MONS. ROMERO. ¿LA DERECHA TAMBIÉN LO REHABILITA? El partido ARENA da los primeros pasos hacia una revisión histórica. Una exhortación a llevarla a cabo con valentía

Una rara imagen de Monseñor Romero delante dela Fontana de Trevi, en Roma, que se conserva en el Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI) de San Salvador
Una rara imagen de Monseñor Romero delante dela Fontana de Trevi, en Roma, que se conserva en el Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI) de San Salvador
Edwin Zamora (candidato del partido ARENA, Alianza Republicana Nacionalista, a intendente de la capital, San Salvador, ndr) tiene razón cuando afirma que “Monseñor Romero nos pertenece a todos los salvadoreños”. El mismo Mons. Romero decía que nos buscaba, “no como Juez ni como enemigo, sino como Pastor y como salvadoreño, hermano de todos los salvadoreños” (16 de diciembre de 1979). Pero si bien Mons. Romero pertenece a todos los salvadoreños, el partido ARENA se ha auto-excluido de esa pertenencia y sigue viviendo descoyuntado de esa hermandad. Ya es hora de que ARENA deje de ser el partido enajenado de Mons. Romero. Reparar la ruptura entre ellos ayudaría al partido a mejorar su imagen internacional y ayudaría a acercarnos a una reconciliación más amplia en el tejido social de El Salvador, donde una parte de la población descarta por completo a ARENA por su distancia de mons. Romero. Más allá de las ventajas políticas, superar estas relaciones conflictivas generaría mayor armonía en el país y supondría un nuevo nivel de maduración para la democracia salvadoreña. En fin, yo creo que ARENA y sus actuales dirigentes tienen el deber moral de avanzar en esta dirección.
El primer paso que ARENA puede dar para acercarse a la meta de una reconciliación es hacer un reconocimiento público y notorio de la falsedad de las calumnias que se hicieron desde la derecha contra Mons. Romero. Posiblemente muchas de éstas se hicieron en el calor de una confrontación ideológica campal, pero ahora contamos con 35 años de historia entre medio que nos permite hacer una reflexión más serena de lo que fue cierto y lo que no fue cierto en todo lo que se dijo. Qué grandioso sería si el Lic. Cristiani (presidente de ARENA y ex presidente de la República entre 1989 y 1994, ndr), el diputado d’Aubuisson, Zamora, Velado y otros, firmaran una declaración reconociendo que no hay evidencia alguna de que Mons. Romero prestó ayuda material a grupos comunistas; que Mons. Romero criticó el marxismo en sus homilías y condenó la violencia subversiva, llamando al dialogo y la búsqueda de reformas pacíficas; que Mons. Romero no agitó a la insurrección, que todas las acusaciones en un sentido contrario fueron erróneas y que ARENA se distancia de ellas, llamando a sus correligionarios a no repetirlas ahora por su falsedad.
El segundo paso que ARENA puede dar para alentar ese espíritu de reconciliación entre los salvadoreños es escuchar con buena fe, con oídos despejados y con sentimiento cristiano, la interpelación y el llamado a la conversión que hizo Mons. Romero a los sectores económicos dominantes en el país. “Si no quieren escucharme a mí, oigan, por lo menos, la voz del Papa Juan Pablo II”, dijo Mons. Romero el 24 de febrero de 1980, poco antes de ser asesinado  Ahora podríamos decir que escuchen la voz del Papa Francisco, quien en su Exhortación Apostólica «EVANGELII GAUDIUM» observa que, “Así como el mandamiento de ‘no matar’ pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir ‘no a una economía de la exclusión y la inequidad’.” (E.G. 53)  El Papa advierte en contra de “una nueva tiranía invisible” que impone “la autonomía absoluta de los mercados” y crece la brecha entre ricos y pobres.  (E.G. 56.)  El mensaje de Mons. Romero que sigue teniendo vigencia y vigor.
El tercer paso es el más difícil, pero es totalmente necesario para completar el proceso de renovación y reconciliación. En algún momento, ARENA tendrá que aceptar el juicio que ya parece irreversible, que su fundador el mayor Roberto d’Aubuisson está de cierta manera ligado al asesinato de Mons. Romero y su encubrimiento posterior. Tal vez este paso no tenga que ser tomado inmediatamente, pero hay que empezar a encaminarse en esa dirección. Algunos pedirán mayor certeza, que solo el pasar del tiempo puede traer, hasta que el juicio de la historia se vuelva absolutamente innegable—y eso tiene validez. Pero lo que ya no cabe es querer cerrar los ojos y tapárselos a los demás. Seguir en una negación muerta es desestimar el dolor causado y los sufrimientos de las víctimas, lo que prolonga la injuria e involucra a los líderes actuales con fechorías históricas.
Admitir los errores del pasado no implica debilidad sino fuerza y superioridad. Sin duda, Mons. Romero presentó y seguirá presentando retos y dificultades para un partido de derecha como ARENA. De hecho, Mons. Romero se enfrentó con el sistema económico y los poderosos de su tiempo, los interpeló y denunció. Para el resto del mundo, Mons. Romero ganó esa confrontación, aunque haya perdido la vida para lograrlo. La derecha no debe identificarse para siempre con argumentos ya  fallidos de la historia, sino demostrar que sus ideales han evolucionado y su visión para el futuro es capaz de reconocer sus errores pasados, ya que su supervivencia no depende de negar la verdad, sino de la valentía de estar dispuesta a reconocerla.
Con la beatificación y canonización de Mons. Romero, la distancia entre ARENA y Mons. Romero cobrará la magnitud de un contraste que ya es previsible: Mons. Romero encarna lo que es noble, puro y sagrado en El Salvador, y ARENA es lo que se opone a ese ideal. Ahora tiene la oportunidad de ponerse del lado correcto de la historia.
(*) Abogado salvadoreño residente en Estados Unidos. Autor del blog Supermartyrio
Torna alla Home Page