algunas mejillas. Las palabras de Francisco evocaban caricias de otros tiempos, de otras madres que ya no estaban, que habían dejado un vacío que solamente la Madre Celestial podía llenar.

Y aquí el Papa sacó a relucir otro término que puede sonar raro para mucha gente, pero no para los que escuchaban en aquel momento: aguachado. “Aguachado” es el animal dominado, vencido, el que ha sido domado, el que responde a la rienda y no al sentimiento. “Ustedes –dijo Francisco- no son aguachados de soledad, aguachados de puras ideas sin la ternura que da una mamá”. Les dejó bien claro que “nuestro pueblo no es guacho, nuestro pueblo tiene Madre”.

Aunque uno lo sepa, aunque uno lo entienda, ,¡qué bueno es que alguien nos lo recuerde! ¡Qué bueno es que no olvidemos que siempre hay una Madre que nos espera! Si sabemos que Ella está, es reconfortante volver a casa.

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