“Otra parada en el carrusel de los horrores”. Así definió el Washington Post el resultado de los análisis de ADN de los 28 cuerpos que se encontraron en una fosa y temían que pudieran ser de algunos de los 43 estudiantes mexicanos desaparecidos el 26 de septiembre pasado, durante los enfrentamientos con la policía. Aunque los resultados –que llegaron anteayer- no se corresponden con los datos de los alumnos de la escuela de Ayotzinapa, constituyen la enésima confirmación de que las fosas clandestinas y los cuerpos sin nombre en México son moneda corriente. Precisamente ayer se supo la noticia de que se había encontrado una nueva fosa en la zona y que ahora los investigadores están trabajando en ella. Familiares y compañeros de los estudiantes todavía tienen esperanzas de volver a abrazarlos. En las redes sociales está circulando un video donde los compañeros de los desaparecidos piden que sean devueltos. Los jóvenes también han creado un hashtag -#43ConVidaYa- convocando a la sociedad civil para que se una a la movilización. “No somos los únicos en el país, este descontento debe ser generalizado”, han advertido. La convocatoria no parece haber caído en el vacío.
El lunes, los manifestantes salieron a las calles para protestar contra la lentitud del gobierno y destruyeron e incendiaron la sede del gobierno estatal y la alcaldía de Chilpancingo. Durante la semana, 15 escuelas y facultades de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), a las que se unieron después otras 30 escuelas, realizaron una huelga de 48 horas. Prometieron además que el miércoles 22 volverán a las calles. “No están solos. Su dolor es nuestro dolor. Todos somos Ayotzinapa”, dijeron.
Desde hace días en las principales ciudades mexicanas se realizan continuamente marchas y manifestaciones. La oleada de protestas ya hizo rodar las primeras cabezas. Al prófugo intendente de Iguala –la ciudad donde ocurrieron los hechos- se le ha revocado el mandato y según sondeos recientes una gran parte de la opinión pública quiere la renuncia del gobernador del Estado de Guerrero. Está por verse cuánto tiempo pasa antes de que la oleada arrase también al presidente Peña Nieto, cuya imagen ya ha sufrido graves embates en el plano internacional debido a las protestas de organizaciones de derechos humanos, los Estados Unidos y la Unión Europea. A él deberían servir de advertencia las palabras de la escritora mexicana Elena Poniatowska (Premio Cervantes 2013): “Un país que no garantiza la vida de sus muchachos está en un grave peligro, un país donde además la guerra contra el narcotráfico cobra una infinidad de víctimas, es una carga de pólvora a punto del estallido”.