EL PAPA EN LA CUMBRE DE PANAMÁ. Las economías en crecimiento tampoco han resuelto el problema de la pobreza. Interés por la “promoción de la persona concreta”

VII Cumbre de las Américas. Foto Adriano Duff
VII Cumbre de las Américas. Foto Adriano Duff

El Papa Francisco, en su carta a la VII Cumbre de las Américas que hoy concluye, dedicada al tema “prosperidad con equidad”, ha pedido a los gobernantes presentes, 35 en total, que “afronten con realismo los problemas y transmitan esperanza”. Después de este auspicio, el Santo Padre traza a renglón seguido la “línea roja” de los desafíos que enfrenta el hemisferio: “la inequidad, la injusta distribución de las riquezas y de los recursos” que son “fuentes de conflictos y de violencia entre los pueblos”. Y por qué, se pregunta Francisco. Su respuesta es perentoria: este sistema “supone que el progreso de unos se construye sobre el necesario sacrificio de otros”, los cuales “para poder vivir dignamente tienen que luchar contra los demás”. El bienestar que se alcanza de esta manera, afirma el Papa, es “injusto” y “atenta contra la dignidad de las personas” porque no tiene en cuenta que hay “bienes básicos” y “servicios públicos… de los que ningún ser humano debería quedar excluido” . No tener presente esta verdad indiscutible solo alimenta la desigualdad y por eso el Papa Francisco plantea la urgencia de la “globalización de la solidaridad y de la fraternidad en lugar de la globalización de la discriminación y de la indiferencia”. Y sin la aplicación de este axioma, observa el Santo Padre, “nunca se resolverán los males de nuestra sociedad”.

Después, Francisco señala que muchas economías en crecimiento no han sido capaces de resolver la cuestión de la pobreza y en no pocos casos el crecimiento económico ha aumentado incluso la brecha entre ricos y pobres. Reitera que la teoría según la cual la riqueza de pocos tarde o temprano “derrama” también beneficios en los más pobres ha demostrado su falsedad, y por eso “no es suficiente esperar que los pobres recojan las migajas que caen de la mesa de los ricos”. El Papa recuerda que para la Iglesia es prioritaria “la promoción de las personas concretas”- y sostiene que cuanto antes resultan necesarias acciones directas en pro de los menos favorecidos, dando respuesta a sus necesidades y ofreciéndoles también a ellos posibilidades de desarrollo. En su mensaje el Santo Padre afronta asimismo la cuestión de los flujos migratorios, reiterando que la causa se debe buscar en la disparidad de oportunidades y ello, destaca, obliga a las personas y las familias a probar suerte en otra parte y afrontar al mismo tiempo el riesgo del tráfico de seres humanos y del trabajo esclavo, sin derechos ni acceso a la justicia. No solo eso. El Papa considera que ciertas conductas de los Estados deja a estas personas “fuera de la legalidad y sin posibilidad de hacer valer sus derechos, obligándolas a situarse entre los que se aprovechan de las demás” o bien a “resignarse a ser víctimas de los abusos”.

Por último Francisco dedica también su atención a la situación de inequidad dentro de los mismos países, cita en particular el caso de las poblaciones aborígenes y concluye diciendo: “Sin una auténtica defensa de estas personas contra el racismo, la xenofobia y la intolerancia, el Estado de derecho perdería su legitimidad”.

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