“Para nosotros es muy importante que se puedan desarrollar oportunidades para que los jóvenes en Honduras puedan encontrar una manera de trabajar y así ayudar a sus familias, y no sea necesario que dejen el país”. Las palabras (que publica la agencia Fides) del cardenal y obispo de Tegucigalpa (capital de Honduras), Óscar Rodríguez Maradiaga, se refieren al “Plan de Alianza para la prosperidad” (PAP), el reciente acuerdo firmado por los presidentes de los países del llamado “Triángulo Norte” (El Salvador, Guatamala y Honduras)
Con las palabras del cardenal la Iglesia católica pone de manifiesto su apoyo y participación en el proyecto, junto con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Estados Unidos y otros actores internacionales, públicos y privados.
El plan ha sido pensado para atraer inversiones internacionales destinadas sobre todo a mejorar la educación pública y proporcionar oportunidades de empleo, abordar el problema del crimen y el narcotráfico y fortalecer las instituciones locales en materia de transparencia y lucha contra la corrupción. Una “oportunidad” probablemente sin precedentes para países que sufren desde hace décadas tasas altísimas de pobreza y delincuencia, incluso con respecto al resto de América Latina,.
En realidad el Plan no es nuevo, sino que fue elaborado en agosto por los presidentes de los tres países (con la supervisión de EEUU y el BID) sobre todo como respuesta a la crisis humanitaria provocada por la emigración de cientos de miles de personas, muchas de las cuales solo son niños. Un verdadero éxodo. Se calcula que 1 de cada 10 habitantes del Triángulo Norte ha cruzado la frontera y casi todos ellos con el propósito de alcanzar un solo destino: Estados Unidos, que justamente será uno de los principales financiadores del PAP. Por el momento sobre la mesa se encuentran a disposición mil millones de dólares. Es una suma importante aunque probablemente no sea suficiente, sobre todo comparada con los 9 mil millones que según estimaciones recientes habría invertido Estados Unidos en los conflictos centroamericanos de los años ’80.
Por esa razón –sigue explicando monseñor Rodríguez Maradiaga- los esfuerzos de la Iglesia se concentran en Estados Unidos. En efecto, el cardenal afirmó que existe un diálogo con la Conferencia Episcopal estadounidense con el propósito de favorecer la asignación de ulteriores fondos.