Brasil vive una grave crisis política, económica y ética. La economía está hecha pedazos, con una inflación superior al 10%, 11 millones de desocupados y un déficit público de más de 170.000.000 de reales. La presidente Dilma Rousseff fue suspendida el 12 de mayo por el Senado Nacional durante 180 días, acusada de maquillar las cuentas públicas y de engañar al Parlamento. Al mismo tiempo, más de 62 políticos de todas las orientaciones que participan en el Poder Ejecutivo y Legislativo están siendo investigados por apropiación indebida en la sociedad petrolera nacional Petrobras, en lo que se conoce como “Operación Lava Jato” (Operación Lavado a Presión) que lleva a cabo la Policía Federal. Y varios empresarios importantes de las principales industrias nacionales ya se encuentran en la cárcel por la misma razón.
En este escenario, el instituto de estudios demográficos Datafolha relevó que el 68% de las personas está a favor del impeachment y que el 65% considera que Dilma debería renunciar. Pero el rechazo se extiende a toda la clase política. Para el 77% de los brasileños, el principal orquestador del proceso de impeachment, el ex presidente de la Cámara de Diputados Eduardo Cunha, debería ser arrestado, y el mismo Presidente interino Michel Temer registra un escaso nivel de aceptación –el 58% de la población desea que se vaya.
En parte, ese descontento contra los políticos resultó evidente el 13 de marzo, en la protesta social más grande que hubo desde el retorno de la democracia. Más de 3 millones de personas salieron a la calle en todo el país para pedir que se fuera Rousseff, la cárcel para todos los involucrados en la Operación Lava Jato e incluso del ex presidente Luís Inácio Lula da Silva- que está siendo investigado por varios delitos. En fin, gritaron basta de corrupción.
Con el Poder Ejecutivo paralizado y el Legislativo desacreditado y despojado de credibilidad, las protestas pusieron en evidencia un fenómeno interesante: la enorme cantidad de pancartas y carteles a favor del juez federal Sergio Moro que encabeza la “Operación Lava Jato”. A falta de líderes políticos reconocidos por la población, el juez se ha convertido en el “superhéroe” que lidera la lucha contra la corrupción. Actualmente Moro encarna la esperanza de la mayoría de los brasileños, recibe flores, la gente lo para en la calle, quiere tomarse fotos con él y enormes muñecos inflables con su cara flotaban sobre los desfiles del carnaval. Incluso hay una comunidad en Facebook que ya tiene más de medio millón de me gusta.
Protagonismo y paradoja. Millones de brasileños consideran que el Poder Judicial es el único que reúne las condiciones para tomar una serie de decisiones importantes para el país, incluyendo temas como la distribución de medicamentos, crímenes contra el ambiente e incentivos fiscales, que corresponden a otros poderes. La discusión se encuentra en pleno curso: ¿el Poder Judicial está abusando de sus atribuciones? El número de mayo de la revista Cidade Nova, del Movimiento de Focolares de Brasil plantea los argumentos a favor y en contra que implica este proceso.
El primer punto que considera el artículo se refiere a la creciente exposición de los jueces del Supremo Tribunal Federal en los medios de comunicación, en las redes sociales y en entrevistas y declaraciones. Si bien por un lado esta publicidad acerca a la gente a la más alta Corte de Justicia –acercando asimismo el lenguaje de la justicia al lenguaje popular-, por otro lado requiere cautela. El periodista y profesor de la Universidad de San Pablo, Eugenio Bucci, declaró a la revista: “La Justicia debe juzgar en base a la ley, no según los humores de la mayoría del pueblo”. El abogado y profesor de la Fundación Getulio Vargas, José Ghirardi, que también fue entrevistado por Cidade Nova, afirma que “los jueces deberían expresarse por medio de los actos procesales. [...] (De todos modos) el juez termina siendo mucho más cauteloso en el aspecto técnico, porque sabe que está siendo observado, entre otros, por sus mismos colegas y, como cualquier profesional, quiere demostrar que sabe hacer un buen trabajo”.
Sin embargo la cuestión central que plantea al artículo es si el protagonismo del Poder Judicial invade o no la esfera de los otros poderes. Para Ghirardi, las decisiones del Supremo Tribunal Federal, en definitiva, son un canal importante para solucionar cuestiones urgentes que el Ejecutivo o el Legislativo no logran resolver, pero teniendo siempre mucha prudencia para no usurpar las funciones del Legislativo. En cambio para el abogado Sergio Tibiriçá, también entrevistado por Cidade Nova, el Supremo Tribunal de Justicia ha actuado de manera discutible, no limitándose al rol de Tribunal Constitucional.
La conclusión de Cidade Nova, después de considerar todas las argumentaciones, es que esa exposición del Poder Judicial da origen a una paradoja: alta popularidad de los jueces y baja confianza de la población en la justicia. En efecto, el ejercicio de la justicia como tal, según el estudio publicado por el Índice de Confianza en la Justicia Brasileña, recibió 4,6 puntos en una escala de cero a diez. Eugenio Bucci deduce que la gente apoya a un Poder Judicial que lleva a la cárcel a hombres poderosos y grandes empresarios pero considera que la Justicia no es eficiente en los hechos cotidianos. José Ghirardi también opina que el protagonismo de los jueces tiene como resultado que las personas proyecten sobre ellos una expectativa muy alta, que inevitablemente quedará frustrada. Es evidente que el Poder Judicial no puede responder por sí solo a todas las expectativas de la sociedad ni resolver el problema de la corrupción. Si bien es cierto que hubo una intromisión indebida en algunos casos o un exceso de exposición pública, como muestra Cidade Nova, también es correcto observar que les corresponde a los poderes Ejecutivo y Legislativo retomar con urgencia el rol que es propio de cada uno de ellos, para que los límites de los tres poderes vuelvan a estar claros y se respeten. Pero eso solo será posible si en Brasil se empieza a consolidar “una nueva manera de hacer política, sin “carrerismo”. Una agrupación o partido que vive en función de hacer carrera no está al servicio del país, no se ocupa de la cosa pública”, afirma con razón el Presidente de la Conferencia Episcopal de Brasil, mons. Sergio da Rocha, al diario Folha de S.Paulo.