Anda despacio si estás apurado, afirma el dicho popular, aunque en este caso más de tres años de negociaciones no son pocos. Pero de todos modos, esa parece ser la filosofía de base para la reciente decisión de postergar la fecha del 23 de marzo que tan solemnemente el presidente de Colombia Manuel Santos y el máximo referente de la guerrilla, Rodrigo Londoño Echeverry, alias “Timochenko”, habían concertado el 23 de septiembre del año pasado.
Primero, Santos anticipó que sería mejor no firmar un acuerdo incompleto solo para respetar la fecha establecida, y después la guerrilla, por boca de “Joaquín Gómez”, alias de Milton de Jesús Toncel Redondo, declaró que era favorable a consensuar una nueva fecha, posterior al 23 de marzo, para suscribir un acuerdo definitivo.
En las complejas negociaciones de La Habana ya se ha llegado a un consenso sobre los puntos referidos a la reforma agraria, la participación política de los guerrilleros, la justicia del pos conflicto y la indemnización a las víctimas. Todavía se están discutiendo aspectos complejos relacionados con el alto el fuego bilateral y definitivo y el desarme de las FARC.
La decisión de postergar el acuerdo, probablemente estuvo influida también por el hecho de que el ELN, la segunda guerrilla del país, todavía no solicitó oficialmente el comienzo de negociaciones. Por esa razón hace algunos días, jesuitas, parlamentarios, representantes de asociaciones de derechos humanos y diversas personalidades eclesiásticas de Colombia presentaron al Papa un pedido para que interponga buenos oficios entre el Gobierno y el ELN a fin de que comiencen diálogos formales.