EL CAMBIO. Hacia el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos. Días contados también para el embargo. El rol del Papa Francisco y su Secretario de Estado

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Tenía que llegar el Papa Francisco para poner fin al antagonismo anacrónico entre Cuba y los Estados Unidos que se arrastra desde hace 53 años. Desde 1961, cuando Washington congeló para siempre sus relaciones diplomáticas con La Habana e impuso un duro y devastador embargo, “inútil e ineficaz”, como reconoció el presidente Barak Obama en el discurso que pronunció hoy para anunciar el deshielo y la próxima y recíproca apertura de embajadas. ¿Y qué hay detrás de este cambio? Hoy lo dijo el mismo Obama. Hace un tiempo, en el Vaticano, el Papa Francisco le pidió expresamente, sin medios términos ni fraseología diplomática: somos todos americanos y debemos vivir en armonía, respetando las diferencias pero como amigos, y por eso hay que resolver las diferencias entre su país y Cuba.

Es la “cultura del encuentro”, tan importante para el Papa, que, como podemos ver en estas horas, no solo sigue con cuidadosa atención el conflicto árabe-israelí y otras situaciones de crisis y hostilidades, sino que puede ofrecer un resultado concreto como demostración de que no es una utopía. Todo lo contrario. Es un camino real, transitable, y si va acompañado de sinceridad y sentido del bien común (de todo el género humano), tarde o temprano abre la posibilidad del diálogo y del acuerdo. No son solamente palabras, sino que también son hechos. Más aún, son palabras seguidas por hechos.

Un éxito para la diplomacia vaticana encabezada por el Secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin. Él se habría ocupado en primera persona del encuentro secreto en el Vaticano, hace pocas semanas, entre una delegación USA y una cubana para la fase final de las negociaciones que comenzaron algunos meses antes en Canadá. Un éxito personal del Papa, de su autoridad moral, de su magisterio, de su tenacidad y de su realismo. No se trata de propinar elogios de los que el Papa no tiene ninguna necesidad. La cuestión es otra: el Pontífice está señalando desde hace 21 meses el camino para resolver los muchísimos conflictos de todo tipo que afectan continentes enteros o extensas regiones del mundo. Y eso es lo importante. El escándalo no son los conflictos, las controversias o los antagonismos. El escándalo es no ser capaces –gobiernos, pueblos, personas e instituciones- de resolver esas crisis. Ése es el núcleo del magisterio del Papa. Vale decir que, en y con “la cultura del encuentro” se puede superar cualquier diferencia. Desde Cuba y Estados Unidos, promovida y alentada por el Papa Francisco, llega una gran esperanza, concreta y factible, para muchas otras situaciones terribles que desgarran a la humanidad.

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