VENEZUELA Y SU LABERINTO. La larga agonía del país, estrangulado por oligarquías político-ideológicas incapaces de dialogar. Un nuevo llamamiento del Papa Francisco

El Presidente Nicolás Maduro
El Presidente Nicolás Maduro

El Papa Francisco volvió a intervenir sobre la grave y delicada situación de Venezuela durante su mensaje de Pascua: “Dios ha vencido el egoísmo y la muerte con las armas del amor; su Hijo, Jesús, es la puerta de la misericordia, abierta de par en par para todos. Que su mensaje pascual se proyecte cada vez más sobre el pueblo venezolano, en las difíciles condiciones en las que vive, así como sobre los que tienen en sus manos el destino del país, para que se trabaje en pos del bien común, buscando formas de diálogo y colaboración entre todos”.

No es la primera vez que el Santo Padre se refiere a la larguísima crisis de Venezuela y sus consecuencias de lutos, miseria, odio y antagonismo, y eleva su voz para pedir diálogo, encuentro y negociación entre las partes. Ya lo hizo en diversas oportunidades desde que fue elegido hace tres años. En septiembre de 2015 el Papa dijo, por ejemplo: “Ahora diré unas palabras en español sobre la situación entre Venezuela y Colombia. En estos días, los obispos de Venezuela y Colombia se han reunido para examinar juntos la dolorosa situación que se ha creado en la frontera entre ambos países. Veo en este encuentro un claro signo de esperanza. Invito a todos, en particular a los amados pueblos venezolano y colombiano, a rezar para que, con un espíritu de solidaridad y fraternidad, se puedan superar las actuales dificultades.

Venezuela vive una crisis profunda y radical desde hace muchos años y que no comenzó el 5 de marzo de 2013, cuando asumió el actual presidente Nicolás Maduro. Los problemas ya existían por lo menos 18 meses antes, durante el gradual e inexorable deterioro de las condiciones de salud de Hugo Chávez. La debacle lleva no menos de seis años y hasta el momento no parece que haya una salida plausible, razonable, honorable y urgente. Toda la crisis, vista desde cualquier ángulo, está en manos de oligarquías político-ideológicas extremistas, que en sus comportamientos, así como en su lenguaje y sus gestos, se reflejan recíprocamente como figura y contrafigura. La paradoja es trágica, porque el costo lo pagan más de 30 millones de venezolanos: en el juego peremne de las oposiciones a ultranza y entrecruzadas, ambas partes –gobierno y oposición- se sostienen y se perpetúan. A esta altura, la técnica del análisis con balance aconseja enumerar las razones de una y otra parte, pero después de seis años de crisis es evidente que sería un ejercicio retórico e inútil. La cuestión no es quién tiene mejores razones, sino cómo salir del laberinto, lo antes posible, antes de que lleguen pseudo soluciones militares (de la derecha conservadora, del chavismo histórico o de los jóvenes oficiales chavistas desilusionados de Maduro). Si ocurriera, sería gravísimo para toda América Latina, donde la mayoría de los países atraviesa crisis igualmente graves y delicadas, tanto socio-económicas como político-institucionales.

En Venezuela hace falta un aliento de humanidad, de misericordia, lo único que puede quebrar el poder de las oligarquías político-ideológicas. Por eso volvemos a las palabras de Francisco, dirigidas a “los que tienen en sus manos el destino del país, para que se trabaje en pos del bien común, buscando formas de diálogo y colaboración entre todos”.

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