Deja la noticia para el final. Las dos cartas que el obispo argentino Angelelli llevaba consigo en el momento de ser asesinado habían sido enviadas al Vaticano, una copia, algunos días antes, y son las mismas que el Papa le ha enviado y que él hizo llegar al tribunal que condenó a cadena perpetua a los militares Menéndez, Estrella y Vera en febrero de 2013. “En la causa de Mons. Angelelli fue decisiva la inclusión de dos documentos que el Papa nos envió para presentar ante los tribunales argentinos”, afirma. Ahora sabemos que estaban en el Vaticano y que al enviarlas el Papa había anticipado la decisión que anunció hace pocos días de abrir los archivos correspondientes a los años de la dictadura en Argentina. Monseñor Marcelo Colombo, obispo de La Rioja y decidido impulsor de la causa de Monseñor Angelelli que una semana atrás entró en la fase romana, no hace comentarios. “Desconozco los detalles concretos de dicha medida pero pienso que, como si es como ha sucedido aquí en Argentina cuando se abrieron archivos del Estado, será un trabajo intenso de desclasificación de materiales que llevará su tiempo”. Después pasa a otro tema que le interesa especialmente, el proceso por el presunto martirio de dos sacerdotes amigos de Angelelli, Murias y Longueville, muertos el 18 de julio de 1976 junto con un laico, Pedernera. Precisamente hoy, viernes 15 de mayo, concluyó la fase diocesana del proceso de beatificación y el obispo de La Rioja está por viajar a Roma para poner todo en manos de la Congregación correspondiente y del Papa. Está satisfecho con el trabajo realizado.
“Esta primera etapa que concluye, se caracterizó por la recolección de todos los elementos informativos sobre la vida de nuestros hermanos asesinados en 1976, sobre el ministerio de los sacerdotes y sobre las trágicas circunstancias que rodearon sus muertes: El P. Gabriel Longueville, un sacerdote francés, misionero entre nosotros, párroco en Chamical, un hombre sencillo, un buen pastor afable y comprometido con su pueblo. Había venido de su país natal a entregar su servicio pastoral y solidario. Quiso acompañar a Fray Carlos cuando lo vinieron a buscar sus asesinos, en esa fría noche de julio. Fray Carlos Murias era un joven sacerdote franciscano conventual, entusiasta, apasionado del Reino de Dios, que buscaba con todas sus energías integrar fe y vida, una vida digna para todos. Ambos aparecieron tirados, con varios tiros en el cuerpo, muchas horas después a algunos kilómetros de Chamical. Una semana más tarde, mataban delante de su familia, en Sañogasta, a Wenceslao Pedernera, un joven campesino también muy comprometido con la causa del Evangelio y su animación entre los pobres trabajadores rurales. Los tres participaban de la vida y la misión de la Iglesia en La Rioja, estrechamente unidos al presbiterio y a su pastor, Mons. Enrique Angelelli. La Iglesia en La Rioja se había identificado plenamente con la renovación conciliar suscitada en el Vaticano II. Muchos se molestaron por esta Iglesia identificada con los pobres y servidora del Pueblo de Dios. La instrucción de la comisión diocesana fue muy minuciosa a este respecto. Estamos todos muy esperanzados en la nueva etapa que tendrá lugar ahora en Roma, en la Congregación para la Causa de los Santos”.
Sabemos que usted personalmente llevará a Roma el resultado del trabajo de la Comisión diocesana y lo pondrá en manos de la Congregación para la causa de los santos. ¿Le dirá también algo al Papa?
Será la oportunidad de expresarle el afecto del pueblo riojano y nuestra gratitud por su cercanía de siempre. En la causa de Mons. Angelelli fue decisiva la inclusión de dos documentos que el Papa nos envió para presentar ante los tribunales argentinos. Como vemos en las noticias, el Papa sigue con gran atención nuestra realidad nacional. Aunque ahora toda la vida de la humanidad está en su corazón de pastor, seguramente estamos especialmente en su oración paternal diaria.
Usted llegará a Roma el 25 de mayo …
Sì, el lunes…
… después de hacer una escala en El Salvador para asistir a la beatificación de monseñor Romero el sábado 23.
Efectivamente, en el camino hacia Roma, me detendré un día en San Salvador para compartir con el pueblo salvadoreño y la Iglesia latinoamericana nuestra alegría por la beatificación de Mons. Romero. Junto con numerosos sacerdotes y obispos, así como delegados de varios países de nuestro continente que estarán estarán allí.
¿Por qué decidió asistir? ¿Considera que hay alguna analogía entre el caso de monseñor Angelelli y el de Romero?
Mons. Angelelli, con su muerte, anticipó dramáticamente lo que cuatro años después sucedería en El Salvador. En ambos casos se ve claramente la decisión criminal de acallar la voz del pastor para atemorizar al pueblo de Dios y mutilar el compromiso de una Iglesia servidora de los pobres, comprometida con su dignidad.
Se está hablando de abrir los archivos vaticanos – el Papa ya hizo disposiciones en este sentido – para poner a disposición el material que puede ayudar a aclarar casos de desapariciones o de robo de niños en los años del proceso. ¿Le parece una buena decisión?
Todo lo que contribuya a conocer la verdad sobre ese período de nuestra historia nacional es muy importante. Y su ayuda será muy valiosa. Desconozco los detalles concretos de esta medida del Santo Padre pero pienso que, si es como ha sucedido aquí en Argentina cuando se abrieron archivos del Estado, será un trabajo intenso de desclasificación de materiales que llevará su tiempo.
¿Piensa que verdaderamente puede ayudar a esclarecer situaciones oscuras? En el caso de monseñor Angelelli o de los mismos sacerdotes Murias y Longueville, ¿piensa que en los archivos puede haber algo útil?
En nuestro caso, el Papa nos envió aquellas dos cartas que se encontraron y yo presenté al Tribunal Federal. En el archivo de nuestra curia están bien conservadas las cartas escritas por Mons. Angelelli o dirigidas a él en relación con los acontecimientos dramáticos que nuestra diócesis vivía en aquellos años. Faltaban esas cartas que llevaba el obispo cuando lo mataron. Nos enteramos que había una copia de esas cartas que fue enviada días antes a Roma y pudimos confirmarlo cuando el Papa nos mandó esa documentación. En una de ellas había amenazas…