Los acontecimientos políticos se están sucediendo a una velocidad extremamente acelerada en Brasil. La Convención Nacional del PT, que se realizó el pasado mes de junio, no trajo nada nuevo. Sólo se calmaron los ánimos y las críticas contra el Ministro de Hacienda, Joaquim Levy, que, como comenté en la crónica anterior, estaba encontrando una fuerte oposición de muchos políticos de su propio Partido de los Trabajadores.
Desde entonces, ya se ha vuelto rutinario el anuncio de nuevas sospechas de corrupción, coimas, lavado de dinero, etc., etc. que involucran a las principales empresas de construcción civil en beneficio del PT. El gobierno se ha quejado, y la presidente Dilma también, de que la información que la prensa nacional ofrece al público es selectiva, porque sólo habla de las irregularidades del PT y no de otros partidos. Probablemente la queja sea justificada pero, de hecho, es lo que transmiten los medios, y el resultado es sumamente negativo para la Presidente y su Partido. La semana pasada el índice de aprobación de Rousseff llegaba sólo al 9%. Hasta ahora, nadie había obtenido un resultado tan bajo. El nivel de rechazo supera el 75%.
Los efectos de esta situación política se ven agravados por el duro ajuste fiscal que se ha emprendido y que hasta el momento, mediados de julio, no parece haber logrado resultados positivos. Por lo menos, eso es lo que percibe y opina la población a la hora de hacer las cuentas mensuales. Un incremento superior al 50 por ciento en los servicios públicos –sobre todo agua, luz y transporte- ha disparado la inflación, lo que influye directamente en la vida diaria de las personas: comida, colegios, ropa, productos de higiene… En concreto, si hasta el año pasado el brasileño no tenía que preocuparse mucho a la hora de pagar sus gastos, ahora tiene que afilar el lápiz y ajustarse el cinturón para poder llegar a fin de mes sin deudas.
Mientras tanto, las noticias sobre los escándalos en Petrobrás y las delaciones de empresarios llegan cada vez más cerca de la Presidente, e incluso de Lula. La semana pasada el ex-Ministro de la Presidencia de Lula, José Dirceu, que fue condenado por el escándalo del “mensalão” (compra de votos de diputados) y ya se encuentra en libertad, presentó un pedido de “habeas corpus” preventivo para evitar la posibilidad de otra condena por los escándalos de Petrobrás.
Por otra parte, lo que hasta poco tiempo atrás no pasaba de ser un rumor, casi un absurdo, ahora empieza a tomar estado público y está en boca incluso de los miembros del PMDB, aliado fundamental del Gobierno, que parece querer tomar cada vez más distancia de la Presidente y su Gobierno. Todos los días los diarios publican las declaraciones de algún político que se pregunta si Dilma podrá terminar su mandato. Otros consideran que se debería realizar un proceso de impeachment, teniendo en cuenta que las acusaciones empiezan a dar indicios -no pruebas- que involucran a la Presidente. En el PSDB, partido que perdió las últimas elecciones, los posibles candidatos a Presidente ya empiezan a manifestarse y hacer conjeturas. Pero quizás lo más grave sea que dentro del mismo PT hay un movimiento para crear un “frente de izquierda” renovado, nucleando políticos, diputados, senadores e intelectuales. Liderado por el ex-gobernador de Rio Grande do Sul, Tarso Genro, un “histórico” del PT, ha empezado a convocar reuniones y promover debates. ¿Un frente de izquierda que abandonará el barco del PT? Por ahora no se sabe.
Como se ve, el Gobierno del PT parece estar pendiendo de un hilo. Un hilo que puede ser bastante fuerte para seguir gobernando y hacer frente a los innumerables problemas políticos y económicos que se le presentan, o que puede terminar rompiéndose. Por ahora nadie sabe cuánta resistencia tiene el hilo.
* Profesor de Historia de América de la Universidad Federal de San Pablo