Todo comenzó en mayo, cuando Abraham Kaul, el ex presidente de la Asociación mutual israelita argentina que fue destruida por una bomba en el sangriento atentado de 1994, propuso a un grupo de judíos y de católicos que acompañaran al Papa en el viaje a Tierra Santa previsto para pocas semanas después. Nada oficial, porque solamente otros dos argentinos, el rabino Abraham Skorka y el musulmán Omar Abboud, formarían parte de la comitiva pontificia que partiría de Roma, sino solo “una señal de apoyo a Francisco desde la Argentina, donde el diálogo entre judíos y católicos tiene una larga y respetada tradición”, recuerda Kaul, dueño de la agencia de viajes Taiar que promovió el tour. Un centenar de personas, entre judíos y católicos, adhirieron a la iniciativa. La invitación también fue dirigida al padre di Paola, el padre Pepe como lo llaman todos, que un año atrás se había radicado en una villa de la periferia, y al rabino Alejandro Avruj, quien tenía ya una historia de colaboración con el primero en la Villa 21 de Buenos Aires, donde organizaron un comedor para los vecinos más necesitados llamado “Shalom”. “En ese momento teníamos dificultades para conseguir verdura fresca y carne”, recuerda di Paola, “y ellos vinieron en nuestra ayuda, elevando notablemente el nivel alimentario de nuestros comedores”.
El Papa fue puesto al corriente de la delegación que se estaba organizando, paralela y completamente made in Argentina. “Le escribí una carta para que supiera del viaje y las motivaciones que teníamos”, cuenta Abraham Kaul a la Agencia judía de noticias AJN, que publica hoy los pormenores de aquella iniciativa. La respuesta del Papa argentino no se hizo esperar. Un agradecimiento caluroso al ex presidente de la AMIA por la “dedicación a los demás”, la bendición, el pedido de oración y el saludo hasta la vista en Israel. “El viaje nos marcó a todos”, comenta ahora el rabino Kaul. “Creo que no olvidaré nunca los momentos que vivimos juntos”, confirma el padre Pepe di Paola, “la emoción mía y la de todos los que estaban conmigo en los lugares que habían visto el nacimiento de Jesús y su vida hasta la muerte y resurrección”.
Los diez días compartidos, católicos y judíos, sacerdotes y rabinos, maduraron el conocimiento recíproco e inspiraron propósitos y proyectos. Cuatro meses más tarde se concretó el primero, con 23 mil dólares reunidos en el curso del viaje: un comedor popular en al villa La Cárcova del padre Pepe, a unos treinta kilómetros de Buenos Aires –que recibirá 16.500 dólares- y un comedor para los pobres en la comunidad Amijai, del rabino Avruj, que recibirá los restantes 7.500.
“Hemos decidido hacerlo saber porque son cosas que merecen ser contadas”, comenta el rabino Kaul a la agencia judía. “La religiosidad, la tolerancia y el conocimiento recíproco genera obras de caridad”, le hace eco el padre di Paola. En este caso, dos comedores para los más pobres, tanto judíos como católicos.