ALGO ESTÁ PODRIDO EN EL REINO DE BRASIL. Todas las incógnitas de una situación que todavía no encontró el punto de equilibrio

Crónica de una destitución anunciada
Crónica de una destitución anunciada

Como era de esperar, el Senado apartó a Dilma Rousseff del cargo de Presidente por 180 días, hasta que el mismo Senado se pronuncie sobre las acusaciones en su contra que aprobó la Cámara de Diputados. Y tal como repite la que era oposición y ahora es gobierno, es un procedimiento legal y constitucional que, curiosamente, se denomina con una palabra en inglés: impeachment.

El argumento, conforme al derecho, es correcto. Pero la cuestión no es ésa. Todo lo que ha ocurrido hasta el momento en Brasil sólo sirve para constatar que los mecanismos legales ya no son suficientes para poner freno a las jugadas -maquiavélicas- que son capaces de orquestar los políticos. De hecho, Dilma Rousseff es probablemente el personaje más honesto y menos culpable de todos los que han intervenido en este juego.

Para dar una pálida idea de lo que digo, es suficiente observar que sólo pocos días después (y por qué se hizo días después y no mucho antes demuestra que evidentemente algo está podrido en el “reino” de Brasil, como diría Shakespeare) un miembro del Supremo Tribunal Federal de Brasil, en una sentencia de más de 70 páginas, aceptó la denuncia contra el (ex) Presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, quien tuvo un rol decisivo para que se aprobara la denuncia contra Dilma.

La denuncia contra Cunha estuvo “durmiendo” sobre el escritorio del Juez del Tribunal Supremo durante casi cinco meses. Y después que la Cámara de Diputados encabezada por Cunha aprobó la denuncia contra Dilma, elevándola al Senado, recién entonces decidió que Cunha no reunía “condiciones mínimas de cualidades personales” para seguir ocupando su puesto. Y también fue apartado del cargo.

El dictamen del Juez del Tribunal Supremo es ilegal e inconstitucional y él mismo lo reconoce, porque según el principio constitucional básico de la separación de Poderes, no le corresponde al Tribunal Supremo decidir sobre la cuestión. Sin embargo, al mejor estilo “jesuítico” y “escolástico”, el dictamen plantea consideraciones, lanza argumentos y teje filigranas para decidir, en definitiva, que Cunha sea apartado de sus funciones pero puede conservar el cargo de diputado. Y que se trata de una decisión única, excepcionalísima y que no pretende sentar precedente.

Si estuviéramos en los tiempos en que la Iglesia y el Estado eran una sola cosa, sería algo así como una suspensión “a divinis”, es decir que sigue siendo sacerdote pero no puede celebrar… Lo más curioso es que el voto fue aprobado por unanimidad en el Senado: 11 a 0. Toda una goleada. De derecho, Cunha podía seguir escabulléndose entre los vericuetos y vacíos legales. De hecho, Cunha ha llegado mucho más lejos que Ricardo III… Y éste fue el hombre que presidió la sesión de impeachment, con el silencio tácito del Supremo Tribunal Federal. Un silencio que no es de corderos y ni de inocentes.

La ópera también tuvo sus momentos bufos. Por ejemplo, antes que el Senado se reuniera para votar, el nuevo Presidente de la Cámara en reemplazo de Cunha decidió anular todo el proceso. El anuncio se hizo el lunes la mañana. Pero había un “pequeño” problema: el juicio político ya estaba siendo estudiado y en régimen de votación en el Senado.

El Presidente del Senado ni siquiera quiso tomar conocimiento de la decisión. Algunos Senadores declararon que el diputado en cuestión había tenido un brote psicótico. El gobierno lo celebró como una victoria inesperada. Y esa misma tarde el mismo diputado Presidente de la Cámara, revocó su propia decisión, sin explicaciones, sin aclaraciones, sin nada. Se sentó, tomó una pluma y firmó la revocación de la revocación…

Michel Temer asumió como Presidente interino para los próximos 180 días, por lo menos. Si el Senado confirma la decisión y determina que Dilma es culpable de las acusaciones, asumirá Temer y concluirá el mandato. Si no es así, Dilma retoma el cargo. ¿En qué condiciones?, eso ya es otro tema.

Hasta ahora Temer ha eliminado algunos Ministerios (dejando incluso menos que Fernando Henrique Cardozo) y se puede decir que formó un gabinete con  mayoría de políticos, algunos de los cuales ya habían participado en los Gobierno de Lula y Dilma. En el área más problemática, la económica, ha nombrado a un técnico, Henrique Meirelles, que fue Presidente del Banco Central desde 2003 hasta 2011, es decir durante el gobierno del PT.

¿Qué se puede esperar? Por el momento es muy difícil decir algo concreto. Entre otras razones porque habría que esperar los primeros impactos en la Economía, la actuación del juez Sergio Moro en adelante, la actitud del PT y, principalmente, la de otros partidos de izquierda, como el PSOL o la REDE a la que pertenece Marina Silva, que ya fue dos veces candidata a la presidencia y durante todo este proceso se declaraba contraria al impeachment, aunque finalmente recomendó a su partido que votase a favor…

Tendremos que esperar por lo menos hasta el mes que viene para ver si la Crónica de la muerte anunciada se confirma o no. Hasta entonces, como dijo salomónicamente Temer: “no se puede seguir hablando de crisis”. También aquí resulta oportuno citar a Shakespeare: “Palabras, palabras, palabras”.

* Rafael Ruiz. Profesor de Historia de América en la Universidad Federal de São Paulo

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