Pocas e incómodas certezas detrás de la desaparición de los 43 estudiantes mexicanos. Las investigaciones y los últimos interrogatorios confirman que por lo menos 14 miembros de la policía de Iguala, ciudad histórica del Estado de Guerrero, estaban al servicio de la organización criminal que ha sacudido a México. Después del arresto confesaron que ellos mismos habían entregado los estudiantes a Guerreros Unidos, uno de los últimos carteles de narcotraficantes que surgió de las cenizas aún calientes del poderoso clan de los Beltrán Leyva. Una ulterior confirmación de la sutil relación que existe entre la criminalidad organizada y los organismos de seguridad parece ser la “desaparición” del alcalde de Iguala, Luis Abarca, y su mujer, María de los Ángeles Pineda Villa.
Es noticia reciente la captura del último capo de los Guerreros, Mario Casarrubias, alias “El Sapo Guapo” en la ruta que une Ciudad de México con la vecina Toluca. También se sabe ahora que la orden de atacar a los estudiantes provino de un cierto “Chucky”, quien supuestamente es el nuevo jefe de lo que – a los ojos de los analistas- parecen ser solo esquirlas enloquecidas. Según las explicaciones de Raúl Benítez Manaut, experto en seguridad de la Universidad Autónoma de México (UNAM), los “Guerreros” son “asesinos de entre 16 y 25 años, huérfanos de los grandes carteles, que conservan las armas y el modus operandi de la criminalidad organizada”.
El famoso periodista mexicano José Reveles, experto en narcotráfico y autor de varios libros sobre el tema -entre ellos “El cartel incómodo: el final de los Beltrán Leyva y la hegemonía del “Chapo” Guzmán”- declaró en una reciente entrevista a la BBC World que había descubierto entre las montañas de la zona de Iguala algunas “cocinas” que eran verdaderos laboratorios para el procesamiento de heroína, de donde salía la droga más pura que se haya producido en México. “Heroína blanca, de la misma calidad que proviene de Afganistán. Hasta ahora en México se fabricaba una heroína de calidad inferior, llamada “café”, sin duda más fuerte pero de baja calidad”, explica Reveles. Sin embargo, aclara, los Guerreros Unidos, al igual que otros carteles paralelos, amplían sus intereses en distintas direcciones, desde secuestro de personas hasta extorsiones, contrabando o cobranza de cuotas de “protección”. Lo que más llama la atención es la gestión violenta de sus actividades. No cuentan con muchos afiliados pero tienen una enorme fuerza de penetración capilar en un contexto que es muy pobre –el Estado de Guerrero es uno de los más débiles de todo México- lo que les permite manipular a su antojo el destino y la vida de las personas.
Los Guerrreros Unidos nacieron en 2011 cuando su capo, Clotilde Toribio Rentería, decidió dejar el clan de la “Barredora”, que había fundado junto con Cristián Hernández Tarín, para hacerle la competencia al CIDA (Cartel Independiente de Acapulco). Robert Arnaud, asesor en materia de seguridad nacional, explica que los Guerreros Unidos no serían más que el brazo operativo de Arturo Beltrán Leyva, último de cuatro hermanos, en los estados de México, Morales y Guerrero. También es cierto que el clan de los Beltrán Leyva –según un informe de 2013 de la Inteligencia estadounidense- resulta ser solamente un “paraguas” que abarca muchos grupos esencialmente independientes, uno de los cuales es Guerreros Unidos. En 2012 “El Tilde” fue capturado por el ejército junto con su contador. El control pasó a manos de Mario Casarrubias, uno de los delfines del clan de los Beltrán Leyva, ya debilitado y nacido a su vez de una división violenta –en enero de 2008- del poderoso Cartel de Sinaloa de Joaquín “El Chapo” Guzmán. Después de su arresto y durante un breve período en el cual Guerreros Unidos fue controlado por Gonzalo Martían Souza Neves, la banda se encuentra ahora en manos de este “Chucky”, que según revelan algunas indiscreciones parece ser el hermano de María de los Ángeles Pineda, esposa del alcalde prófugo.
Entonces, cuando un grupo de estudiantes hacen perder la paciencia a la esposa de un alcalde por una tonta historia de sueldos bajos, ella decide acallar la protesta a su manera. Es la hipótesis que manejan los investigadores mexicanos.
La imagen resultante es una tétrica instantánea que muestra un “fatale monstrum” hiperfragmentado en su interior, donde hay clanes que luchan unos contra otros para adquirir cada vez más poder en los negocios criminales, y alimentado –en ciertos casos- por la colusión con algunas esferas del poder político. Piezas de un rompecabezas difícil de armar y que hacen temer que quede sin respuesta una situación ampliamente comprometida.