CUBA. MÁS VALE TARDE QUE NUNCA. Hasta los críticos del cardenal Ortega, emérito desde hace pocos días, reconocen el rol determinante que tuvo para la vida de la Iglesia y de la sociedad cubanas

Dispuesto para un servicio distinto
Dispuesto para un servicio distinto

El nombramiento del nuevo arzobispo de La Habana, mons. Juan de la Caridad García Rodríguez, hasta ayer ordinario de Camagüey, y la aceptación de la renuncia del cardenal Jaime Ortega, cerca de cumplir 80 años, tuvieron un gran impacto mediático, y desde hace horas se escribe mucho sobre lo que está ocurriendo en la diócesis de la capital cubana. Nos parece natural, debido a la importancia del país y de la Iglesia cubanos. Pero menos descontada es una realidad que registramos con placer y que nos hace decir, usando el acostumbrado lugar común, “¡más vale tarde que nunca!”.

Nos referimos concretamente a la avalancha de artículos, sobre todo en Estados Unidos, España y otros países europeos, que después de años de ataques arbitrarios y despreciables contra el purpurado, ahora descubren que ha sido un gran pastor, un hombre capaz de construir puentes, de comprender la evolución de Cuba y de acompañar con amplitud de miras y generosidad los cambios que se estabn verificando tanto en la isla como en la Iglesia local misma. No pocos que lo tildaban de “vendido a los hermanos Castro” ahora, de pronto, descubren quién es realmente Jaime Ortega, su obra gigantesca, silenciosa y discreta, y el rol determinante que ha tenido en los diversos procesos que vive Cuba desde hace algunos años.

Conocemos bien al cardenal Ortega. En el pasado lo hemos entrevistado decenas de veces y sabemos que eran ataques que no lo dejaban indiferente, porque más allá de considerarlos injustos, juzgaba que le hacían mal a su país, al que ama, tal como siempre amó a la Iglesia. También se puede decir “más vale tarde que nunca” por aquellos que ahora, de pronto, descubren su obra, su biografía y su generosidad, y comprenden que “ha sabido entregar su persona al servicio de la Iglesia y no al contrario”. Ahora sabemos que la gratitud a Jaime Ortega no llega solo del pueblo. Llega también de toda América Latina y de quienes durante años, con calumnias y mentiras, intentaron desacreditarlo. Es algo pequeño, pero vale la pena recordarlo, porque en la vida, no siempre ocurren cosas como ésta.

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